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Caso Glovo: unicornios, propósito corporativo y licencia social para operar

Durante muchos años, en los ecosistemas emprendedores de Barcelona, la compañía Glovo era presentada como el gran modelo de éxito. Un ejemplo de inspiración para mostrar el camino a otros muchos emprendedores que aspiraban a encontrar su particular El Dorado sin salir de la ciudad. El objetivo de los emprendedores, incubadoras y aceleradoras era lograr construir startups que consiguieran ser scaleups y llegar a ser algún día un nuevo unicornio. Un término que se refiere a las startups que llegan a alcanzar una valoración de mil millones de dólares.

La primera referencia a los unicornios tecnológicos la hizo Aileen Lee, fundadora de Cowboy Ventures en Palo Alto, allá por el año 2013, en su artículo Welcome to the Unicorn Club: Learning from Billion-Dollar Startups. En él, analizaba las empresas de software fundadas en la década del 2000, una época de ciclo especulativo y un período de crecimiento descontrolado en el valor de las empresas vinculadas a internet que, finalmente, acabó estallando y provocando una grave crisis mundial. En España, los viejos del lugar recordamos el caso de Terra Networks como símbolo del auge y la caída de las puntocom. Aileen Lee calculaba entonces que sólo el 0,07% de las empresas tecnológicas alcanzaban una valoración de mil millones de dólares, y que eran tan raras de encontrar como encontrar un mítico unicornio.

Hoy aquellos unicornios tecnológicos son ya una realidad en el ecosistema emprendedor global. Según la app de gestión bursátil Eqvista, en 2024 hay ya más de 1.549 unicornios repartidos en 53 países y 291 ciudades del mundo. Barcelona, como una de las nuevas capitales digitales globales, aspira a ser una ciudad de referencia y sede de algunos de esos unicornios. No en vano, en el ecosistema de startups español existen ya nueve unicornios reconocidos: Glovo, Cabify, eDreams, Idealista, Devo, Jobandtalent, Travelperk, Wallbox y Flywire. La mayoría de ellos, han identificado y explotado con éxito fallos o carencias del mercado aprovechando el potencial de la economía digital. Son empresas que ofrecen nuevos productos o servicios con un modelo de negocio innovador, escalando rápidamente gracias a la confianza de los inversores y a sucesivas rondas de financiación, a pesar de que algunas de ellas han demostrado no ser rentables todavía.

Las empresas de la nueva economía, además de un modelo de negocio audaz e innovador, deben tener un propósito corporativo reconocido y compartido

La economía se basa en buen parte en la confianza, y algunas startups han sabido jugar bien sus cartas y han sabido generar esas expectativas positivas ante los inversores. En algunos casos esas expectativas se han demostrado excesivas, pero en nombre de la innovación, la nueva economía y también en algún caso aprovechando las lagunas regulatorias, sus founders han conseguido vender las bondades de sus modelos de negocio y hacer caja. Las que logran sobrevivir y consolidarse, en la mayoría de los casos suelen acabar controladas por fondos de inversión o grandes corporaciones alejadas de la ciudad fundacional, como es el caso de Glovo. La compañía made in Barcelona fue comprada en 2022 por el gigante alemán Delivery Hero en una operación valorada en 2.300 millones de euros. A pesar del éxito de la operación, ya entonces se ponía en cuestión su modelo de negocio, sus prácticas laborales y su sostenibilidad a medio y largo plazo.

El caso de Glovo es un buen caso de análisis sobre algunos de los fundamentos sobre los que se asientan algunas de esas empresas de la nueva economía, y sobre todo del modelo de empresas que queremos impulsar o atraer hacia Barcelona. Glovo es una empresa de referencia en el mundo de las startups sumida hoy en una importante crisis legal, económica y reputacional. Una realidad que debe hacernos reflexionar sobre los nuevos modelos de empresa. ¿Queremos scaleups y unicornios radicados en Barcelona donde la unidad de medición del éxito sea únicamente la cifra de negocio o la capitalización? O por el contrario, ¿podemos apostar por modelos de empresa que crezcan y escalen generando un triple impacto positivo, esto es, económico, medioambiental y social?

Algunos defendemos que el Barcelona Valley debería estar asociado de forma coherente con el modelo de ciudad que defendemos y a unos atributos que queremos proyectar al mundo. Las empresas de la nueva economía, además de un modelo de negocio audaz e innovador, deben tener un propósito corporativo reconocido y compartido. No es suficiente con escalar rápidamente a cualquier precio, sino hacerlo de forma ética y decente, esto es, sin cronificar situaciones de precariedad económica o laboral. Algunos pensarán, esto es el mercado y el negocio es el negocio. Y probablemente el mundo sea en buena parte así, pero algunos defendemos un modelo Barcelona diferente en el que las ambigüedades éticas o los vacíos legales no sean la excusa perfecta para construir modelos de empresa extractivas sino inclusivas.

Las administraciones van claramente por detrás de la realidad de la economía digital y muchas veces no disponen de instrumentos o un respaldo legal claro. Es ahí donde entra en juego la sociedad, otorgando o erosionando la licencia social para operar de las empresas, esto es, influyendo en la percepción de la reputación y contribuyendo también de forma coherente con nuestros actos como consumidores. No podemos pedir a los ciudadanos que sean héroes, pero sí podemos contribuir a generar estados de opinión y a exigir regulaciones razonables y justas. El caso Glovo es un buen ejemplo de ello. Cuanto más crecía su negocio, más crecía igualmente la contestación social e institucional ante un modelo que forzaba la interpretación de las relaciones laborales.

La innovación, para ser coherente, tiene que estar asociada a un propósito corporativo reconocible, compartido, razonable y justo

Finalmente, en 2021 fue aprobada y entró en vigor la llamada Ley Rider, una normativa que regula el trabajo de los repartidores que trabajan para plataformas digitales de envío a domicilio, estableciendo una serie de obligaciones para las empresas que operan en este sector. Glovo decidió contestarla ignorando sus preceptos y echando un pulso a la administración. Una confrontación legal que quizás pretendía forzar el cambio del marco de relaciones laborales en España.

Tres años después, con centenares de millones de euros en multas, penalizaciones, diligencias por responsabilidad penal contra la empresa e incluso con riesgo de cárcel para sus administradores, Glovo rectifica y proclama que asumirá la legislación laboral incorporando a los riders a su plantilla. Un volantazo en toda regla que pone sobre la mesa la necesidad de revisitar algunos de los preceptos con los que operan algunos de esos unicornios de la nueva economía. La innovación, para ser coherente, tiene que estar asociada a un propósito corporativo reconocible, compartido, razonable y justo. Nuestros modelos de negocio no pueden ser ajenos a la necesidad de mantener la licencia social para operar. Me parece una reflexión oportuna para el ecosistema emprendor de Barcelona. ¿Qué tipo de empresas queremos promover? Que cada uno saque sus propias conclusiones.