MNAC
Vista aérea de la Fuente Mágica de Montjuïc, ahora apagada por la sequía. A su derecha, en el Palacio de Victòria Eugènia, el MNAC ganará espacio. © AL PHT Air Picture TAVISA

La ampliación del MNAC supondrá una inversión de unos 120 millones

El museo encara los últimos meses para escoger el proyecto definitivo que le permitirá crecer en el Palacio de Victòria Eugènia, junto a la Fuente Mágica de Montjuïc

El centenario de la Exposición Universal de 1929 está marcado en rojo en el calendario por muchos. Es la fecha que se ha fijado para renovar completamente Montjuïc y su entorno, desde el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) hasta el recinto de Fira de Barcelona, pero también generar nuevos espacios y aprovechar terrenos que habían quedado en tierra de nadie. Una de las piezas que más tiempo lleva esperando es la ampliación del MNAC, que permitirá pasar de tener 9.000 metros cuadrados de superficie expositiva a los 19.500 metros cuadrados, y completar el proyecto del gran museo de arte de Catalunya que se ideó en 1934, año de su nacimiento. “Es el museo más accidentado del mundo, no lo estamos haciendo, lo estamos acabando ahora”, ha bromeado su director, Pepe Serra.

El concurso arquitectónico para definir cómo será la nueva sede encara ya su segunda fase, en la que cinco estudios de arquitectura trabajarán en su propuesta final hasta marzo de 2025, con una remuneración de 30.000 euros. En su selección, cuatro de los cinco finalistas despertaron una absoluta unanimidad entre el jurado, mientras que un quinto recabó el apoyo de una gran mayoría. Poco más se sabe de los participantes, ya que el concurso se ha convocado bajo el anonimato de los seleccionados, como también de los miembros del jurado. El proyecto que elaborarán en los próximos meses tendrá que definir cómo será la nueva sede, ubicada en el Palacio de Victòria Eugènia, a la derecha de la Fuente Mágica de Montjuïc, pero también cómo se conectará con la ubicación actual, en el Palacio Nacional, en lo alto de la montaña, donde también se actuará para reorganizar el espacio. “Será un único museo”, no se cansa de decir Serra.

A la espera de conocer el despacho ganador del concurso arquitectónico, el MNAC ha hecho una estimación inicial del presupuesto del nuevo museo, que se ha situado en unos 120 millones de euros. La cifra, pendiente de ajustes según la propuesta escogida, incluye tanto las obras de adaptación del Palacio de Victòria Eugènia y el Palacio Nacional como la museografía. La primera parte se llevará el grueso de la inversión, con más de 107 millones de euros, siendo los trabajos en el Palacio de Victòria Eugènia la partida más alta —69 millones de euros—, mientras que el diseño de lo que se podrá ver en su interior, así como la reorganización del contenido del Palacio Nacional, será de 14 millones de euros.

Con los dos edificios, que sumarán casi 20.000 metros cuadrados, se podrá exhibir un contenido para el que hasta ahora no había espacio. Románico, barroco y gótico se quedarán en el Palacio Nacional, mientras que la época moderna, desde Goya y Fortuny hasta el día de hoy, se concentrarán abajo, siempre tejiendo relaciones entre los diferentes periodos y los diferentes espacios. Se dará cabida por primera vez de manera exhaustiva a los artistas de la segunda mitad del siglo XX. También se podrá desplegar la colección de fotografía y artes populares como el cómic y la ilustración.

El contenido también importa

Ahí es donde también quiere poner el foco el director del MNAC, señalando que la evolución para hacerlo posible se lleva ejecutando desde hace temporadas en el museo, como se puede ver en la programación que han diseñado para este 2025. “Los museos están cambiando más en los últimos 25 años que lo que lo han hecho en los últimos 200 años. El objetivo ahora es que el museo responda a su tiempo y lleve al límite su función de servicio público”, remarca Serra. Hay que poner a los artistas en el centro, repensar de manera crítica la colección que se guarda, cuestionando el canon, recuperando historias olvidadas y buscando nuevos relatos, sin olvidarse de colaborar con otras instituciones y hacer llegar el arte a todo el territorio, no solo a su capital.

Director MNAC Pepe Serra
El director del MNAC, Pepe Serra. © Pere Francesch/ACN

Bajo esta línea argumental, destaca la presentación de las obras que el MNAC tiene en su fondo depositadas por el Servicio de Defensa de Patrimonio Nacional franquista, creado en 1938. Algunas fueron devueltas a sus propietarios legítimos, pero de otras aún se desconoce la procedencia, por lo que el museo la expondrá al público en el otoño de 2025 para poner el foco en un pasado que aún pesa. Entre ellas se encuentra la Cabeza de Cristo de Jaume Cascalls. El museo hace tiempo que ha puesto el foco en la Guerra Civil, con las nuevas salas permanentes estrenadas en 2021, pero todavía queda mucho por aprender, aún más en un mundo en el que las guerras reviven con fuerza. En la temporada del año que viene, habrá mucho dibujo, con la recuperación del único artista catalán y español que trabajó para la propaganda de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, Mario Armengol, prevista a partir de mayo, como también la muestra del testimonio de la Guerra Civil de José Luis Rey Vila, conocido como Sim, en el otoño de 2025.

El plato fuerte será la exposición que se dedicará a Francisco de Zurbarán, reuniendo por primera vez las tres versiones de San Francisco de Asís según la visión del papa Nicolás V, repartidas entre el Musée des Beaux Arts de Lyon, el Museum of Fine Arts de Boston y el MNAC, quien ha aprovechado para restaurar la suya. A partir de mediados de marzo de 2025, la muestra también servirá para ver juntas por primera vez en Barcelona las dos versiones de Naturaleza muerta de cacharros, que habían sido de Francesc Cambó, quien cedió una al Museo del Prado y otra al MNAC. Un artista muy moderno que se confrontará con nombres contemporáneos como Antoni Tàpies o Josep Guinovart. El Stonehenge electrónico de Eugènia Balcells también destacará el año que viene, con su gran instalación en video llenando la Sala Oval, así como la reivindicación de Galí, maestro de Miró, uno de los principales artistas de la Exposición Universal de 1929 y uno de los responsables de salvar los cuadros del Prado y llevarlos hasta la frontera con el fin de la Guerra Civil. En el MNAC, es él quien firma las pinturas de la Sala de la Cúpula, muy azuladas y con alegorías de las bellas artes, la ciencia, la religión y la tierra, para las que se pasó más de medio año subido a un andamio.