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Qué aporta valor al teléfono inteligente de última generación que llevamos en el bolsillo? ¿La suma del coste unitario de sus componentes materiales o la investigación tecnológica que hay detrás de los servicios que pone a nuestro alcance? El mundo entero vive en plena transición hacia una economía del conocimiento en que la clave del progreso de las empresas y de la prosperidad de la sociedad en su conjunto radica cada vez más en los departamentos de I+D de las corporaciones, las aulas de las universidades y los laboratorios de los centros de investigación.
Y en este contexto Cataluña parte de la posición de privilegio de ser un polo de conocimiento referente en el sur de Europa. El peso de una economía dinámica y conectada al mundo (1,6% del PIB y 1,9% de las exportaciones comunitarias con una población que representa el 1,5% de la UE) se ve acompañado por un sistema de conocimiento de excelencia, integrado por 12 universidades, 61 centros de investigación, 22 parques científicos, 26.402 investigadores y 46.000 personas dedicadas a la I+D+i.
Universidades de primer nivel y centros de investigación internacionalizados que se traducen en indicadores de éxito institucional y de producción científica indiscutibles: con el 0,1% de la población mundial, Cataluña produce el 1,3% de los artículos científicos, el 39% de los cuales en revistas Q1 de alto impacto científico; tres universidades catalanas se sitúan en los rankings internacionales entre las 50 mejores del mundo con menos de 50 años; centros de investigación catalanes ocupando las primeras posiciones mundiales en sus ámbitos, como el CRG, ICIQ o ICFO; o la captación del 2,7% de los fondos europeos para programas competitivos H2020, entre muchos otros. Un modelo catalán de conocimiento, en definitiva, totalmente alineado con las propuestas de la Comisión Europea de ciencia abierta, investigación internacionalizada e innovación abierta, con participación activa de todos los actores, incluidas las empresas.
Uno de los instrumentos más exitosos para facilitar la interacción entre la industria y la academia lo encontramos en el Plan de Doctorados Industriales
En opinión del director general de Investigación de la Generalitat, Joan Gómez Pallarès, “Cataluña es sin duda uno de los principales referentes de investigación de Europa; disponemos de universidades, centros e investigadores excelentes con estándares internacionales y con una alta capacidad para atraer talento de todo el mundo. Pero hace falta que demos como país un paso adelante para trasladar este conocimiento hacia la sociedad y el tejido productivo, a fin de que esta investigación de calidad se traduzca en empresas innovadoras y empleo de calidad”. El gobierno catalán despliega políticas de transferencia de conocimiento y tecnología que se basan en capacitar a personas para que participen en el impulso transformador del conocimiento, facilitar la llegada de conocimiento al mercado e incentivar legalmente el proceso de transferencia a las empresas. Una estrategia de especialización inteligente que refuerza los vínculos entre los agentes del sistema de I+D+i en aquellos ámbitos en los que Cataluña es más competitiva.
Uno de los instrumentos más exitosos para facilitar la interacción entre la industria y la academia lo encontramos en el Plan de Doctorados Industriales, una iniciativa del Govern para mejorar la competitividad de la industria catalana facilitando una pasarela para que futuros doctores desarrollen proyectos de I+D+i en el marco de una empresa. Los doctores industriales actúan como verdaderos puentes de transferencia de conocimiento entre el tejido industrial de Cataluña y las universidades y los centros de investigación. Desde la puesta en funcionamiento del programa en el año 2013, se han abordado 437 proyectos de doctorado en 269 empresas e instituciones de todos los ámbitos, que han supuesto una inversión público-privada por valor de más de 60 millones de euros.
Paralelamente, el Programa Industria del Conocimiento ha demostrado su eficacia favoreciendo el desarrollo de nuevas empresas de base científica (spin-offs) derivadas de la investigación llevada a cabo en universidades y centros de investigación. Integrado en la Estrategia de investigación e innovación para la especialización inteligente de Cataluña (RIS3CAT), el plan moviliza 30 millones de euros en ayudas financieras y no financieras a unos 300 proyectos empresariales basados en la investigación para acompañarlos desde la fase inicial de prototipaje hasta su introducción al mercado.
El Govern también incide en el incentivo de la transferencia de conocimiento por medio del Programa Operativo FEDER de Cataluña 2014-2020, que determina las líneas básicas para la programación y ejecución de los fondos FEDER en Cataluña. Se destinan fondos para proyectos cooperativos de adquisición de equipamientos científicos y para proyectos de unidades de valoración y transferencia de las universidades catalanas u oficinas de transferencia de resultados de investigación, en varias convocatorias de ayudas que han ascendido a 132 millones de euros a distintos programas y actuaciones en este ámbito.
PACTO NACIONAL PARA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
El horizonte de afirmar la transición de Cataluña hacia una sociedad basada en el conocimiento pasa por hacer de la innovación un pilar vertebrador, tal como se contempla en el Pacto Nacional para la Sociedad del Conocimiento (PNSC), el marco de referencia del diseño de las futuras políticas en materia de universidades, investigación e innovación impulsado por el Govern para esta legislatura. Un acuerdo con vocación transversal y de consenso que nace para integrar y dar voz a la totalidad de los agentes implicados en la generación, transmisión y aplicación del conocimiento: el sistema de educación superior, el sistema de investigación e innovación y, por supuesto, el tejido social y empresarial.
La voluntad de fondo del PNSC es ambiciosa: pensar la Cataluña del futuro. Y aquí el país dispone de margen de mejora. En un futuro volcado en la innovación hace falta que la inversión en I+D+i aumente progresivamente para alcanzar el objetivo estratégico de dedicar el 3% del PIB. Esta será la auténtica piedra angular para garantizar la integración del país en la élite europea del desarrollo económico, cultural y social. El recorrido hasta alcanzar el hito equivale a prácticamente doblar la inversión actual, un esfuerzo conjunto público y privado que pasa especialmente por la implicación del mundo de la empresa, mientras que la inversión pública tiene que escalar un 0,2% para llegar a los estándares de excelencia de los territorios más prósperos. La del tejido empresarial tiene un camino por recorrer de 1,2% puntos porcentuales. Es necesario, por lo tanto, animar al sector privado en su doble rol de receptor y aportador de innovación.