Piazze d'italia
Una de las pizzas de Piazze d'Italia, en la calle Casanova desde 1992.

Barcelona se rinde a los sabores italianos

La ciudad vive una efervescencia de tiendas y restaurantes regentados por italianos, la comunidad extranjera que más elige la capital para vivir

Que Barcelona gusta a los italianos lo dicen los datos oficiales. Los últimos 22 años, los italianos empadronados en la ciudad han pasado de ser 2.437 a 43.258, según el Institut d’Estadística de Catalunya, (Idescat), a partir del padrón continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE). 

Pero esto también se ve y se escuha por la calle. Los restaurantes y pizzerías con cocineros italianos que preparan especialidades de su país cada vez son más. También han abierto muchas tiendas y pequeños supermercados que importan de Italia las materias primas para preparar en casa los platos más típicos de allí. 

Francesc Collell es importador de productos gourmet de todo el mundo. Entre un 70 y un 80% de artículos del catálogo de su empresa, Colmado Singular, de venta al por mayor y al detalle, viene de diferentes regiones de Italia. Como proveedor desde el 2002 de restaurantes y tiendas de Barcelona especializadas en estos productos, constata que cada vez hay más establecimientos con impronta italiana, y que en los estantes de alimentación gourmet de las grandes superficies comerciales son muchos más los artículos que llegan de Italia. El panettone, a primera vista a supermercados y escaparates de pastelerías y tiendas de comida es un ejemplo.

“Los italianos tienen el don de hacer de una cosa sencilla un manjar exquisito. Lo vemos en la simplicidad de la pizza o la pasta, cosas muy simples pero muy bien hechas, y económicas. Esto, y que somos culturas próximas, explica también que cada vez haya más establecimientos dedicados al producto italiano y más referencias italianas en las grandes superficies”, comenta Collell.

Los italianos, según datos del Ayuntamiento de Barcelona, ocuparon el año pasado el cuarto lugar de las nacionalidades que más vinieron como turistas a la capital catalana, después de los franceses, los británicos y los de Estados Unidos. Y el enero de este año han sido los segundos que más lo han hecho, después de los franceses.

Pasta fresca en la Rambla de las Flores

Unos de los primeros italianos que llegaron a Barcelona para instalarse y abrir un negocio a pie de calle fueron los bisabuelos de Carla Rivali. Eran Atilio Rivali y su esposa, Giustina. Venían de Génova, donde él trabajaba en la aduana. La pareja había programado dejar Italia para ir a vivir a Argentina, pero en su escala en Barcelona, Giustina, que estaba embarazada, no quiso continuar viajando, y se quedaron aquí. Era el año 1902, y en un quiosco en la Rambla de las Flores, la pareja abrió la primera tienda de pasta fresca artesanal en Barcelona, La Italiana Rivali.

“Mi bisabuelo empezó a importar productos italianos, sobre todo mantequilla, por eso al principio la tienda se llamó Il Burro di Milano, pero también traían ruedas de queso Parma y concentrado de tomate, entre otras cosas”. Lo explica la bisnieta, que es ahora quién está al frente de aquel negocio que en 1904 se trasladó al local del número 12 de la calle Bonsuccés donde, casi 120 años después, se continúan despachando selectos productos italianos de charcutería, y elaborando pasta fresca tal y como lo hacían los bisabuelos.

Unos de los primeros italianos que llegaron a Barcelona para instalarse y abrir un negocio a pie de calle fueron los bisabuelos de Carla Rivali: Atilio Rivali y su esposa, Giustina, de Génova

“La pasta fresca siempre ha sido nuestro producto estrella, antes con mucha menos variedad de rellenos y formatos de los que preparamos ahora. Pero cada vez los clientes compran también otros productos italianos como los vinos, condimentos, licores, salsas, y comidas preparadas, que empezamos a hacer en 1994, para acompañar las pastas”, explica la propietaria.

Por todo lo que le ha llegado de sus antepasados, en la Barcelona de principios del siglo XX, “ya empezaba a haber una colonia importante de italianos que, como ellos mismos, tenían que echar de menos su país. Para ellos, mis bisabuelos querían traer los productos típicos italianos, pero también para darlos a conocer en Barcelona”. 

Entrada La Italiana
Entrada de La Italiana.

Hoy, tal y como remarca Carla Rivali, lo que más reclamo sigue teniendo es la pasta, “tanto larga, como corta, fresca o seca, y hemos ido introduciendo novedades, como el molde para hacer galets de Navidad, y la pasta rellena. Todos los tipos de pasta están muy solicitados. Tenemos muchas variedades de sabores vegetales, con sepia, rellena de pescado, de verduras, de carne y de quesos. Los clientes son cada vez más exigentes y demandan productos de mucha calidad y perfección, y es en esto donde nosotros nos hemos situado bien”.

Un 25% de sus clientes son italianos que viven en Barcelona, y el resto, autóctonos. Venden al por mayor y al detalle, y diariamente sirven producto fresco a restauradores y comercios especializados en productos italianos de primera. Tienen producciones italianas de prácticamente todas las regiones, pero también una amplia gama de vinos catalanes. “Quiero ir haciendo mitad cultura italiana y mitad catalana, como yo, que soy mitad y mitad”, dice Carla Rivali. También despachan quesos de la Garrotxa, de la Rioja y de Francia. Ella está muy de acuerdo con que el producto italiano atrae mucho, considera que “los italianos son muy de su producto y creen mucho en lo que hacen”, por eso no le parece extraño que en una ciudad como Barcelona proliferen tanto los negocios de cocina o productos italianos.

Pasta La Italiana
Carla Rivalia despachando en La Italiana.

De Turín en Barcelona

Nicola Marino tiene contabilizados unos 500, entre pizzerías, restaurantes de cocina italiana y comercios de productos gourmet importados de Italia, aunque no todos los cocineros, encargados o dueños sean auténticamente italianos. Él sí que lo es. Nació en Bari en 1963, a pesar de que vivió gran parte de su vida en Italia en Turín. Es hijo y nieto de panaderos y pizzeros. Hasta los años 90, se hizo cargo de una pizzería que su padre había heredado de un hermano, en 1971, en Turín. Desde allí llegó a Barcelona en 1991, cuando —dice— casi no había restaurantes auténticos que sirvieran especialidades de otros países.

En la Barcelona que todo el mundo ya podía en el mapa gracias a aquellos gloriosos Juegos Olímpicos, Nicola abrió en el número 94 de la calle Casanova su restaurante Piazze d’Italia. Risottos, pastas amenizadas con trufa o pizzas cocidas al horno de leña deleitan desde hace 31 años a los barceloneses y a visitantes de la ciudad. Nicola está convencido que aumentar el nivel de la calidad en los ingredientes y elaboraciones atrae a un turista más exigente y de calidad, también con una buena oferta cultural en la ciudad.

Nicola Marino tiene contabilizados unos 500 negocios italianos, entre pizzerías, restaurantes de cocina italiana y comercios de productos gourmet importados de Italia, aunque no todos los cocineros, encargados o dueños sean auténticamente italianos

Durante los cinco primeros años del restaurante, prácticamente todos los ingredientes para sus platos los traía él personalmente en su 600 que conducía desde Turín. “La burrata casi nadie la conocía aquí, tampoco la pasta al dente”, explica. Y del mismo modo que Nicola Marino se ha esforzado esta treintena de años en dar a conocer lo mejor de la cocina italiana, considera una lástima que la ciudad de Barcelona no haya ayudado a preservar los restaurantes de cocina autóctona. “Está creciendo mucho la oferta de restaurantes de otros países, sobre todo los de italianos, pero la cocina catalana se está perdiendo en Barcelona”, expone.

Caminando por las calles de Barcelona es muy fácil ir encontrando los colores de la bandera italiana o los nombres en italiano que identifican establecimientos de alimentación de ese país. Entre ellos, están las tiendas Cibus Italia, Makkeroni, Delizie gourmet italiano, Redoro, La Deliteca, La Castafiore. Pizzerías, hay prácticamente alguna en cada calle. Una de las que primero hubo es La Bella Napoli, y una de las que cuenta con más historia en Nápoles, Damichele, también está en Barcelona. Las trattorias y restaurantes de platos italianos, como Bella Italia, Makekosa, Agreste de Fabio & Roser, Leccabaffi y Bocca di Bonifacio, acaban de perfumar la ciudad con toques de albahaca y orégano.

Nicola Marino Piazze d'Italia
Nicola Marino de Piazze d’Italia.

Los helados de la familia Pavese

Heladerías con gusto italiano Barcelona también tiene bastantes, en establecimientos muy particulares y auténticos como la Cremeria Toscana o la Officina Gelato Gusto Italiano (Oggi). Y la oferta continúa creciendo. Pero una de las primeras que se abrió la puso en marcha en 1993 en el paseo de Gràcia, los Pavese, una familia italiana. Alessandro Pavese, a quién todo el mundo conocía como Dino, era un viticultor de la región del Piamonte que tenía una tienda de fruta en Turín. Había descubierto el Empordà gracias a un amigo que se había hecho una casa en la Costa Brava. Paseando por ella, se fijó en los turistas que tomaban un helado cerca del mar. Y, conociendo tan bien la fruta, por su trabajo en Italia, al volver a Turín buscó un maestro heladero para que le enseñara a hacer helados artesanales con frutas de su tierra. El año 1978 abrió en el pueblo de Empuriabrava una heladería con obrador propio, y en el Empordà continúa teniendo todavía hoy la fábrica donde se elaboran los helados que despachan en las más de 30 heladerías de Gelati Dino en todo el mundo. En la ciudad de Barcelona hay nueve, en la Barceloneta, en Gràcia, en el Poblenou, en Sarrià, en Sants y en diferentes centros comerciales. En la provincia de Barcelona tienen cuatro más y dos en la costa barcelonesa.

Gelati Dino es, pues, otro gran puente de conexión comercial, de sabores y de cultura entre Barcelona y diferentes regiones italianas. De Sicilia llegan los cítricos que usan, los pistachos se cultivan en la pequeña localidad siciliana de Bronte, en el terreno volcánico de la Etna, las avellanas viene del Piamonte, la pulpa de mango, de India, y las almendras y otras frutas que contienen sus helados son de España.

Heladería Dino
Heladería Dino, en el Poblenou.

Culturas próximas

Cecilia Ricciarelli llegó a Barcelona en 2008. Nació en Roma y se licenció en Letras. Antes de instalarse en Barcelona, donde ya vivía un hermano suyo, se doctoró en Cine, en París. Allí compaginaba los estudios con clases que daba de italiano. Después vivió en Israel y en México, donde fue profesora en la universidad. Al llegar a Barcelona, dio clases de su lengua materna en el Istituto Italiano di Cultura y en el Istituto Europeo di Design. Como no había en Barcelona una librería auténticamente italiana donde encontrar las obras de los autores italianos que pretendía trabajar con sus alumnos, decidió abrirla ella. En 2011 abría en el barrio de Gracia la librería Le Nuvole. Muy atenta a todo el que se publica en su país, y a las entrevistas que se publican con los autores y autoras italianos, pone al alcance de los barceloneses cuentos, novelas y todo tipo de libros con sello italiano. 

En el número 11 de la calle de Sant Lluís, en el barrio de Gràcia, su librería, tal y como ella misma comenta, es “una referencia para los italianos que viven en Barcelona, pero también para los que la visitan. Y los barceloneses también muestran mucho interés por la cultura italiana”. Entre todos los libros en italiano, en Le Nuvole también encontramos las traducciones en catalán y castellano de la selección de literatos italianos que hace Cecilia, que organiza talleres de escritura creativa, un club de lectura y cursos individuales y en grupo para aprender la lengua italiana. Junto con la Biblioteca Jaume Fuster, prepara la edición de este año, en otoño, del Flibfestival, un encuentro de escritoras y escritores italianos, catalanes y españoles para reflexionar y dialogar sobre un tema.

Entre todos los libros en italiano, en Le Nuvole también encontramos las traducciones en catalán y castellano de la selección de literatos italianos que hace Cecilia

Con el mismo propósito de promover la cultura y la lengua italiana había nacido en Barcelona en 1950, el Istituto Italiano di Cultura, un ente público dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia. Se encuentra en el número 5 del pasaje Méndez Vigo, en una torre prácticamente delante de otra gran institución para los italianos en Barcelona: La Casa Degli Italiani, considerada como la asociación italiana más antigua en el extranjero que todavía hoy sigue activa.

También importantes empresas italianas que se expandieron internacionalmente eligieron Barcelona para establecer su primera sede fuera de Italia. Uno de los casos que han dejado más huella en la ciudad fue la Olivetti. El edificio de la primera fábrica de máquinas de escribir de esta firma abierta fuera de Italia, todavía sigue en pie en la Plaza de las Glòries.

Llibreria Le Nuvole
Interior de la librería Le Nuvole.

Barceloneses italianos in crescendo

Los 43.258 italianos empadronados que revelan los datos del Idescat, a partir del padrón continuo del INE a 1 de enero del 2022, lo pueden ser porque han nacido en Italia o bien porque lo han hecho en Argentina (u otros países), pero que por ser sus padres o abuelos nacidos en Italia, pueden tener también la nacionalidad italiana. Todos juntos representan el 12,3% de los extranjeros que viven en Barcelona y un 2,64% de la población total de empadronados en Barcelona. La comunidad italiana ha ido creciendo exponencialmente, casi 20 veces más de habitantes en Barcelona con nacionalidad italiana en los últimos 22 años.