Con un discurso vital y cargado de ironía, habla de cómo la discapacidad no solo no le ha limitado, sino que le ha hecho más capaz. A través de su teoría de la triple A —aceptar, actitud y adaptarse—, ha sabido redefinir su vida. Con él no hablamos solo de pérdida visual, sino de ganancia vital. De cómo se pueden seguir subiendo escaleras (incluso las 2.180 de la Vertical de Montserrat) cuando la vida parece pararse.
Garcia ha sido el quinto invitado del ciclo de encuentros Esmorzars de Forquilla que organiza la Cambra de Comerç de Barcelona. Patrocinados por Indra y con The New Barcelona Post como medio colaborador, Garcia ha protagonizado un encuentro con empresarios, entre los cuales ha asistido el director de Indra en Catalunya, Salvador Garcia-Ruiz.
— Christian, empezamos con una frase tuya: “ Veo poco, pero miro mucho”. ¿Qué quieres decir con esto?
— Pues que, a pesar de tener una discapacidad visual, no me gusta pensar que cada día veo menos… sino que cada día veo diferente. Ver es una capacidad, pero mirar es una decisión. Y yo decido mirar. Curiosear, observar, tocar, husmear… encontrar nuevas maneras de conectar con el mundo. Porque cuando no lo puedes ver, lo tienes que aprender de otro modo. Y yo he decidido mirar a la vida.
— ¿De donde viene este optimismo tan contagioso?
— Yo a menudo digo que estoy viviendo una segunda vida. A partir de un proceso que denomino la teoría de la triple A: aceptar la adversidad, poner actitud para superarla y adaptarse a la nueva realidad. Cuando lo haces, la adversidad se puede convertir en una oportunidad. Y esto es exactamente lo que me ha pasado.
— ¿Dices que la discapacidad te ha dado más que no te ha quitado?
— Sí. Lo creo de verdad. La discapacidad me ha hecho más capaz. Estoy haciendo cosas que nunca habría imaginado. No porque sea más inteligente, sino porque el cerebro es flexible, se adapta. Y cuando recibes una sacudida grande, encuentras maneras de superarla. De hecho, te explico una anécdota.

— Adelante.
— Un día me entrevistaron, como tú ahora, y alguien que lo escuchó me propuso participar en una carrera: la Vertical de Montserrat, 2.180 peldaños. Dije que sí, pero con una condición: quería hacerlo con él, con Joaquim Maria Puyal, que es muy amigo mío. Él aceptó hacer de guía. Nos preparamos juntos, competimos juntos, e hicimos podio. Pero más allá del resultado, nunca habría vivido aquella experiencia si no hubiera tenido la discapacidad.
“Ver es una capacidad, pero mirar es una decisión”
— ¿Te da miedo que esta condición, la de discapacidad, te acabe definiendo?
— Sí, y lo pienso a menudo. No quiero que me defina ni la etapa anterior, ni esta. El último libro que leí en papel poco antes de dejar de ver fue El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. ¿Fue casualidad? No lo sé. Pero me agarré fuerte a él. Hablaba de la última libertad: la de decidir cómo vives lo que te pasa. Pues esto hago yo. La adversidad ha decidido que no puedo leer como antes, ni conducir, ni ver la cara de mis hijas. Pero ahora decido yo. Llevo reloj, aunque no pueda ver la hora. Porque lo llevaba antes y todavía lo quiero llevar. Es una forma de resistencia. De libertad.
“Si puedo hacer reflexionar, si puedo inspirar, ya me siento útil”
— Y ahora, ¿tienes claro que quieres ayudar a otras personas a través de tu ejemplo?
— Sí. Esto lo tuve claro desde el primer día. Y me llena. Hago conferencias, participo en fundaciones… Y si una empresa me invita, no es para que haga un show, sino porque lo que explico puede servir a alguien. Si puedo hacer reflexionar, si puedo inspirar, ya me siento útil.
— Hay una frase tuya que me ha chocado: “Haz lo que puedas”. ¿Es tu actitud vital?
— Totalmente. No es una orden, es una invitación. Haz lo que puedas, como puedas, pero hazlo. Si me dices que tengo que llegar a un objetivo, pero que puedo elegir el camino, me tiro de cabeza. Como el reto que me han propuesto ahora: aprender a navegar. El presidente de la Federación Catalana de Vela me lo ofreció. ¡No he navegado nunca! Pero la idea me fascina. No es que quiera ir a los Juegos Olímpicos, pero el hecho de intentarlo ya es transformador. Al final, solo quiero hacer las mismas cosas que hacía antes… pero de una manera diferente.
