Hace algo así como tres semanas, Ada Colau viralizó una de sus famosas sesiones Aló Alcaldesa de Instragram en la que respondía a las dudas de sus seguidores en la red. Reconvirtiendo la propaganda de toda la vida en un ejercicio de buen rollo, con poses y bromitas de youtuber incluidas, la alcaldesa dijo que se dirigiría a los ciudadanos en español para comunicarse con “el máximo número de gente”, recalcando también que estaba dispuesta a responder preguntas en catalán para “así, de forma natural, nem fent.” Relegando de esta guisa la lengua propia de la capital que Colau representa a lo excepcional (o, todavía peor, a dicho nem fent que es algo parecido al anar-hi anant e incluso al de més verdes en maduren), Colau estampaba el seal of approval municipal al imparable proceso de substitución lingüística que sufre el catalán en Barcelona y su Área Metropolitana traducida en esta curiosa tendencia a considerar el español una lengua común —es decir, que todo dios puede entender— alejando a la lengua catalana de esta misteriosa puerta de acceso a la comprensión global y, por tanto, al “máximo número de gente.”
La opción lingüística sorprende y no es políticamente irrelevante. Si consultamos la última Enquesta d’Usos Lingüístics de la Població que publica quinquenalmente el Idescat, la última en 2018, veremos que un 94,4% de los ciudadanos de Barcelona dicen entender el catalán (un 85,3% lo lee, un 78,7% lo puede hablar y un 60,6% es capaz de escribirlo) con lo cual, si se trata de dirigirse a los barceloneses, Colau o cualquier representante municipal podría hacerlo perfectamente en nuestra lengua con la objetiva seguridad de que la práctica totalidad de sus electores la entendería sin problema. Pero, justamente por el proceso del nem fent (es decir, de la falsa naturalización de concebir el español como naturalmente inclusivo y el catalán como factor de distorsión comprensiva), la misma encuesta nos dice que el catalán ha llegado a ser la lengua habitual de un escaso 29,3% de los barceloneses, un porcentaje que sucumbe al 27,5% en el ámbito metropolitano. Entre todos los datos del estudio hay uno que habla por sí solo: sólo un 16,5 de los barceloneses inicia siempre una conversación en catalán.
A parte de un canal comunicativo entre hablantes, la lengua también es un factor de mercado y su viveza se mide por la exigencia de conocerla y usarla en ámbitos importantes de la economía cómo el comercio, la administración o el sector de servicios. No pretendo aburrir (ni deprimir) con un exceso de datos, pero desde esta perspectiva asusta comprobar como en Barcelona el uso del catalán es prioritario sólo en un 15,4% de la administración estatal, en un 11,6% de los grandes centros comerciales, en un 13,1% de las tiendas y pequeño comercio, en un 24,4% de bancos y cajas y en un 20,6% del personal médico. Es decir, y para no hurgar en el callo, que no existe un solo aspecto de la vida socioeconómica de un barcelonés donde la lengua catalana no sea tratada como un factor de excepción. Dicho de otro modo, y para saberlo no hacen falta encuestas sino tener oídos, que se ha normalizado que la lengua propia del país devenga secundaria. El catalán en nuestra ciudad es, en resumen, una lengua entendible pero en paulatina muerte.
El catalán en nuestra ciudad es, en resumen, una lengua entendible pero en paulatina muerte
Si el lector piensa que estoy exagerando, recordaré que los lingüistas acostumbran a cifrar en un 20% el umbral de muerta de una lengua. Como nos ha recordado ad nauseam la filóloga Carme Junyent, el hecho más común cuando uno recuerda la desaparición de una lengua es que la desgracia siempre coge por sorpresa a sus hablantes. El catalán no se encuentra ni mucho menos en situación de extinción, pero si la evolución de estas cifras en la capital del país (es decir, en el lugar natural en que nuestra lengua debería tener el centro de prestigio y de uso) continúan igual la aproximación a dicho tanto por ciento no es ciencia ficción. De hecho, en el estudio que comento todavía subsiste algo peor: por motivos que escapan a la mayoría de investigadores en el tema, Idescat siempre se ha negado a poner en disposición pública los datos matrices de su encuesta (como hace por ejemplo el CEO), con lo cual no acabamos de saber todavía cuál es la cocina preparatoria del estudio. Para los que tenemos una edad, cuando uno esconde una información con opacidad no acostumbra a ser preludio de buenas noticias…
Paralelamente, como bien ha apuntado Jordi Martí Monllau, el universo total de la EULP 2018 no incluye los hábitos de hasta 1.213.000 personas en el ámbito de menores de 15 años, lo cual representa un 16% de la población infantil y un sector clave de la población en lo que concierne a la evolución de la lengua, lo cual es esencial en un momento en el que la mayoría de estos jóvenes es susceptible a la influencia de contenidos en red donde el catalán todavía batalla con dificultad. En el magnífico estudio Català, youtubers i instagramers (Un punt de partida per promoure l’ús de la llengua), Marina Massaguer Comes, Avel·lí Flors-Mas y F. Xavier Vila han advertido del proceso de diglosia digital que sufren los adolescentes catalanes, principalmente en Youtube e Instagram, donde la mayoría de jóvenes del país consumen y producen contenidos mayoritariamente en español. En el caso de Youtube, el español multiplica por 400 el total de visualizaciones que publican los youtubers catalanes (690 millones contra 1,7) y en Instagram, la media de seguidores de cuentas en español multiplica por 17 la de cuentas en catalán.
Cuando Colau juega a ser instagramer en español, insisto, naturaliza la diglosia digital que pronto devendrá un nuevo factor de españolización de los adolescentes barceloneses. Nuevamente, este fenómeno no necesita encuestas: basta con ver a jóvenes catalanohablantes educados en catalán compartiendo la mayoría de contenidos en español en la red, con lo cual se naturaliza de nuevo el español como lengua de intercambio, ocio y distracción. Este hábito ha provocado que el uso del catalán entre adolescentes del Área Metropolitana haya caído hasta un 16,9% lo cual, blanco y en botella, implica que los chavales del país se desentiendan de nuestra lengua como un factor de intercambio de contenidos culturales. Como bien dijo Juliana Canet en una entrevista con el inefable Rufián en su programa de autopromoción de la tercera vía (que se realiza en español, naturalmente), renunciar a un derecho humano como el uso de la lengua en un ámbito como Internet puede equipararse perfectamente a un genocidio cultural. No es exagerado, por tanto, decir que en Barcelona se está produciendo un lingüicidio.
No es exagerado, por tanto, decir que en Barcelona se está produciendo un lingüicidio
Estos datos que comparto son públicos, aunque opacos, y configuran un panorama desolador que no sólo se intensifica y crece con el famoso nem fent colauista, sino con el prejuicio y la petulancia de muchos de nuestros representantes a la hora de defender la vigencia del modelo de inmersión lingüística. Nuevamente, a la mayoría de lectores no les harán falta encuestas para comprobar cómo existen muchos institutos de Barcelona y alrededores donde la lengua vehicular no es el catalán. De la misma forma que hemos defendido muchos años nuestro sistema sanitario, con provinciano narcicismo, como si fuera la monda del planeta tierra (cosa que la irrupción de la Covid ha demostrado falsa), los políticos del país llevan lustros sosteniendo la falsa monserga de la vigencia de la inmersión en Catalunya. Digámoslo de nuevo: es falso, el catalán no es necesaria y obligatoriamente la lengua vehicular de la enseñanza en el país y mantener esta ficción puede curarnos la mala conciencia, pero le hace un flaquísimo favor a la lengua. Mentir y esconder los datos, en general, nunca acostumbra a comportar buenos resultados.
El castellano es una lengua que los catalanes entendemos, hablamos, escribimos y que admiramos y queremos porque también es nuestra, faltaría más
¿Barcelona habla catalán?, preguntaba en el título del artículo. Aunque pese, la respuesta es que no, y nuestra capital empieza a supurar un clima lingüístico parecido al Alguer, Alicante, Valencia ciudad o algunas zonas de la Franja. Hay que exigir a nuestros representantes algo tan sencillo y comprensible como que tengan una militancia lingüística calcada a la de los políticos españoles, que nunca discuten la condición comprensiva y común de su lengua, una lengua que los catalanes entendemos, hablamos, escribimos y que admiramos y queremos porque también es nuestra, faltaría más. Pero naturalizar el hecho de hablar catalán también debemos exigírnoslo a los hablantes, pues si somos igualmente militantes y no renunciamos al derecho humano que representa hablar nuestra lengua en nuestra ciudad quizás las cifras se alejen de la agonía. Pero hay algo muy claro: esto del nem fent acabará matando al catalán. De momento, Barcelona ya no lo habla. Pese a quien pese.