Cualquiera de los miles de turistas que se sumergieron el viernes en los escenarios de Fira Gran Via, se encontró a primera hora con un público volcado a las palmas y a los quejíos, entre mucho sudor. No era la típica música electrónica que más tarde ofrecerían grandes artistas del panorama internacional como Bonobo, Moderat o The Blaze. C. Tangana se estaba comiendo el primer concierto de la noche con su apabullante propuesta de espectáculo, Sin cantar ni afinar tour, una mezcla de videoclip en directo y fiesta sin límites.
Entre brilli brilli y camisas festivaleras, había un predominio de los locales y todos ellos estaban completamente entregados, hasta enloquecidos. Como para no estarlo. Temazos como Demasiadas mujeres, Ingobernable, Tú me dejaste de querer, Comerte entera, Me maten, Los Tontos o Llorando en la limo se acompañaban de una realización que parecía de un producto audiovisual, con C. Tangana siendo el protagonista de su propio sarao en el escenario, entre mesas de bar, músicos y secundarios, todos ellos, a las órdenes de una trama que hacía de hilo conductor. El público era el invitado casual a todo aquello y hasta se podía descolgar, cuando El madrileño les permitía pequeños placeres, como ponerle las luces en plan Slomo para que se trasladaran en fracciones de segundo a una discoteca y fueran a su rollo.
Muchos de los foráneos que se habían adentrado entre la masa no tardaron en salirse, conscientes de que aquello era lo que se dice typical Spanish y muy intensito. Algunos se quedaban a escuchar, si bien es cierto que un poco más estáticos que la gran mayoría, pero también fascinados por el despliegue musical con el que C. Tangana complementaba cada canción. Es decir, los ya habituales invitados de lujo que le acompañan en esta gira y que se dieron a conocer internacionalmente en el Tiny Desk, como La Húngara, El Niño de Elche o Antonio Carmona. Faltó el de Castelldefels, el aclamado Alizzz.
Hasta el mismo Puchito estaba un poco sorprendido de estar tocando su música en un festival como el Sónar. En un receso entre canciones, se dirigió al camarero que les estaba sirviendo una copa detrás de otra —y también bebiéndoselas—, extrañado por ser él y su pandilla los que estaban ahí. Y es entonces cuando tiró de recuerdos. “El primer concierto que di en mi vida en un festival fue en el Sónar”, se echó a contar, “era a las tres y media de la tarde y no había nadie”. El tipo de declaraciones con las que los fans se entregan con fervor a su adorado para recordarle que él, ahora, ya es el cabeza de cartel.
Un caso de crecimiento exponencial que no solo servía para él sino también para la otra gran protagonista de la noche. Otra emergente en el Sónar de hace unos años que ha vuelto como líder indiscutible: Nathy Peluso. Sabiendo que los dos artistas tocaban la misma noche, las quinielas antes de entrar al concierto eran para saber si: a) Cantarían juntos Ateo; b) Cuál de los dos sería el que se presentaría en el concierto del otro. Conscientes de que era una duda pesarosa que perseguía al público, C. Tangana y Nathy Peluso dieron una respuesta pronto, con la aparición de la cantante argentina afincada en Barcelona en la cuarta canción del concierto de El madrileño. Poco que decir de la bachata cómplice que se marcaron en el escenario, reproducida con intensidad por el público. Daba igual que no hubiera dado tiempo de ir a por bebida y que el calor y el sudor, tanto el propio como el ajeno, invadieran toda la atmosfera. Con Ateo, uno solo puede entregarse a lo que venga.
Pero esa no fue la única vez que Nathy Peluso desató la euforia en el Sónar. Ya lo había hecho la noche antes, protagonizando el concierto inaugural del festival, y lo volvió a hacer después del concierto de C. Tangana. En unos pabellones feriales más allá y al aire libre —muy de agradecer—, Nathy Peluso se marcó su otra fiesta. Sinuosa, sensual, arrolladora. Daba igual que Pucho y su crew hubieran dejado el listón tan alto que hasta había quien se preguntaba si valía la pena seguir en Fira. El show de la argentina combinaba perreo con ballet, saltos a la comba y pasos de clase de body pump. Todo seducía y calentaba el ambiente.
El público, cada vez más animado con el paso de las horas y el ir acumulando consumiciones, le intentaba seguir el ritmo bajando hasta donde daban las piernas, pero pronto se dieron cuenta que lo de Nathy Peluso no es humano. “Barcelona, les invito a pasar una noche mágica”. Mágica y lo que ella quisiese y decidiese con Celebré, Sana sana, Sugga, Puro veneno, Business woman, Mafiosa o Corashe. Y no faltó el ya universal I’m a nasty girl, fantastic. Sabiendo que a los locales no hay mejor manera de ganárselos que con un clásico, la artista multidisciplinar cerró su concierto con su versión de Vivir así es morir de amor de Camilo Sesto. Y, bueno, ya se pueden imaginar como retumbaron sus estrofas en la noche hospitalense. “Barcelona, te quiero”, concluyó entre luces de móvil.
Sabiendo que a los locales no hay mejor manera de ganárselos que con un clásico, la artista multidisciplinar cerró su concierto con su versión de Vivir así es morir de amor de Camilo Sesto
Con todo, los que habían llegado al Sónar casi por accidente, ateos de la música electrónica, rendidos tras escuchar a C. Tangana y Nathy Peluso, no pudieron hacer nada más que quedarse y dejarse llevar por las múltiples atracciones del festival. Ambientado en un espacio desnaturalizado e industrial, los decibelios y los ríos de gente invadían cada rincón de Fira Gran Via, desprovista de sus omnipresentes señores encorbatados de congresos y sus expositores y moquetas más serios. La noche del viernes no solo actuaban grandes nombres, sino que también había espacio para perderse en el Sonar Car, cubierto de cortinas rojas rollo Twin Peaks, y hacerlo durante seis horas ininterrumpidas. Hasta había opciones de ocio con las que sacar adrenalina —si a alguien le quedaba—, como los autos de choque del pabellón 3, justo donde acostumbran a situarse los mejores estands del Mobile en invierno.
Y, no queriendo ser menos que otros festivales de la ciudad, tampoco faltaron las colas. En algunos momentos, pareció misión imposible poder cargar la pulsera, con filas largas que avanzaban lento y sus integrantes sabiendo que, cuando las superasen, tendrían que volver a esperar para cenar y poder beber algo, una necesidad siempre básica, todavía más en plena ola de calor. Asimismo, con C. Tangana abriendo la noche, se vivió un poco de descontrol para llegar a tiempo a su concierto, con aglomeraciones poco habituales en el Sónar a primera hora, según reconocían los más expertos. El artista, como buen conocedor de los sinsabores de la vida, retrasó su salida en escena, alegrando la espera con el Achilipú de Dolores Vargas o alguna del Morad. Para los que hubieran querido que apareciese el rapero de La Florida con Puchito después de esa previa, le podrán ver este sábado en el Sónar de Día. Como en su momento estuvieron C. Tangana y Nathy Peluso.