¿Qué tienen en común el Palacio de las Artes de Valencia de Calatrava, cuya fachada empezó a agrietarse, desprenderse y abombarse al poco de haberse terminado; el Ecce Homo de Borja tras pasar por las manos de Cecilia Jiménez, o la vergonzante versión del Angie, de los Rolling Stones, por Melendi?
Las tres son consideradas Arte Destructivo: “Una expresión artística inquietante, extraña y polémica que propone crear destruyendo”, explica Manoli Mansilla, coordinadora de la galería Legax Art —331 de la calle Aragó— que desde el 20 de mayo hasta el 25 de junio exhibe la colectiva La Ruina Anticipada, una exposición que acerca al público las últimas tendencias en esta corriente artística con obras de Rafael Jiménez, Miquel Sabaté y Joan Vilacasas.
“Siempre me han interesado los fenómenos políticos extremos —argumenta Mansilla— ya sea en el arte o en la cultura, y el Arte Destructivo forma parte de esas notas al pie de la Historia oficial que permiten conocer el siglo XX y el XXI”.
Trayectoria discontinua
Normalmente, se fechan los orígenes del fenómeno en 1961, cuando el artista argentino Kenneth Kemble reúne a artistas, críticos, psicoanalistas, ingenieros de sonido, arquitectos y músicos con el objetivo de realizar una reflexión colectiva sobre los principios de la destrucción. Los frutos de aquel debate cuajarían el 20 de noviembre de aquel año, en una exposición de diez días en la bonaerense Galería Lirolay.
— ¿Pero realmente el Arte Destructivo nació ahí?
Mansilla toma la palabra: “Para ser honestos y rigurosos, debería señalarse que en 1959, dos años antes de que el señor Kemble liderara su exposición en Argentina, el artista alemán Gustav Metzger escribía el Manifiesto del Arte Autodestructivo en el que subrayaba los poderes destructivos del hombre con la intención de contribuir a una serie de cambios sociales”.
Aún así, la coordinadora de Legax Art niega que, en su opinión, el Arte Destructivo siga ningún modelo o criterio fijo. “Se trata más bien de cuestionar ese tipo de Historia del Arte que todo el mundo cree que es un capital dado. Los mejores dadaístas no hicieron arte, tenían un verdadero sentido espiritual de la aventura. El propio Arte Contemporáneo nunca ha renegado de la destrucción y la utiliza como medio de expresión. Todo el movimiento de vanguardia es un pensamiento de ruptura y, en ciertos -ismos, la destrucción del pasado se convirtió en un núcleo esencial de su teoría artística. El Primer Manifiesto Futurista no puede ser más explícito: “Nosotros queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo…”.
Queda claro, pues, que no hay un hilo conductor formal y que la destrucción, en el Arte, requiere una reflexión y un análisis amplios y no embutidos en la rigidez de criterios historiográficos.
Senda de destrucción… para crear
Mansilla habla del Erased de Kooning de Robert Rauschenberg, “quien literalmente borró un dibujo a lápiz de Willem de Kooning”, del grupo Fluxus “y sus célebres pianos destruidos”, de Jean Tinguely “y sus máquinas cuyo fin era la entropía y la destrucción”, de las intervenciones de Jake y Dinos Chapman sobre los grabados de Goya, de Pete Townshend machacando su guitarra Rickenbacker contra un amplificador para sacar ese ruido único que definiría la expresión sonora del Pop Art, del “estropicio de cristales al son de los tambores de Calanda” del Punk catalán ante litteram Jordi Valls y Vagina Dentata Organ, en el Pompidou. “Todos estos artistas han demostrado que es posible crear destruyendo y el proyecto expositivo de La Ruina Anticipada se inscribe en esta tradición artística”, sentencia.
— ¿En qué sentido, concretamente?
— En el sentido de que, de alguna manera, los artistas Rafael Jiménez, Joan Vilacasas y Miquel Sabaté tienen la necesidad incontrolada de destruir o manipular el soporte físico de un arte al que consideran limitado por los encorsetamientos del medio.
Una reflexión sobre el tiempo
En la exposición, las obras de Jiménez, Sabaté y Vilacasas se emplazan en un tiempo suspendido en el que no existen transiciones entre pasado, presente y futuro. Ante sus obras observamos que han imaginado, creado y desfigurado una Historia del Arte que acabó hace mucho tiempo pero que sigue viva, en perenne transformación. “La Ruina Anticipada es un intento por hacer de la Historia algo más que una simple colección de hechos muertos”, argumenta Mansilla, que explica el criterio con el que se pensó, desarrolló y cimentó la muestra.
La Ruina Anticipada es un intento por hacer de la Historia algo más que una simple colección de hechos muertos”, argumenta Mansilla
“Descubrí el trabajo del cordobés Rafael Jiménez hace años y siempre he deseado que viniera a exponer en Barcelona, porque su técnica es misteriosa y original: pinta con plastilina. Sus obras parten de la reflexión sobre la memoria común y de la distorsión a partir de imágenes mentales asociadas al pasado”. Poco después, conocería al barcelonés Miquel Sabaté: “Me fascinaron sus trabajos, en que guillotina sus proyectos antiguos, esbozos y estudios, de los que vuelve a reordenar los trocitos al azar tejiéndolos en una trama geométrica, en la que la progresión entre las grafías y las tonalidades compone una nueva distorsión de la realidad”.
Finalmente, hace un mes Mansilla halló en el fondo de la galería una carpeta llena de planimetrías de Joan Vilacasas: “Las planimetrías son una expresión plástica que Vilacasas inventó en los años 50. Se trata de composiciones laberínticas inspiradas en mapas cartográficos. Vilacasas los estudió de cerca durante su servicio militar en la sección topográfica del Ejército. Se trata de micro paisajes ficticios que dibujó durante toda su vida, hasta el punto de que acabó siendo un outsider”. El artista fallecería en 2007, a los 87 años.
— ¿Y el título de La Ruina Anticipada, exactamente, de dónde viene?
“Dice Lacan que en cualquier cuadro hay una representación de la guerra, como si fuese una escena de batalla. En cierto modo, comprendí que en las obras de estos tres artistas estaba presente la guerra y no necesariamente en primer plano: en las obras de Sabaté, Jiménez y Vilacasas la batalla ya se ha librado, guillotinando, distorsionando la plastilina con los dedos, rayando el papel. Y, como consecuencia de esta destrucción, sólo permanecen las ruinas. De ahí el título del proyecto”, ilustra la coordinadora de esta pequeña galería del Eixample, antes de despedirse con una citación a Víctor Hugo que, para el caso, le viene como anillo al dedo:
— “Cuando se hace una ruina, hay que hacerla bien”.