La Punyalada

El cartel de la Mercè

El cartel de La Mercè representa, una vez más, una oportunidad para averiguar la ideología visual del Ayuntamiento de Barcelona y el posicionamiento político de sus administradores

Una de las grandes habilidades de la actual administración barcelonesa consiste en haber dotado de peso simbólico algunos rituales, hábitos, lugares u objetos de la ciudad que hasta hace poco pasaban como simple anécdota, ahora convertidos en zona erógena del debate público urbanístico. Así ha ocurrido con el pesebre navideño de Plaza Sant Jaume (que Ada Colau ha convertido en un volcán de remodelación posmoderna de los roles heteropatriarcales y religiosos) y también con el cartel de La Mercè, que los socialistas idearon como una simple postal de sobresueldo para los artistas de su cuerda política y que Colau, con su genialidad comunicativa, ha reconvertido en un emblema del nuevo progresismo común. Del casting de los artistas se encarga el madrileño Nacho Padilla, director artístico del Ayuntamiento, uno de los policy makers (ecs) más importantes del colauismo en su consciente dependencia por la imagen.

El gordo de este año le ha tocado al ilustrador vasco David de las Heras, un magnífico creador formado en la Escola Massana, quien ha urdido un fresco realmente bellísimo con tres Mercès de diferentes generaciones amigablemente abrazadas alrededor de unas flores, algunas palomas, y de un par de iconos bien identificables de la ciudad. Dado que la administración siempre nos supone algo zopencos, el Ayuntamiento nos ha regalado la hermenéutica. En su web leemos: “¿Qué Mercè nos representa el artista? Pues una Mercè que ata vidas y, como si fuera una sastra experta, cose generaciones de barceloneses y barcelonesas. Y es que, si se mira la imagen del cartel de este año, puede que veáis una madre, una hija y una nieta, las tres embobadas en la contemplación de alguna de las muchas actividades de la fiesta. O quizá veréis una misma barcelonesa que vive la fiesta como niña, adulta y mujer de edad avanzada”.

La focalización de la mirada en un espacio determinado de una obra de arte es uno de los hechos más políticos que se desprenden de la misma. En efecto, la ilustración en cuestión nos obliga a centrarnos en los ojos de la Mercè más pequeña (la única persona que nos mira directamente, con una dulzura intencionalmente desafiadora), y de ahí avanzamos en la inexorabilidad del tiempo; primero con la madre y después la abuela. No es casualidad, of course, la caracterización notoriamente andrógina de esta primera integrante del trío, paradigma de una feminización posterior a la que se llegará por propia voluntad, no por imposición natural/divina. Ésta es, pues, una fiesta donde no hay más representación fálica que las insufribles torres de la Sagrada Família, empequeñecidas junto al cartel; Mercè, y quién sabe si Barcelona, ​​es una historia de mujeres solas que miran al porvenir escogiendo un género que engendra.

También hay política en lo que queda en los márgenes de la mirada central, y es notorio observar cómo, en el cartel by de las Heras, la obra de Gaudí y una imagen de unos castellers queda relegada al pie de fotografía. Todos los símbolos de catalanidad, por consiguiente, aparecen folklóricamente subsumidos a una lucha superior; la de tres mujeres que, insisto, viven la fiesta con el poder de haber adquirido su género de forma meditativa en un espacio donde los hombres no tienen nada que hacer. La emancipación nacional, o la presencia espiritual de la tribu, queda alejada de lo que los cursis llamarían a los problemas reales de la gente. El motor que mueve al mundo, en definitiva, es la conexión existente entre esta santa trinidad de féminas; no es tampoco casual que la ilustración genere un truco visual donde las manos de estas diosas acaban juntándose en la barriga de la pequeña futura engendradora de Mercès.

Como veis, y el arte tendrá un papel fundamental en todo ello, de aquí a las elecciones nos espera un parto político sobrecargado de simbología que irá aumentando en intensidad. Historiadores del arte, hermeneutas de tres al cuarto y críticos de la cultura; preparaos para la sobrecarga visual del próximo curso político. Por el momento, al menos, el nivel es alto. Y el cartel es muy bonito.

El cartel de la Mercè de este año.
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Bernat Dedéu

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