Es escuchar eso de “Fui a la orilla del río” y ya solo se puede ir para arriba. Más si esa noche se cumplen, exactamente, 25 años de cuando empezó todo para los Estopa. Fue el 18 de octubre de 1999 cuando salió su primer disco, batiendo récords que nadie se hubiera imaginado en Cornellà, y no podía haber mejor fecha para cerrar la gira de celebración en la que lleva inmersa el dúo del Baix Llobregat desde el pasado abril, a base de sold outs y agotar todas las entradas en pocas horas.
“Esos puños al cielo de Barcelona”, han proclamado los hermanos Muñoz nada más subirse al escenario del Palau Sant Jordi, sin duda, emocionados como siempre, pero más calmados que hace unos meses, cuando se convirtieron en el primer grupo español en llenar el Estadio Lluís Companys con más de 60.000 personas dejándose la voz. Y no se han hecho de rogar tanto como la otra vez. Entre el público de este viernes, había los que se quedaron sin entrada para la fecha de julio, pero también estaban los que hacían doblete y agradecían que esta vez al día siguiente no se tuviera que trabajar, que uno ya sabe como hay que tomarse un concierto de los suyos.
“Nos os podéis imaginar la cosa que nos pasa por el cuerpo cuando volvemos al Palau Sant Jordi y os encontramos a todos, todas y todes. Quién nos iba a decir hace 25 años que hoy estaríamos aquí”, han arrancado. David dice que él se veía entonces más como dependiente de videoclub que llenando estadios. “Pues ni videoclub ni hostias, vamos a intentar a hacer el mejor concierto de nuestras vidas”, han avisado.
La fiesta empezaba con Tu calorro, la primera canción de Estopa —ya apuntaban maneras en eso del naming y aún no se habían puesto con el Paint—, pero no ha habido tiempo que perder con una lista tan infinita de temazos que han marcado a generaciones muy diversas. Con Cacho a cacho, se seguía con ese primer disco que recuperó muchos de los temas que formaron parte de la mítica maqueta, aquella que circuló por eMule —esto es casi como decir dinosaurio— y con la que había que ponerse a hacer contrabando de CD.
Todo esto, con su Cornellà de fondo, mostrando con orgullo esos paisajes en los que crecieron, con los bloques y los polígonos como símbolo de donde vinieron y de donde siguen siendo. De ahí que cuando se ponen con Vacaciones ya supure ese carácter de barrio que han tenido desde un principio David y José, sin dárselas de nada, porque hay cosas que simplemente son verdad si las conoces bien, como también pasa con un Pastillas de freno que sacó los colores a muchos.
Por si no queda claro, lo rematan con la más reciente Somos de barrio, con participación incluida en el escenario del rapero El Momo. “A mi barrio no llegaba el metro antes de los 80, San Ildefonso es el que nos representa”, se echan a decir, hasta metiéndose con el mercado libre y la mano invisible de Adam Smith, que a ellos “no les renta”. En su faceta reivindicativa, siempre imprevisible pero efectiva, esta vez no se han puesto a cantar a Lamine Yamal, pero se han puesto a defender a los camareros, que es algo que conocen en la familia, con años detrás de la barra de La Española de Cornellà. Ah, y han pedido formalmente que la gente deje de decir holi, amigui o guapi. “¿Qué mierdi es esi?”, ha dicho un David realmente indignado.

Eso sí, de tranquis, que los Estopa no son de mítines y si dicen algo es porque les sale y ya, pasando rápidamente a ponerse con otro clásico que para eso ha venido la gente. Que sí Por la raja de tu falda, Cuando amanece, Partiendo la pana, Los Chichos, Malabares o Fuente de energía, con pulseras de luz a partir de Tragicomedia para ya dar la experiencia completa. Y con homenaje incluido a Serrat con Me’n vaig a peu después de que él mismo les haya felicitado por “25 años repartiendo Estopa”. O se suben a un Seat Panda o se mete una señal de STOP tuneada dando vueltas con una rumba porque lo que importa son las risas y con ellos la broma nunca tiene fin. Los hermanos Muñoz quieren impresionar a su público, agradecerle todo lo que puedan, y se han currado un despliegue audiovisual y artístico para que esto sea como ir a ver a Coldplay, siendo, sin duda, mucho más auténtico y 100% producto de proximidad. Hay que dar un buen show que pagarse un concierto cuesta lo suyo y ellos eso no lo olvidan.
Y como son mucho de bar y las cervezas en un concierto de Estopa se dan por hecho, el escenario se convierte de pronto en un bar, sin que importe si hay un cuchillo jamonero o no. “Un bar del Baix Llobregat: de Sant Boi, Viladecans, Cornellà, Sant Vicenç dels Horts, aunque también podría ser del Besòs, de Badalona, Santa Coloma… Psicológicamente, el Llobregat llega hasta Chile”, han querido dejar claro. Es el momento de tomarse unas cañas y poner en valor que ha vuelto Conchi Heredia, con las palmas y el cajón como protagonistas.
La traca final viene con Vino tinto, Ojitos rojos, Me quedaré y Como camarón, colofón con el que los decibelios se disparan. Aunque nadie lo quiera, llegan las merecidas vacaciones, por un tiempo, del dúo que se ha hecho mayor pero sigue pasándolo bien como si fueran unos críos. “Esa gente que dice no sé estar sin hacer nada, vete a la mierda, échate una siesta”, han dicho, confirmando su plan de vida para una temporada. Mientras tanto, nos quedará esperar sus carteles para cualquier efeméride señalada.