Joel Joan en 'Escape Room 2', que vuelve al Teatre Condal el 20 de septiembre.

Catalunya escapista

El Teatre Condal volverá a ofrecer a partir de finales de mes 'Escape Room 2', la segunda parte de un 'thriller' humorístico que esta vez lleva la sensación de riesgo un poco más allá. Vale la pena una cata de este macabro juego que el espectador a menudo no sabe si va sobre los protagonistas, o sobre él mismo: vivimos en una sociedad que se ha metido, en muchos sentidos, en una ratonera.

Volverán a finales de septiembre, y harán bien. Escape Room 2 es un tour de force trepidante, para todos los públicos, una cierta sofisticación de la primera parte que en todo caso se sostiene mucho más en la rabiosa actualidad. Es decir, ya era cierto que Escape Room jugaba con la política y con el fascismo, pero esta segunda parte utiliza mucho más la conexión con el público post-procés, familiarizado con la vena política de Joel Joan, todavía traumatizado y todavía con muchas ganas de recibir explicaciones.

Escape Room 2 no da explicaciones, pero tampoco pide permiso para repartir a diestro y siniestro de forma que los personajes, los viejos y los nuevos, nos resultan tan familiares como un domingo de canalones. Esto, con una dosis de thriller americano y de videojuego. Joel Joan, sólo apunto esto, ha tenido que hacer muchos ejercicios en el Club Natació Barceloneta para demostrar lo que demuestra en este espectáculo. No es casual que la idea de escape haya hecho pensar a los guionistas en el escapismo clásico de los magos como David Copperfield. El corazón en un puño.

Edu, Marina, Rai, Vicky y Max desarrollan sobre el escenario esta gincana algo vodevilesca que empieza en un bar perdido con unas aparentes vistas a Barcelona. Malos rollos de pareja, amigos que no lo son tanto, malentendidos y secretos en voz alta que poco a poco vuelven a llevar a una espiral de misterio de donde, por supuesto, no podrán escapar sin superar una serie de pruebas. La voz en off de Lluís Soler (y una autómata de brujo de feria) marcarán el ritmo de unos retos que, por supuesto, muy a menudo o casi siempre los pondrán en un compromiso íntimo. De nuevo, aquí los guionistas han dado una nueva vuelta al concepto de la escapada: de quien seguro que no puedes escapar es de ti mismo, de tu parte inconfesable, de lo que en teoría tu pareja o amigo no sabía. Y aún menos puedes escapar de lo que todavía no sabes de ti mismo.

Escape Room 2, que podrá verse en el Teatre Condal a partir de finales de septiembre
El ‘thriller’ humorístico representa un reflejo de decepciones cotidianas.

El ritmo es frenético, nadie pierde la atención, el humor se combina bien (de forma menos amarga que en la primera parte) con la tragedia personal, y los recursos escenográficos están muy bien encontrados si se trata de recorrer un largo laberinto dentro del reducido espacio de un escenario. Joel Joan está hecho para estos papeles, y lo sabe, y los clava: el hombre maduro que lleva mal la vida, como todo el mundo, un neurótico de mediana edad al que le salen las infinitas fragilidades por las orejas. Un poco David, no se puede negar, pero no exactamente David de Plats Bruts: él no tiene tantas contradicciones como Edu, tantos deseos a medio cumplir, ese catalanísimo cinismo tan peligroso y tan insoportable. Edu no es un niño consentido, no: es un ciudadano normal que exhibe sus decepciones con todo lo que parecía importante: el amor, la amistad, el dinero, los valores, el procés. Las escenas ridículas del espectáculo parecen ridiculizarnos a todos nosotros, y entendiendo a todos nosotros como Catalunya. Edu somos un poco todos durante los últimos diez años.

Ya que un escape room normalmente termina bien y todo el mundo vuelve a casa, evidentemente las escenas que podrían ser gore no lo acaban siendo nunca y el peligro se percibe poco. Quizás sería la única crítica: donde más nos quedamos sin aire es con la remojada escena de Edu, y el resto son situaciones contrarreloj que quizás sí que nos tienen en tensión, pero no en sufrimiento. Sabemos que todo acabará bien, y esto quizás hace que el guión se convierta en algo demasiado grotesco: no puede haber tantísimos recursos de verdadero thriller si en el fondo todos sabemos que se trata de una broma. Ya lo sabíamos, ¿eh? Pero podrías engañarme un poco más. No sé. Sí lo sé: conscientes de ello, el gran número de circo está en medio de la obra.

Un espectáculo recomendable en todos los sentidos, ameno, cercano, tan cercano como el recibidor de casa, profundamente generacional pero tratando de hacer (como hace tiempo que hacen las películas de animación) que los adolescentes perdonen las constantes referencias al mundo boomer. Se consigue con un resultado meritorio, y el regusto final es que no sobra ni falta nada. Quizás, si algo sobra, es lo que hemos vivido en los últimos años en este trozo del planeta: una desarrolladísima costumbre de la queja y del lamento pero, al mismo tiempo, una manifiesta y crónica incapacidad para escapar.

Escape Room 2, en el Teatre Condal.
‘Escapre Room 2’ deja como regusto final que no sobra ni falta nada en la obra.