La Ronda Sant Antoni de Barcelona acaba de estrenar Antiga Casa Buenavista, un hotel boutique de cuatro estrellas y 43 habitaciones que supone la culminación de un sueño, el de la familia andorrana Molleví. Con este proyecto, que se ha encontrado con múltiples dificultades en el camino, los Molleví rinden homenaje a sus antepasados, que hace un siglo abrieron en la misma finca la ya desaparecida casa de comidas Buenavista, que ahora también se recupera.
Esta apertura es totalmente extraordinaria en el actual contexto de moratoria hotelera en Barcelona, ya que en Ciutat Vella no pueden ponerse en marcha nuevos establecimientos hoteleros y menos si se trata de una nueva licencia, como ocurre con Antiga Casa Buenavista. Se trata, por lo tanto, de uno de los últimos proyectos que consiguieron, en 2015, hacerse con la licencia hotelera, aunque las obras no comenzaron hasta 2018 después de sufrir diversas okupaciones. La construcción ha coincidido con la pandemia y ha tenido que sortear otras dificultades, como las excavaciones arqueológicas que tuvieron que realizarse cuando se encontraron restos de un antiguo monasterio durante el movimiento de tierras.
Antigua Casa Buenavista se encuentra en el número 84 de la Ronda Sant Antoni, a pocos metros del Teatro Goya y de la Plaça Universitat. En realidad, el hotel, de cinco plantas, ocupa dos fincas, ya que también tiene una fachada en la calle Joaquim Costa. En 1918, en los bajos de este edificio, Mateu Molleví y su esposa Conxita abrieron el restaurante Casa Buenavista e instalaron su residencia justo encima del establecimiento. El local se hizo muy popular en el barrio gracias a que ofrecía cocina tradicional de mercado a precios asequibles y se encontraba en una ubicación estratégica, junto al entonces recién inaugurado Teatro Goya. Intelectuales, artistas y burgueses de principios de siglo, pero también clases populares y familias del barrio se daban cita en esta casa de comidas, que estuvo gestionada por distintas generaciones de la familia Molleví hasta su cierre a mediados de los años 70. Después, durante mucho tiempo, el local del antiguo restaurante estuvo ocupado por la tienda de electrónica Fase 4.
Ahora, han sido los hermanos Àlex y Guille Molleví, bisnietos de los fundadores, quienes han hecho realidad, junto a su padre, el proyecto de reapertura del restaurante y la construcción del hotel. “Hace 20 años que teníamos en mente transformar este histórico edificio en un hotel familiar de marcado carácter barcelonés y poder reabrir la casa de comidas”, explica Guille Molleví a The New Barcelona Post. La familia, que con los años se hizo con la propiedad de la finca, no es ajena al negocio hotelero, todo lo contrario. El padre de los dos impulsores de Antiga Casa Buenavista llegó a tener una cadena de hoteles en Andorra y, actualmente, la familia sigue gestionando el Hotel de l’Isard, en la Avenida Meritxell de Andorra La Vella.
Para la construcción del hotel de la Ronda Sant Antoni ficharon al estudio TDB Arquitectura, del arquitecto Juan Trias de Bes, que ha concebido un establecimiento muy acogedor en el que se han cuidado al máximo los detalles, con un marcado componente de diseño, materiales de alta calidad y donde se da prioridad al confort del huésped. Se ha mantenido la fachada original del edificio y sus esgrafiados, mientras que el interior es todo nuevo, aunque se han incorporado elementos típicos de la arquitectura barcelonesa, como los suelos hidráulicos o los techos de bóveda catalana. También se ha puesto énfasis en el mobiliario, que elude al diseño barcelonés gracias a la asesoría del equipo de MINIM. En parelelo, Concepción Padilla se ha ocupado del sugerente interiorismo y decoración del restaurante Casa de Comidas Buenavista, que también acaba de inaugurarse en la planta baja.
El establecimiento cuenta con el asesoramiento del chef leridano Marc Roca, dueño del restaurante Blau de la calle Londres de Barcelona. Por ahora, solo abre a mediodía, pero la idea es que en unos meses la cocina funcione de forma ininterrumpida todo el día, los siete días de la semana. La carta del local se centra en las tapas, los platos tradicionales de cuchara y cocina a la brasa.
Anchoas en aceite, ensaladilla de ventresca, croquetas de cocido y tortilla de bacalao al pil pil son algunas de las propuestas para abrir boca. Como platos principales destacan los canelones, las albóndigas con boletus, las carrilleras de ternera con parmentier, el capipota, los calamarcitos con garbanzos o un arroz meloso de gambas y sepia. Si se es más de brasa, se puede elegir entre un chuletón, una presa ibérica, una butifarra con judías de la Boquería o unas almejas gallegas al Jerez con jamón ibérico. De postre, clásicos como el babá al ron, un suizo con nata fresca o un valenciano: copa de naranja con Cointreau.
Iluminado por un lucernario, el restaurante tiene un pequeño patio con una fuente y está decorado con dibujos que se utilizaban en las cartas de la antigua casa de comidas y con frases que también lucían las paredes del histórico local, como Amb pa i vi es fa camí; Barriga llena, corazón contento; o No hi ha res millor que un trago amb porró.
Volviendo al hotel Antiga Casa Buenavista, destaca la luminosidad que aporta el patio interior y la piscina rectangular exclusiva para los clientes ubicada en la quinta planta, con vistas privilegiadas al mar de terrazas y tejados del Raval y Ciutat Vella. También se ha decorado con maestría el Altell, una entreplanta reservada para clientes con salas de reuniones, biblioteca y unos sofás frente a una chimenea. En cada piso hay cuatro habitaciones con balcón que dan a la Ronda Sant Antoni y el resto de habitaciones tienen vistas al patio interior o a la calle Joaquim Costa. El hotel apuesta por comprar a proveedores locales, así, las sábanas son de Bassols y los amenities de Natura Bissé. También en las compras para abastecer a la cocina se primará a los comercios de proximidad del Raval y o del Mercat de Sant Antoni.
La familia Molleví, que prefiere no desvelar la inversión efectuada, gestionará directamente el hotel, que no forma parte de ninguna cadena, y asegura que su vocación es a largo plazo. “Este proyecto no es una inversión especulativa, todo lo contrario. Nuestra vocación es de permanencia al 100%; aplicaremos una gestión familiar, con un alto nivel de servicio y una excelente relación con los vecinos e integración en el barrio”, explican los hermanos propietarios. El hotel ha supuesto la creación de 30 puestos de trabajo y actualmente comercializa sus habitaciones a un precio que oscila entre los 180 y los 220 euros la noche.