Letras

Sant Jordi, suma y sigue

La jornada festiva vuelve a llenar a rebosar las calles de Barcelona con el encuentro de lectores y autores, con primeras veces, regalos para los fans y líderes de masas incombustibles

Todo lo contenido y apesadumbrado que acostumbra a ser el espécimen barcelonés, se deja en casa por Sant Jordi. Poco habituado a hacer muestras de cariño públicas, y mucho menos a regalar flores, los locales se entregan a una demostración colectiva de besos y rosas, perdiendo la vergüenza y sintiéndose contentos sin ninguna razón aparente, casi por obligación. Hasta se animan a hablar con desconocidos y los consideran rápidamente nuevos amigos, afianzando una intimidad que nace accidentalmente cuando comparten espacio vital durante las largas colas para conocer a sus autores preferidos o durante los densos ríos de gente que se viven a cualquier hora del día.

Aunque esta vez haya caído en día laborable, este 23 de abril tampoco ha bajado el ritmo, con un alboroto constante desde las primeras horas de la mañana, dando algún descanso para poder valorar tranquilamente las portadas de los libros durante la comida. La amenaza de lluvia ha acabado quedando en nada y un clima fresco ha hecho más agradable el día, sin las tormentas de hace dos años ni el calorazo del pasado. Con la Rambla completamente recuperada en la ruta por las paradas de libros y rosas, muchos han hecho el paseo de punta a punta, como Paula, Carla y Laia, alumnas del Sant Jaume de la Fep, en la Torrassa de L’Hospitalet de Llobregat, quienes no estaban haciendo pellas, sino que habían venido con su cole de excursión. Algunas de sus compañeras ya iban con las bolsas llenas de libros y no había duda que esperaban, si se podía, complementarlos con una rosa.

No eran las únicas locales que paseaban por la Rambla, demostrando que los barceloneses hay algún día que se la creen suya y consiguen arrinconar a los habituales turistas, completamente desorientados al no entender que las paellas se hayan sustituido por libros. “En Ciutat Vella también leemos”, defendía una de las floristas por excelencia del paseo, Carolina, quien no ha parado ni un minuto, “esta es la Rambla que más me gusta, con rosas y libros”. Preocupados por la falta de producto autóctono, viejos conocidos de Flors Carolina cogían tanda para llevarse una de sus rosas, una tradición anual para clientas como Loren, quien ha venido con toda la familia y ha asegurado que solo han fallado el año de la pandemia, y Elvira, con 98 años, quien se pasa a saludar todos los viernes y, obviamente, cada 23 de abril, y no se perdía ni una mientras Carolina le preparaba la rosa. También el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, es uno de los que engrosan la lista de habituales en Flors Carolina.

Parada de rosas. © Jordi Borràs/ACN

Los transeúntes se mostraban reticentes a invadir la calzada, aunque la Guardia Urbana no dejara que los coches circularan por la Rambla, hasta que la marabunta hacía inevitable atreverse a conquistar aquellos espacios que suelen atiborrar los coches. Con el intermedio de Plaza Catalunya, la ruta seguía hasta Paseo de Gràcia, consolidado desde hace unos años como el eje central de la diada, con las principales librerías y editoriales concentradas en una vía también sin tráfico que se alarga hasta Gran de Gràcia. Es ahí donde los escritores afilaban bolis ante la llegada de los fans, sintiéndose por un día como si fueran estrellas de rock o actores de Hollywood.

Hay líderes de masas como Javier Castillo, con firmas de tres horas seguidas y aún así su cola parecía infinita, o Sonsoles Ónega, quien ha reconocido que no tenía mucha experiencia en Sant Jordi, pero que estaba “feliz y sorprendida, la mirada del lector es irrepetible”. También un imbatible Eduardo Mendoza ha levantado pasiones, con seguidores que le traían totebags llenas de ejemplares y le iban listando los diferentes miembros de la familia a los que se los tenía que dedicar. Otro incombustible de la jornada, Sergi Pàmies, que estaba un poco afónico y temía acabar el día sin voz, ha recibido a lectores completamente emocionados.

Luego están los que no solo firman y también les dan algo a los fans que les buscan. El que ha ganado claramente el partido ha sido Juan Pablo Villalobos, quien se ha plantado en las paradas con una carpeta llena de relatos, numerados y firmados, “a modo fanzine, y los entregaba a todo lector que le pedía un autógrafo. No era la primera vez que el autor mexicano venía con regalos, recordando cuando repartió su primer relato escrito en catalán y titulado Obra completa en catalán, porque no tenía nada más. No descarta que haya un nuevo volumen en algún otro 23 de abril. “Me parece un milagro mundial que en una época de desazón como ésta haya un día que parezca que todo el mundo está alegre y está obligado a comprar libros”, ha sostenido Villalobos. Pol Guasch también se ha animado con los obsequios, con pegatinas de Ofert a les mans, el paradís crema (Anagrama), muy regalado a amigos como ha podido detectar, acertando de pleno en la trama de su segunda novela.

Guasch había cargado pilas para la jornada, precisamente, con la ayuda de su amiga Jana, quien le había traído un zumo y una rosa. Otros preferían ir sobre la marcha, como su compañera de editorial Clara Queraltó, también ganadora como él del Premio Llibres d’Anagrama, en su caso, con Com un batec en un micròfon. Eso sí, se había traído un par de bolis. Unos autores que tan solo suman unos cuantos Sant Jordi como Mar García Puig, quien cambió de bando —traductora y diputada del Congreso— y se estrenó el año pasado con La historia de los vertebrados (Random House/La Magrana), alargando un 23 de abril más las firmas y consiguiendo desafiar la trituradora de títulos editorial, el verdadero éxito de la fiesta del libro.

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Publicado por
Cristina Martín Valbuena

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