Con un ecosistema maduro, la capital catalana vive la irrupción de nuevos fondos locales y capta la atención de actores internacionales, posicionada como el principal 'hub' emprendedor del sur de Europa
El Tech Spirit Barcelona, uno de los principales eventos del ecosistema emprendedor barcelonés.
El acceso a la financiación puede representar para una startup tanto un freno como un propulsor que acelere su desarrollo. Para los emprendedores, tener la capacidad de atraer inversión es clave, aunque no es fácil moverse por un entramado inversor para muchos desconocido, incluso etéreo, en el que interactúan múltiples actores. Y es que, en el mundo startup, no basta con tener una buena idea, un buen equipo o dirigirse al mercado adecuado: se requieren recursos para materializarlo, y aquí es donde entran los inversores.
Business angels, venture capital, family offices, microinversores y también líneas de financiación pública; todos ellos y muchos más conforman este tejido inversor, del que en 2024 brotaron más de 1.150 millones de euros en Catalunya, distribuidos en más de 200 rondas de financiación. Con 5,3 millones de euros por ronda de media, la inversión levantada por startups catalanas el año pasado superó a la del año anterior en un 65%, aupado por grandes rondas de inversión, como las de 410 millones de Sequra y Travelperk, con 93 millones. El ecosistema inversión barcelonés va por este camino también este año: sólo empezar 2025, Travelperk anunció otra ronda de 190 millones de euros, y en marzo llegó el turno de Factorial, con 110 millones, y de Sateliot, con otros 70. A estas se suma la que ha sido la mayor ronda de inversión en biotecnología a nivel estatal: SpliceBio ha levantado recientemente otros 118 millones de euros.
Desde estas macrorondas a operaciones menos llamativas pero igual de relevantes para el ecosistema, el ámbito inversor se erige como imprescindible para los fundadores. “Sin su presencia, sin sus recursos y también sin sus contactos, sus conocimientos y su know-how, el ecosistema no funcionaría”, defiende el Senior Startup Manager de Acció, Oriol Sans.
Este tejido inversor ha ido ganando peso y estructura en Barcelona en los últimos años, y “los actores cada vez son más sofisticados”. Y, tal vez más importante, son diversos, y engloban un variado abanico de opciones, lo que permite “ampliar la posibilidad de apoyar a compañías de distintas áreas”.
De este modo, las startups que necesitan financiación pueden llamar a la puerta de varios actores. En el surgimiento de una empresa emergente, los fundadores pueden optar por autofinanciarse —lo que se conoce como la etapa de bootstrapping—, algo que puede complementarse recurriendo a los FFF: family, fools and friends, familia y personas del círculo del emprendedor que deciden apostar por su proyecto. Pero a menudo el crecimiento de una startup requiere recurrir a financiación externa, y entran en juego los inversores. Su diversidad permite a las startups dirigirse a actores que se centran en su fase de desarrollo, o bien en el sector al que se dirigen, o al colectivo que representan.
Y es que, además de actores que se dirigen en general al panorama emprendedor, existen múltiples opciones que ponen el foco en un ámbito específico. Business angels centrados en proyectos liderados por mujeres, como WA4Steam; fondos que apuestan por startups de impacto; firmas de venture capital que se centran en ámbitos específicos, y un largo etcétera; son muchos los actores que aportan diversidad en este entramado inversor. Los business angels lo hacen como inversores privados que aportan capital propio normalmente en fases iniciales; los fondos de venture capital intervienen como vehículos de inversión que gestionan dinero de terceros —que pueden incluir desde otros fondos a bancos y familly office—, e incluso empresas se lanzan a invertir en startups que pueden sumar en su sector, como hace por ejemplo Mango con su Mango Startup Studio —que acaba de apostar por The Post Fiber para lanzar una colección de fibras recicladas posconsumo—, o el unicornio Factorial, cuyos fundadores han abierto un fondo de inversión, Itnig Capital, que invertirá 15 millones en startups SaaS en fase inicial.
El hecho que Barcelona disponga de un ecosistema diverso permite redoblar la apuesta por sectores estratégicos, como lo es el de las life science. En este ámbito, por ejemplo, existen diversos actores que enfocan su actividad inversora en empresas emergentes llamadas a impactar en la ciencia y la salud. “El sistema inversor en Catalunya en el mundo científico es muy potente, sobre todo en etapas tempranas”, destaca Maite Malet desde Asabys Partners. Pese a dirigirse a sectores similares y a estar afincadas en Barcelona, las gestoras de capital riesgo enfocadas al ámbito de las ciencias de la vida conviven en el ecosistema e incluso colaboran entre ellas: “Trabajamos mucho con inversores de aquí, en España no estamos en situación competitiva entre nosotros; hay tanta ciencia y tan buena que, al revés, quizá no hay suficientes fondos para el nivel de ciencia tan bueno del que disponemos”, añade Malet desde Asabys, firma fundada en 2018 y que cuenta actualmente con 13 personas en el equipo y 17 startups participadas, nueve de ellas, ubicadas en Barcelona.
Una de las firmas con las que más se cruza Asabys es con Ysios Capital, que también se centra en startups del mundo de las life science, en su caso en fases preclínicas de desarrollo: “Lo que hacemos es financiar toda la fase de desarrollo clínico hasta la fase 2, cuando el fármaco se prueba en poblaciones reducidas de pacientes”, explica desde Ysios Guillem Laporta. Si los resultados son positivos, se abre otra pantalla: la de tratar de vender la startup a una gran compañía para afrontar la fase 3, en la que se prueba con poblaciones más cuantiosas y cuyo coste suelen sobrepasar el que pueden afrontar fondos de capital riesgo: “Como mínimo, dependiendo de la enfermedad, se suelen necesitar entre 100 o 200 millones de euros para esta fase 3, y las grandes compañías farmacéuticas tienen músculo financiero para hacerlo dentro de su organización”.
Ysios tiene previsto levantar el año que viene un nuevo fondo focalizado en el ecosistema español y, sobre todo, barcelonés y en fases tempranas, con “la vocación de poder acelerar toda la ciencia del país, que es muchísima”. De hecho, según Laporta, “Barcelona está en el mejor momento de su historia en el sector biotech; hemos conseguido cerrar el círculo, con grandes compañías como AstraZeneca y Sanofi y con startups y rondas de inversión”.
La diversidad del ecosistema inversor lleva a disponer también de opciones de capital privado que van más allá de los fondos, como plataformas de ‘equity crowdlending’, como Capital Cell, y actores como Seedrocket, que cuenta con una red de inversores que, desde 2008, han canalizado más de 140 millones de euros a través de la la asociación, sin ánimo de lucro, como explica la manager de Seedrocket, Kasia Adamowicz.
Este ecosistema inversor, además, sigue agrandándose y va sumando a nuevos actores, como la plataforma Sheblooms, creada hace unos meses con el objetivo de llevar más inversión a startups lideradas por mujeres, para tratar de revertir el hecho de que sólo el 2% del capital privado va a emprendedoras. Con este fin, la comunidad conecta a startups con inversores, como destaca desde la plataforma Gerard Oller. A su vez, las plataformas de inversión a menudo también requieren inversores para potenciar su estructura; en el caso de Sheblooms, cuentan con una decena de inversores detrás del proyecto. De hecho, Sheblooms Ventures levantó 200.000 euros en abril, para seguir propulsando su crecimiento y conectar a más startups de liderazgo femenino con su red de inversores, que suman más de 800.
A esta diversidad del tejido inversor de capital privado se suman otras opciones, como los préstamos participativos y las ayudas y subvenciones públicas. Aquí destacan la estatal Enisa y los programas de la Generalitat, sobre todo a través de Acció y del ICF. Desde hace unos años, otra administración empieza a consolidarse entre las que apuestan por la emprendeduría a través de la inversión: desde 2020, el Ayuntamiento de Barcelona ha impulsado tres fondos de inversión con el objetivo de dinamizar la inversión en sectores estratégicos para la ciudad y atraer a actores extranjeros. “Ejerce de catalizador de las inversiones de capital riesgo”, defiende la directora ejecutiva de Negocio y Emprendeduría de Barcelona Activa, Itziar Blasco. Los dos primeros fondos —un primero dotado de 10 millones de 2020 y otro enfocado al deep tech en 2023, también con diez millones— han invertido en más de un centenar de startups, que generan unos 4.000 puestos de trabajo. Como detalla la teniente de alcalde Raquel Gil, el tercer fondo de capital riesgo se acaba de poner en marcha, a través de Barcelona Activa y con 30 millones de euros de aportación municipal —a la que se sumará la de otros inversores—, con el objetivo de diversificar la cartera de inversión en los sectores que son estratégicos para la capital catalana.
Pero, ¿cómo llega una startup a conseguir financiación por parte de un inversor? Para captar su atención, la empresa emergente debe contar elementos diferenciadores que la hagan sobresalir dentro del amplio ecosistema, y las vías para llegar a los inversores son múltiples: desde la puerta fría de un correo electrónico o Linkedin hasta presentarse en uno de los múltiples eventos que se organizan en la ciudad, además de por la vía de asesores y de actores como hubs, incubadoras y aceleradoras. Las firmas de inversión también hacen scouting y buscan activamente a startups prometedoras en eventos como ferias y congresos, como explica Laporta desde Ysios.
“Llegan de muchas maneras, pero no todo lo miras”, destaca la inversora y consejera independiente Helena Torras. Debe haber un elemento diferencial que lleve a responder a la propuesta. Si eso ocurre, se desencadena un proceso que puede alargarse meses hasta cerrar un pacto de inversión, en el caso de que se vayan superando los diversos niveles: se empieza con primeros contactos en los que el inversor valora si vale la pena profundizar en el proyecto de la startup, en base a criterios que van desde el sector hasta la propuesta de valor, pero entre los que destaca uno primordial: el equipo. Si todo va encajando, se abre un proceso de due diligence que analiza todos los aspectos de la empresa, que puede —o no— culminar en un acuerdo de inversión, para los que se negocian las cláusulas en cada caso.
Inversión local e internacional
Este proceso puede ser arduo para el emprendedor, y más en un contexto en el que la capacidad inversora es más limitada en España que en otros países europeos o que en Estados Unidos. Para compensarlo, se mira también a los inversores extranjeros. Desde Acció, la Generalitat trabaja para conectar a los inversores locales con los internacionales, como destaca Sans: “Les damos a conocer oportunidades de inversión, organizamos misiones en eventos internacionales y detectamos a inversores en determinados mercados desde las 40 oficinas de las que dispone Acció en todo el mundo”.
A través de ellas, realizan sesiones en las que startups catalanas presentan virtualmente sus propuestas a inversores de mercados concretos —las International Pitch Sessions—, que van desde la salud hasta el deep tech. Ya sea con inversores locales o internacionales, “la prioridad es que los fundadores tengan el máximo de opciones; los inversores invierten en un porcentaje muy pequeño de las startups que ven, por lo que tenemos que maximizar las que ven”. Así, tras una fase en la que a nivel internacional se han reducido las rondas de financiación —con menos, más pequeñas y con procesos más largos— el panorama inversor va acercándose a niveles anteriores, también desde el ecosistema barcelonés, que aspira a seguir desarrollándose para generar empleo y riqueza y para continuar escalando en su posicionamiento internacional.
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