El MNAC dedica una amplia exposición a la artista francesa, conocida por sus retratos y desnudos femeninos postimpresionistas, también coetánea de pintores locales como Casas y Rusiñol
La primera retrospectiva de la pintora francesa Suzanne Valadon que se ha hecho en España ha sido en Barcelona y hay motivos para ello. Primero, claro está, por su gran contribución a la historia del arte de finales del siglo XIX y principios del XX, con una mirada propia del París de la belle époque en la que destacó con sus retratos y desnudos femeninos por un tratamiento cómplice y no erotizado de la intimidad femenina. Una razón más que suficiente que el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) ha complementado en la exposición Suzanne Valadon. Una epopeya moderna, que se puede visitar hasta principios de septiembre, presentando las relaciones que tejió con locales como Ramon Casas y Santiago Rusiñol, con quienes coincidió en la ciudad donde todo pasaba y era el centro del mundo.
Suzanne Valadon fue la artista detrás de la que se encontraba Marie-Clémentine Valadon (1865 – 1938), una mujer de clase baja que se instaló muy pequeña en Montmartre, muy cerca del Moulin Rouge. Llegó a París cuando tenía cinco años con su madre, después de que el padre las hubiese abandonado. Fue unos años a la escuela y pronto se puso a trabajar de lo que fuese, ya sea lavandera, florista, lavaplatos, niñera o camarera. Incluso se dice que pasó por el mundo del circo como acróbata, pero lo abandonó tras sufrir un accidente.
Fue entonces, con tan solo quince años, cuando empezó a hacer de modelo para artistas de la época. Empezó con Pierre Puvis de Chavannes, pero también trabajó con Renoir, Matisse o Toulouse-Lautrec, quien le propuso que adoptase un pseudónimo que hacía referencia a una historia bíblica que le recordaba a ella, Susana y los viejos. Era un tema que había sido retratado por muchos pintores, como Artemisia Gentileschi, Rembrandt, Rubens o Tintoretto, sobre una mujer joven rodeada de hombres más mayores que se querían aprovechar de ella.
Autodidacta, aprendió de todos los pintores para los que trabajó como modelo, observando sus técnicas y trucos, entrando en sus estudios, con un papel especial de Degas, quien creyó en su talento y la animó a desarrollarlo, influyéndola en sus primeros dibujos y grabados como se ve en La acróbata o La Rueda (1916), recordando a las bailarinas de Degas, pero ya con el contorno negro y los colores vivos y alterados que caracterizaron a la postimpresionista Valadon. A pesar del apoyo que le brindó, hasta coleccionando sus obras, Degas la llamaba Terrible Maria por su fuerte carácter, algo para lo que Valadon no debió tener muchas alternativas si quería reivindicar su obra y dejar atrás su pasado como modelo en un mundo de hombres, sin duda, mucho más complicados que ella.
La conexión Montmartre-Barcelona
Es en esos años de plena inmersión en los diferentes movimientos artísticos que habitan Montmartre cuando conoce al pintor, crítico de arte y periodista Miquel Utrillo (Barcelona, 1862 – Sitges, 1934). Siendo los dos muy jóvenes, mantienen una relación tormentosa, con el nacimiento de un hijo que el catalán tarda en aceptar como suyo, Maurice Utrillo, quien acabaría convirtiéndose también en un reputado pintor. Han quedado diversos testimonios plásticos de esta relación con los retratos que se hicieron mutuamente. El más popular es el que le hizo Utrillo a Valadon en 1891, habitualmente conocido como La guerra de los siete años, en referencia al tiempo que pasó entre el nacimiento de Maurice y el reconocimiento legal por parte de Utrillo.
Utrillo ejerció de cicerone en París para artistas como Casas y Rusiñol, introduciéndolos en unos círculos artísticos que él conocía desde 1880. Ambos pintan el Montmartre de Valadon, a quien también acaban conociendo, como se ve en algunos títulos de Rusiñol, La risueña (1894-1895), un retrato de la artista, o En campaña (1891), con una pareja en medio de una cita, Utrillo y Valadon. También se cruzó en el camino de Valadon Joaquim Sunyer, con él pintando al crítico de arte Gustave Coquiot (1908) y ella a la coleccionista de arte Mauricia Coquiot (1915), un matrimonio muy amigo de la pintora.
Utrillo, pareja de Valadon, ejerció de cicerone en París para artistas como Casas y Rusiñol, introduciéndolos en los círculos artísticos que él conocía
La obra sobre el idilio de una pareja de Rusiñol, conservada en el MNAC, cuenta con otro detalle: Utrillo lleva la ropa del músico y compositor Erik Satie, con quien colaboró en el desarrollo de espectáculos de sombras chinas. Satie los acompañaba con su piano y Utrillo se acabó convirtiendo en un experto de la materia en locales como Le Chat Noir.
Fue él quien los exportó hasta Barcelona, donde llegaron a Els Quatre Gats, como atestigua la colección del MNAC, con figuras que fueron hechas por Casas y que representaron a figuras como Àngel Guimerà. La relación entre Utrillo y Satie se rompió cuando el músico empezó una relación con Valadon, también captada con retratos que se pueden ver en la muestra, como el Retrato de Erik Satie (1892-1893) de Valadon, caracterizado por una piel pintada con verde, otro símbolo de los cuadros de la francesa, siempre reinterpretando los usos clásicos de los colores. Casas y Rusiñol también pintaron a Satie antes de convertirse en un famoso compositor de renombre internacional.
Una epopeya moderna
Más allá del prólogo con conexión catalana, en palabras del comisario de la exposición y jefe de colecciones del MNAC, Eduard Vallès, Valadon protagonizó una carrera de obstáculos como mujer artista, de clase baja y estigmatizada por haber sido modelo, de ahí el título de la muestra, Suzanne Valadon. Una epopeya moderna. Consiguió dejarlo atrás y consolidar su éxito, atreviéndose a recuperar su imagen, tan manida por ellos, en los autoretratos que realizó en los últimos años de su vida, como Autorretrato en el espejo (1927) o Autorretrato con los pechos desnudos (1931).
También fue valiente en plantear desnudos femeninos cotidianos, rechazando la mirada erótica de los que la precedieron, y también la retrataron. Hasta rompió estereotipos con La habitación azul (1923), su primera obra adquirida por el Estado francés. Ahí aparece una modelo moderna que desafía los cánones estéticos y va vestida, además de estar fumando y leyendo, toda una declaración de intenciones que se deshace de la anterior imagen de Valadon. Por si no fuera poco, se la considera la primera pintora de la historia en retratar un desnudo masculino, con El verano o Adán y Eva (1909). La hoja que tapa el sexo de él no estaba en su propuesta original, tuvo que añadirla para poder ser presentada en sociedad, aunque no fue necesario hacerlo en el caso de ella.
Valadon fue valiente en plantear desnudos femeninos cotidianos, rechazando la mirada erótica de los que la precedieron y también la retrataron
Murió a los 72 años, con un funeral al que asistieron artistas como Pablo Picasso, Georges Braque y André Derain. A pesar del éxito que cosechó en vida, con una obra formada por casi 500 telas y 300 obras sobre papel, su fama se apagó durante un tiempo, llegando a ser conocida solo por ser la madre de Maurice Utrillo, hasta que su figura se volvió a recuperar y reivindicar.
Uno de los éxitos de la temporada del MNAC, donde el principal visitante internacional es el francés, consiguiendo algo poco habitual como agotar los catálogos y tener que encargar una nueva reimpresión. Más de 100 obras repasan la trayectoria de la pintora de Montmartre, entre óleos sobre tela y cartón, dibujos y grabados. La muestra llega a Barcelona después de poderse ver en el Centro Pompidou-Metz y el Musée d’arts de Nantes, en cada ocasión con una propuesta diferente, con 40 obras solo expuestas en el MNAC. Calienta motores así para su llegada al Pompidou de París el año que viene.
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