17-A, 11-S, 1-O…

17-A. La mayoría de barceloneses recordamos perfectamente dónde estábamos y qué hacíamos cuando el 17 de agosto de hace cuatro años el terrorismo islamista provocó una matanza en la Rambla de Barcelona, mediante un atropello masivo deliberado. Murieron quince personas y más de un centenar resultaron heridas de diversa consideración.

Yo, ese día, me encontraba en las antípodas de Barcelona. No en el sentido geográfico del término —las antípodas de Catalunya entendido como el punto más alejado en el globo terrestre se encuentran por Nueva Zelanda—, sino en el sentido de que me encontraba en un lugar, las Islas Feroe, diametralmente contrario a todo lo que, para bien o para mal, representa Barcelona y más en pleno mes de agosto: calor, cientos de miles de turistas, una gran oferta gastronómica, hotelera y comercial; una ciudad que hierve de actividad. Las Feroe, para quien no lo sepa, son un remoto archipiélago formado por dieciocho islas rocosas y tapizadas de hierba, donde viven dispersos poco menos de 50.000 habitantes y unas 80.000 ovejas, situado en medio del Atlántico Norte. 

Después de pasar varios días recorriendo sus islas prácticamente en soledad, bien abrigado y sin conexión a Internet —hace cuatro años todavía nos permitíamos este pequeño lujo—, el 17-A me encontraba en la capital feroesa, Tórshavn, ciudad de poco más de 13.000 habitantes. Recuerdo que me senté en una cafetería y cuando me conecté al wifi del establecimiento el teléfono empezó a hervir de mensajes. Barcelona estaba sufriendo un ataque terrorista. Las informaciones que ofrecían los medios aún eran muy confusas, pero por WhatsApp comenzaban a circular unos vídeos espeluznantes del atropello de la Rambla, seguidos de puñados de mensajes de familiares y amigos para confirmar que todo el mundo estaba bien y en lugar seguro. Qué sensación tan extraña saber que en tu ciudad se viven horas de pánico mientras a tu alrededor reinan la calma y la tranquilidad más absolutas.

El 17-A me encontraba en la capital feroesa, Tórshavn, ciudad de poco más de 13.000 habitantes. Recuerdo que me senté en una cafetería y cuando me conecté al wifi del establecimiento el teléfono empezó a hervir de mensajes.

11-S. La mayoría de nosotros tampoco hemos olvidado dónde estábamos y qué hacíamos cuando, el 11 de septiembre de 2001, las televisiones de todo el mundo emitían en directo el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, la imagen más icónica de una cadena de atentados suicidas perpetrada por la red terrorista Al Qaeda contra Estados Unidos. En represalia, pocos meses después, la administración Bush emprendió lo que llamaron pomposamente Guerra contra el Terrorismo. 

Afganistán fue el primer país que los estadounidenses pusieron en el punto de mira con el argumento de que el siniestro régimen de los talibanes escondía a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda y considerado el cerebro del 11-S. A la guerra afgana la llamaron, concretamente, Operación Libertad Duradera, pero el tiempo ha demostrado que no ha proporcionado ni una cosa ni la otra a los pobres afganos. Es más, el próximo 11-S, los fundamentalistas barbudos que la maquinaria bélica estadounidense ha sido incapaz de derrotar, a pesar de los cientos de miles de muertos que ha causado la guerra y sus costes millonarios, podrán celebrarán el vigésimo aniversario de los atentados de 2001 espatarrados de nuevo en los sillones del poder en Kabul, la capital.

1-O. El 1 de octubre de 2017 también fue una fecha clave para los barceloneses y, evidentemente, para el resto de catalanes. No solo por los hechos ocurridos el día del referéndum de independencia de Catalunya, sino por las consecuencias personales y colectivas que han tenido aquellos acontecimientos a lo largo de estos cuatro años, unos efectos que aún se hacen notar y que, posiblemente, se alargarán en el tiempo.

17-A, 11-S, 1-O… Los numerónimos históricos son fechas expresadas de forma abreviada que nos llevan a la memoria hechos de gran trascendencia colectiva y que, para cada uno de nosotros, quedan íntimamente vinculados a una vivencia personal. En mi caso, el 17-A siempre me recordará a las Feroe. ¿Dónde estabais y qué hacíais vosotros ese día? ¿Y el 11-S? ¿Y el 1-O? A menudo recordamos vivencias personales no porque fueran particularmente importantes sino porque coincidieron con grandes acontecimientos históricos.