Es un disco de corta duración (no llega a media hora) pero de mucho contenido. Maria Rodés ha encontrado inspiración en aquellas mujeres que, en los tiempos más oscuros, molestaban a los poderes establecidos no tanto por su supuesta maldad, sino por su libertad. Son las brujas, en las que nuestra cantautora se ha reflejado, de alguna manera, para construir el espléndido viaje musical que es Lilith.
— ¿Cuál es el origen de este proyecto?
— De hecho, es un conjunto de cosas. Yo viví en Cabrera de Mar hasta los veinte años, y cuando vuelvo a visitar a mis padres siempre subo al castillo de Burriac. Un día, topé con un libro que explicaba las leyendas del pueblo, entre ellas las reuniones de brujas en el castillo. Esto me hizo pensar acerca de cómo sería vista en el siglo XV una mujer como yo —que en ese momento tenía 33 años— sin pareja, ni hijos, ni casi una casa estable. Esta cavilación me llevó a imaginarme como una bruja contemporánea.
— ¿Hiciste más investigación sobre el tema?
— Sí, en muchos sentidos. Leí libros sobre leyendas de aquelarres de diversos puntos de la Península Ibérica, y algunas tesis doctorales que hablaban de cómo la Inquisición juzgaba a estas mujeres, y de qué las acusaba. Catalunya, por cierto, fue el primer lugar de Europa donde se hizo una ley sobre el crimen de brujería contra Dios… También encontré referencias en el Espill de Jaume Roig (1460), un libro muy misógino. Roig dice que las brujas se reunían en la cueva de Biterna y allí pactaban con el diablo. Estuve buscando dónde estaba, esta cueva, pero parece que la ha buscado mucha gente y nunca la han encontrado… La primera parte de la canción Les bruixes tornen es literalmente un fragmento de Espill. En este caso busco darle la vuelta: todo lo que el libro condena, yo lo convierto en algo positivo.
Las brujas eran mujeres avanzadas que tenían grandes conocimientos de medicina o de materias como la astronomía; he querido recuperar su parte luminosa
–– ¿Qué te interesa, de las brujas?
— Me interesa mucho quiénes eran y cómo eran estas mujeres que molestaban a la sociedad, y por qué razones. El mago es una figura que siempre ha sido bien tratada, es el hombre sabio que, de alguna manera, informa a la sociedad de los avances. Pero la bruja, que en el fondo es lo mismo, se representa como un ser maligno y se asocia a la fealdad, la soledad… Aquí hay un machismo evidente. Las brujas eran mujeres avanzadas que tenían grandes conocimientos de medicina o de otras materias como, por ejemplo, la astronomía. Yo, lo que he querido, es recuperar la parte luminosa de estas mujeres.
— ¿Por qué has elegido la figura de Lilith para el título del álbum?
— Lilith fue la primera mujer de Adán, y abandonó el Edén para no someterse él. Entonces Dios creó a Eva, que era más obediente. Me parecía que Lilith era un muy buen símbolo para este proyecto. También es un homenaje a esta mujer independiente, que prioriza su libertad por encima de la comodidad del paraíso. Por eso la acusan de aliarse con el diablo y Dios la castiga matando a sus hijos.
— En La extraña evocas a la chamana María Sabina. ¿Qué te atrae de ella?
— Lo que inicialmente me atrajo más fue su poesía, que en realidad son los textos que utilizaba para sus ritos, los viajes espirituales o alucinógenos. Ella era una curandera mexicana que fue visitada por los Beatles, por Jodorowsky, Aldous Huxley… tenía una clientela top, ¡ja, ja, ja! La extraña juega un poco con su manera de escribir, pretende ser una especie de rito chamánico basado en su imaginario.
— Este tema camina por cumbia. Otros lo hacen por jota (Seguramente fui yo) o chacarera (Con los pies desnudos).
— Es que el mundo de las brujas me lleva directamente a estas sonoridades de raíz. Una de las tesis que leí decía que en los aquelarres había instrumentos de cuerda y de percusión pequeños. Imaginando cómo serían estos aquelarres, pensé que en cada zona sonarían como el folklore propio de su tierra. También es verdad que, como melómana, cada vez me atrae más la tendencia folclórica, cuanto más cruda mejor. Ya sé que a veces no se nota en mis discos, ¿verdad?, pero a la hora de escuchar música es lo que más me llega. Ahí encuentro estos registros más auténticos que me resultan inspiradores.
El mundo de las brujas me lleva a las sonoridades de raíz. Cada vez me atrae más la tendencia folclórica, cuanto más cruda mejor
— En el disco aparece a menudo el demonio. En este momento, ¿hay algún demonio en concreto que nos debería dar más miedo?
— Esto es muy subjetivo. Cada uno tiene sus demonios, y lo que para mí pueden ser demonios, por otra persona pueden ser angelitos… De hecho, en este disco también hay una voluntad de evidenciar que el bien y el mal tampoco están tan diferenciados. Todos tenemos nuestros demonios, y debemos aprender a vivir con ellos y gestionarlos.
— Últimamente tus discos tienen un encaje temático: las versiones en el caso de Maria canta copla (2014), la figura de tu tío-abuelo astrónomo en Eclíptica (2016)… ¿Es una simple casualidad o es un método de trabajo?
— Ha ido así de manera casual, pero sí es cierto que me encuentro especialmente cómoda trabajando de esta manera, porque me sirve un poco como motor creativo. Es coger una historia que me atrae y pasarla por mi filtro, hacerme preguntas. Esto me obliga a hacer un ejercicio introspectivo para hablar de cosas que, al mismo tiempo, no sólo tienen que ver conmigo. Mis primeros discos eran más personales, hablaba de mis relaciones o de mis pensamientos, y ahora he encontrado una manera de seguir hablando de mí, pero también de hablar de los demás. Es un proceso interesante.
— ¿Un proceso que suele ser divertido u obsesivo, o…?
— ¡Las dos cosas pueden ir juntas! Es evidente que hay una parte obsesiva, unas veces más, otras no tanto. Pero para mí es, sobre todo, un proceso apasionante, especialmente la parte primera de investigación sobre el tema en cuestión, que es la que más me divierte y la que más me nutre. El disco sólo es una parte del resultado de esta investigación. Después, yo me llevo muchas cosas más como persona.