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Burtonesque

La exposición 'The Labrynth' acerca al público barcelonés (y al turista) a una iconografía única que Hollywood ha instalado en nuestras retinas, y que nos hace saludar a personajes y escenas como si fueran miembros de nuestra familia. Situada a los pies del MNAC, es una exposición aconsejable para las visitas familiares y una dudosa forma de hacerles considerar mirar un poco más arriba, hasta lo alto de las escaleras y hacia un museo que no pretende (según parece) ceder ningún protagonismo.

El Pabellón 7 del Palacio Victoria Eugenia, a los pies del MNAC (a medio camino de las escaleras) se ha convertido hasta junio o bien en un reclamo para la montaña y el museo, o bien en una manera de distraer a los turistas que quieran acercarse a nuestro Metropolitan nacional. El dilema se debe de haber presentado a Pepe Serra y a Joan Oliveras, que mantienen aquellos planes para ampliar el museo en los pabellones pero que, mientras no empiezan las obras, no pueden saber si la exposición itinerante sobre el universo Tim Burton distrae o atrae al público hacia cotas más altas de la montaña y del arte.

El caso es que pocos espacios quedan en Barcelona para acoger exposiciones de esta magnitud, aunque sean para un público mainstream, adolescente, preadolescente y postadolescente (entiéndase 40 años para arriba). Un plan ideal para llevar a sus hijos en aquellas edades que adolecen, y también como colofón de un día en la montaña después de recorrer el románico y el gótico y el arte moderno que reinan muy por encima de las reinas regentes o consortes.

No lo prueben al revés: la exposición sobre el universo Tim Burton sirve más como descompresión, como bolsa de palomitas, que como edificante baño de sensibilidad estética. Mejor bajar las escaleras luego, que subirlas antes. The Labrynth es exactamente lo que es: el repaso a los dibujitos efectuados por un alumno depresivo, y relleno de pesadillas traigcómicas, en un rincón de la clase.

Si quieren aprender qué es inmersividad hecha al estilo clásico, olviden las pantallitas o las pantallazas y vengan a ver esta exposición

No es un laberinto. No se preocupen. A pesar del título, podrán verlo todo, porque pueden ir hacia adelante y hacia atrás en las diferentes salas divididas por puertas que supuestamente nos abren caminos irreversibles. Todo es reversible, porque hemos pagado y, para que no sea una escape room ni un escoge tu propia aventura, incluso podemos constatar cómo dos puertas supuestamente separadas —la 2 y la 3, por ejemplo—, si nos tomamos la molestia de comprobarlo, a veces llevan exactamente a la misma sala. Es decir: lo veremos todo.

Y vale la pena verlo todo porque, si algo te queda de esta exposición, es el triunfo de las tres dimensiones y la nula necesidad de realizar según qué planteamientos inmersivos. Si quieren aprender qué es inmersividad hecha al estilo clásico, es decir, contando sólo con el talento del dibujo y con buenos escenógrafos, buena iluminación y sobre todo buena escultura, olviden las pantallitas o las pantallazas y vengan a ver esta exposición. La gracia es que todo surge de un solo talento, de un solo trazo, de una sola imaginación, y éste es el mérito de la libreta del pequeño Tim Burton: que ha transformado las pesadillas del adolescente en iconos llenos de expresividad, de humor, de sentido estético, de surrealismo y de espectacularidad. Sí: con estas manos. Sí, es la exposición de un artesano.

Exposición sobre Tim Burton en la capital catalana.

Ya lo saben ustedes: bosques, nieblas, fantasmas, cadáveres, zombies, laboratorios siniestros, hombres-murciélago, hombres-pingüino, gatos, brujas, esqueletos… A Tim Burton, aparte de su universo particular, le han encajado productos que ya existían previamente como Batman o Alicia en el País de las Maravillas o Charlie y la Fábrica de Chocolate, porque todas beben del delirio, del mal trago, del trauma. Todos sabemos que, mientras iban desapareciendo los niños en su visita a la fábrica, nos íbamos preguntando si realmente aquella historia de Roald Dahl estaba hecha para adolescentes.

Lo mismo con Alicia, y con la reina (regente o consorte) que acaba ordenando que le corten la cabeza, o con la cósmica soledad de Batman. Las figuras esculpidas son de una perfección total, así como la atmósfera de cada sala, por lo que los textos de los paneles se muestran totalmente superfluos. Evidentemente que leeremos sobre las manías del artista, que si Halloween, que si el referente del actor Vincent Price, que si la melancolía, que si el dilema entre el bien y el mal y el simple trauma (¿es malo alguien atormentado?), que si el amor en un cementerio, que si la ternura monstruosa, que si el panel dice les gens en catalán para referirse a las personas (alguien decidió que el catalán sería una especie de francés), que si el encanto de la locura.

Hay una variante del pop-art que ya no debería sorprendernos desde Disney y que se recrea en la exageración y en la fábula, y en retorcer la idea del monstruo y del insomnio

Lo mejor de Burton es Burton, es decir los personajes paridos por sí mismo, desde Edward Scissorhands (dibujo recurrente en los cuadernos del instituto) hasta los cerebros de Mars Attacks o el elegantísimo Jack Skellington, de Pesadilla antes de Navidad, un referente de la técnica stop-motion. Y bueno, y Johnny Depp por todos lados. Si Johnny Depp no existiera, Tim Burton le habría inventado.

En definitiva, una diversión y un entretenimiento pero también un recordatorio: hay arte sofisticado en los esbozos de los cuadernos de juventud, hay una variante del pop-art que ya no debería sorprendernos desde Disney y que se recrea en la exageración y en la fábula, y en retorcer la idea del monstruo y del insomnio. Hay ternura en el defecto, en la tara, en la fealdad y, sobre todo, en la soledad. Tim Burton, al parecer, quería amigos. Y decidió creárselos y, además, creárselos en una forma adorablemente terrorífica. Si son imperfectos, en el fondo, no pueden dañarme. Y quizá por eso, a los pies del MNAC, como si fuera un niño arrinconado en el patio, los dibujos de Burton prefieren no subir ni un peldaño más en dirección al Olimpo.

El director, productor y dibujante Tim Burton en la exposición sobre sus creaciones.
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Publicado por
Jordi Cabré

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