La foto de Collboni

El día de Sant Jordi, el alcalde Jaume Collboni publicó una fotografía, en su cuenta personal de Instagram, en la que aparece de la mano de quien se deduce que es su pareja. Los dos hombres salen de espaldas, el alcalde viste americana azul oscuro, camisa blanca y zapatos, mientras que su acompañante lleva gafas de sol, ropa más informal y zapatillas, y una rosa en la mano, se supone que regalada por el alcalde. Pese a que sea una foto tomada desde detrás, a Collboni se le identifica perfectamente, porque tiene el rostro ligeramente girado hacia su pareja, en cambio, la cara de él queda prácticamente escondida, y tampoco se le ha etiquetado en la imagen, se entiende que para preservar su anonimato.

La pareja camina por el paseo de Gràcia y no parece llamar la atención de nadie —la foto se debió tomar a primera hora del 23 de abril, porque a diferencia de lo que ocurre tradicionalmente a partir del mediodía, no tienen que abrirse paso entre la multitud a codazos—. En el lenguaje de la prensa gráfica, podríamos decir que se trata de un robado o, más exactamente, de una fotografía con apariencia de robado, no porque sea una fotografía tomada por un paparazzi, sin el permiso de la pareja, sino porque, lejos del clásico posado, propio de una portada de la revista Hola, la foto de Collboni y pareja busca transmitir espontaneidad, autenticidad.

Sin embargo, estoy convencido de que ni la composición de la fotografía ni la decisión de publicarla y de hacerlo precisamente por Sant Jordi tienen nada de improvisación, todo lo contrario, es una imagen muy pensada y publicada con una clara intencionalidad. Porque no se trata de un gesto puramente personal, sino también político. Lo confirma el hecho de que la fotografía vaya acompañada de un texto breve, pero lleno de significado, “Amor, cultura y orgullo”, reforzado con dos iconos muy potentes: la bandera del arco iris y el corazón rojo. Collboni, con esta publicación, reivindica no sólo para él sino para todo el colectivo el derecho de mostrarse enamorado por las calles de la ciudad, también por Sant Jordi, y combatir así a quienes consideran que la vida amorosa del alcalde pertenece a su esfera privada y que no hay que proclamarla a los cuatro vientos, sobre todo si es gay.

Puede parecer una obviedad, pero, con los tiempos que corren, quizá valga la pena subrayarlo: Collboni tiene el mismo derecho de hacerlo, de mostrarse en público en pareja, que Colau, Trias, Hereu, Clos o Maragall en su momento. Sin embargo, en su caso, como miembro de un colectivo que todavía tiene que luchar por el derecho a la visibilidad, que todavía necesita referentes y que siempre debe estar atento a los intentos de quienes les quisieran devolver al armario o a lugares peores, este gesto, además, tiene una carga política innegable.

Que la mayor parte de los comentarios que tenía la publicación fueran para felicitar al alcalde, me alegró. En este sentido, pensé que qué suerte que el alcalde lleve meses sin pisar el estercolero de X, donde puedo imaginar las reacciones que habría suscitado la foto. Basta con ver el alud de insultos homófobos que ha recibido el joven futbolista del Barça Héctor Fort por el simple hecho de aparecer en una divertida fotografía tomada durante una gala del deporte solidario con mi querida Briggita Lamoure, cupletista y activista LGTBIQ+, en brazos. No quiero ni imaginar qué pasaría si, por ejemplo, el próximo Sant Jordi, un jugador del primer equipo del Barça, por decir algo, se atreviera a hacer lo mismo que este año ha hecho el alcalde Collboni.