Uno de los indicadores de la potencia cultural de una determinada ciudad podría ser el número de creaciones musicales, literarias o cinematográficas que se le han dedicado. Es decir, cuántas canciones, novelas o películas la tienen como escenario o, mejor aún, como protagonista.
Estoy convencido de que, si elaboráramos un ranking de las ciudades culturalmente más inspiradoras del mundo, el top ten no lo integrarían necesariamente las urbes más pobladas, ni siquiera las más ricas o aquellas que tienen un índice de bienestar más elevado. Por lo tanto, sospecho que en los primeros puestos de esta lista no encontraríamos megalópolis habitadas por millones de personas, modernas ciudades de acero y vidrio levantadas en medio del desierto gracias a los petrodólares ni determinadas ciudades del norte de Europa donde todo está ordenado, es eficiente y profundamente aburrido.
En esta liga mundial de ciudades culturalmente inspiradoras tendríamos que buscar urbes icónicas, auténticas, con alma, con atractivo, con carisma… Ciudades que tengan lo que en el sur de España llaman duende. Pero, ¿qué elementos dotan de duende a una determinada ciudad? Pensándolo un poco, se me ocurre que una urbe con duende debe tener una larga historia, también un urbanismo y una arquitectura espléndidos, pero, sobre todo, debe estar dotada de un marcado carácter propio que la haga única, irrepetible. En esto último tienen mucho que decir los grandes artistas que las han tomado como fuente de inspiración durante siglos.
Porque las ciudades culturalmente inspiradoras son, evidentemente, un motor de creación para músicos, escritores, cineastas, pintores y otros artistas, pero, al mismo tiempo, las obras de estos creadores acaban impactando enormemente en la percepción que se tiene de las mismas. Contribuyen, decisivamente, a llenarlas de significado. Las convierten en algo mítico, icónico. Pienso, por ejemplo, en Woody Allen, Paul Auster o Frank Sinatra y Nueva York, en Canaletto y Venecia, en Orhan Pamuk y Estambul, en James Joyce y Dublín, en Carlos Gardel y Buenos Aires o en Marlene Dietrich y Berlín.
En 2018, el buscador de alquileres vacacionales alemán Holidu y el mayor catálogo de letras de canciones del mundo, musixmatch, elaboraron conjuntamente un estudio para descubrir cuáles eran las ciudades más cantadas del mundo. Para ello, analizaron todas las letras de canción que mencionaran una ciudad, en torno a catorce millones.
El resultado fue el siguiente: Nueva York era la ciudad más mencionada en las canciones. En concreto, aparecía en 30.867 temas musicales. En el top ten de la popularidad musical la seguían, a bastante distancia y por este orden, París, Londres, Roma, New Orleans, Miami, Berlín, Atlanta, Houston y Tokio. Barcelona, en ese momento, ocupaba la 29 posición del ranking, siete puestos por debajo de Madrid.
Las ciudades culturalmente inspiradoras son un motor de creación para artistas y, al mismo tiempo, las obras de estos creadores impactan enormemente en la percepción que se tiene de las mismas
En términos cuantitativos, quizás no seamos la ciudad musicalmente más inspiradora del mundo, pero nadie nos podrá discutir la condición de temazo de canciones como Barcelona de Freddie Mercury y Montserrat Caballé, Barcelona y yo de Joan Manuel Serrat y, por supuesto, Gitana Hechicera de Peret.
En otra ocasión, en ese mismo espacio, hablaremos de inspiración en novela. En este ámbito, creo que Barcelona, como ciudad culturalmente inspiradora, juega mucho mejor papel.