El Palau Robert acoge la exposición Underground y contracultura en la Catalunya de los años 70. Se puede visitar hasta el 28 de noviembre y creo, sinceramente, que es una de las exposiciones de la temporada de visita obligada. Entendedme, que cada uno haga lo que le plazca, pero si queréis descubrir o rememorar la irrupción del movimiento contracultural o underground en la Barcelona de hace medio siglo no os la podéis perder.
La exposición la ha ideado y comisariado Pepe Ribas, cofundador de la revista Ajoblanco y uno de los indiscutibles referentes contraculturales de nuestro país. Lo primero que quiero destacar es su exhaustividad. No parece una exposición del Palau Robert, no porque este centro no programe muestras interesantes y de calidad, sino porque —imagino que con la voluntad de llegar al gran público—, las exposiciones que suele acoger son algo así como una pequeña degustación. En ésta, en cambio, ¡se nos ofrece el menú completo! Underground y contracultura en la Catalunya de los años 70 es una muestra completísima, rica en material expositivo —más de setecientas piezas originales de la época, que merece la pena observar detenidamente— y con una perfecta ambientación que permite al visitante sentir que pisa algunos de los principales escenarios de aquella explosión de libertad y creatividad: las comunas hippies, la sala Zeleste, el Canet Rock…
La exposición está llena de fotografías de hombres y mujeres jovencísimos a quienes se atribuyen unas ganas locas de cambiar el mundo y unas inquietudes culturales variadísimas (literatura, cine, teatro, cómic…). Me pregunto si aquella juventud de los setenta estaba hecha de otra pasta o, sencillamente, hizo lo que hizo porque no tenía otro remedio. En 2014, entrevisté al dibujante y pintor Nazario Luque, uno de los protagonistas destacados de ese movimiento, y recuerdo que me dijo textualmente: “Éramos underground porque no podíamos ser nada más”. Pues eso.
Me pregunto si aquella juventud de los setenta estaba hecha de otra pasta o, sencillamente, hizo lo que hizo porque no tenía otro remedio
También me pregunto qué habrá sido de toda aquella gente anónima que, en los años setenta, protagonizó el underground y la contracultura: ¿Habrán conservado aquel espíritu contestatario, tantos años después? ¿Continúan comprometidos con el activismo y las luchas por los derechos sociales? ¿Se han aburguesado y ahora recuerdan con una mezcla de nostalgia y vergüenza aquellos pecados de juventud? ¿Cuando han sido padres o abuelos, se han convertido en todo aquello que criticaban de sus respectivos progenitores? ¿Han seguido viviendo en comunas y practicando el amor libre o todo aquello acabó como el rosario de la Aurora?
¿Cuando han sido padres o abuelos, se han convertido en todo aquello que criticaban de sus respectivos progenitores? ¿Han seguido viviendo en comunas y practicando el amor libre o todo aquello acabó como el rosario de la Aurora?
Salgo del Palau Robert pensando que me encantaría que alguien se animara a hacer una exposición o, quizás aún mejor, un documental que mostrara cómo son ahora, cincuenta años después, aquellos entusiastas barceloneses del underground y la contracultura. Podría ser un ejercicio interesante y seguro que nos llevaríamos alguna que otra sorpresa.
De todas formas, hayan o no perdido con los años ese espíritu de rebeldía, todos somos un poco hijos de aquellos melenudos undergrounds y contraculturales que, durante los últimos años del franquismo, reflejados en los hippies que hacían parada en la ciudad antes ir hacia Ibiza y también inspirados por el mayo del 68 francés, enarbolaron la bandera de la liberación sexual, la del feminismo, la de los derechos de los homosexuales, la del antimilitarismo, la del ecologismo y no sé cuántas más.