'Derecho a pataleta' Sala Beckett
Belén Barenys, Natàlia Barrientos y Paula Vicente Mascó en una escena de 'Derecho a pataleta'.

Las míticas ‘Espies de veritat’ llegan a la Beckett para intentar salvar el mundo

'Derecho a pataleta', creada por Berta Prieto y Lola Rosales, se puede ver hasta el 14 de mayo

Nada más entrar en la sala, uno se encuentra con las autoras y directoras de Derecho a pataleta. La missió més trepidant de les Espies de veritat sentadas a un lado del escenario, como si la cosa no fuera con ellas. Van mirando con poco interés cómo se va sentando el público, mientras se cuentan algo, se ríen, incluso se aburren esperando. Cuando ya todo el mundo está en su sitio, Berta Prieto y Lola Rosales, alias Las Chatis de Montalbán, cogen el micro, rollo monólogo, para contar la anécdota detrás del título, con poco que ver con la trama de la obra, pero que resume el espíritu: pásatelo bien como lo hicieron ellas en la noche de borrachera que les pilló la policía y, después de montar un pollo, un agente les dijo algo así como que “todo el mundo tiene derecho a pataleta”.

Explicado el título, lejos de los spoilers porque, según remarcan, no saben muy bien cómo definir de qué va la obra, Prieto y Rosales se ponen a dirigir, literalmente, la función, subiendo y bajando los escenarios, haciendo las voces que dictan las órdenes a los personajes y decidiendo, con pantalla de videojuegos de por medio, qué tienen que hacer. Las protagonistas son las Espies de veritat que muchas recuerdan ver en el K3, interpretadas por Belén Barenys (Alex), Natàlia Barrientos (Sam) y Paula Vicente Mascó (Clover). Convertidas en personajes de anime de carne y hueso, se exageran los tics de la serie sin complejos, llevando al espectador donde se quiere, sin explicarle mucho las razones, solo haciendo que se ría, hasta de sí mismo.

Rescatando todo el universo de Espies de veritat, con Jerry, Gladis, la WOOHP y la rivalidad eterna con Mandy, Alex, Clover y Sam se ven atrapadas en la misión más difícil de su carrera, teniendo que salvar el mundo de su final irremediable. Para qué engañarse, les da un poco de palo ponerse serias y hacerlo, y tampoco les ayudan las decisiones random que toman las directoras, sin opciones con mucha lógica pero escogiendo la más absurda. La obra va saltando pantallas, permitiéndose hacer idas y venidas, jugándolo todo a un humor fácil y extremo que no sabe de lo políticamente correcto, simplemente da voz a quien no se toma demasiado enserio pero tampoco le preocupa mucho nada. Se quejan y hacen broma de lo que sea, desde la precariedad laboral y el feminismo hasta los viajes espirituales, mientras cantan Nochentera, trabajan en un McDonald’s, con el olor del piti de la pausa llegando hasta el público, y se comen un Vicio. Hasta se atreven a vacilar a las pijas de Autodefensa (Filmin), interpretadas por las mismas Prieto y Barenys que están en el escenario, y de los nepo babies.

Nadie sale indemne, ni las mismas protagonistas, y tampoco importa cómo se resuelve la misión de salvar el mundo, cosa que cualquiera sabe que resulta imposible a medida que pasa el tiempo, por muchos gadgets que se inventen en la WOOHP. Derecho a pataleta, hasta el 14 de mayo en la Beckett, es una oportunidad de pasárselo bien y reírse de todo, carta concentrada en poco más de una hora para no hacerse pesada, con unas creadoras que ya han dado mucho que hablar en una carrera que solo acaba de empezar.