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Regreso a la Boqueria

La pandemia recupera para los barceloneses el histórico mercado de la Rambla tras años de aglomeraciones de turistas

La Boqueria ha vuelto a ser un mercado en este último año de covid. Porque hasta entonces se había convertido en una especie de parque temático para turistas donde lo que más abundaban eran los zumos, los envases de fruta cortada y las bandejas de frituras, brochetas y otros platos preparados. El virus ha puesto fin a la expansión de esta especie invasora que estaba colonizando el mercado, que había dado la espalda a la clientela de siempre y se entregaba en cuerpo y alma al turismo.

Hoy, como consecuencia de la pandemia y sus efectos en la industria turística, se puede volver a la Boqueria y disfrutar de su oferta de productos frescos. Incluso se puede ir con el carro de la compra sin que una legión de curiosos impidan el paso con sus selfies y ritmo ocioso. Lo pude comprobar de nuevo esta misma semana. Hasta hace ilusión. Y es que la situación llegó a ser tal que en un determinado momento se tuvo que regular el acceso de grupos turísticos, pues la invasión llegó a ser insostenible.

No quisiera que de estas líneas se interpretara una crítica culpabilizadora ni hacia los comerciantes ni hacia los turistas. Yo soy el primero que cuando viajo me gusta visitar los mercados. Pero sí debemos reconocer que el fenómeno de la Boqueria se estaba yendo de las manos y empezaba a clonarse en otros equipamientos de la ciudad, como los mercados de Sant Antoni y Santa Caterina. No se puede cargar las tintas sobre los comerciantes porque sencillamente se adaptaron a nuevas líneas de negocio favorecidas por la demanda turística. Tampoco a los visitantes, atraídos por un mercado con 180 años de historia a pie de la Rambla, otro espacio, por cierto, que este último año nos está ofreciendo una imagen insólita, libre también de turistas.

Los barceloneses han reconquistado el histórico mercado.

La Boqueria es el mercado por excelencia de Barcelona, pero hace tiempo que dejó de ser un mercado cuya oferta se dirigía a los clientes de proximidad. Se convirtió más bien en un mercado global dirigido a otro tipo de clientela. No voy a ser yo quien abandere un discurso antiturístico. Al contrario, la economía de Barcelona debe mucho a los turistas desde la gran eclosión olímpica. Otra cosa es que, como toda actividad, debe estar sujeta a una cierta regulación. En este sentido, sí que debe ser la Administración quien entone un mea culpa, por continuas decisiones desde hace años en las que en el centro de la ciudad ha primado una estrategia de escaparate que ahora impacta también en la Boqueria.

El turismo ha sido y volverá a ser clave en la economía de la ciudad, pero en esta crisis el sector ha mostrado sus pies de fango cuando se enfrenta a grandes crisis coyunturales como una pandemia. Es algo parecido a lo que les ha ocurrido a los medios de comunicación con la publicidad, su principal fuente de ingresos hasta la irrupción de Internet.

Hay que resaltar también que los mercados de fresco, a los que la crisis también ha impactado, han resistido mucho mejor que otros sectores comerciales. En primer lugar porque mayoritariamente los comerciantes han podido mantener la actividad, y también por el comportamiento de los clientes. Según datos del Institut Municipal de Mercats, durante el 2020 han acudido a los mercados de Barcelona unos 45 millones de personas, frente a los más de 60 millones de 2019. Sin embargo, esta pérdida en la afluencia se ha compensado sobradamente con un mayor incremento de las ventas y porque las compras online se han multiplicado por 10. Es decir, que la gente ha salido menos de casa, pero cuando ha ido al mercado ha comprado más.

Una de las pescaderías de la Boqueria.

La Boqueria, por su singularidad, ha tenido algunas dificultades adicionales respecto al resto de mercados, pero ha resistido en líneas generales. Hagamos bueno aquello de que las crisis generan oportunidades y corrijamos el tiro ahora que le hemos visto las orejas al lobo. Habría que consensuar una ordenanza para la Boqueria que limite algunas actividades y que a la vez proteja al mercado de las adversidades de las coyunturas. Me consta que ya hay algún planteamiento en este sentido. No se trata de renunciar a los beneficios del turismo, pero sí decidir si queremos una Boqueria que fidelice más al público global y de proximidad o un mercado dedicado a los zumos y frituras. Yo prefiero lo primero.

El mercado debe encontrar un equilibrio para satisfacer a los clientes locales sin renunciar al atractivo que despierta para los turistas.
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Publicado por
Xavi Casinos

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