Imágenes

A propósito del estreno de la última película de Woody Allen, “Rifkin’s Festival”

Tras inaugurar el Festival de San Sebastián, la última película de Woody Allen, “Rifkin’s Festival”, se enfrenta este viernes a su estreno comercial en los cines, es decir, al riesgo de ser vista por un público más amplio y sabio que el de los críticos que solemos visitar los festivales de cine. Naturalmente, a Woody Allen no parece preocuparle gran cosa lo que piensen de él y de su cine los demás, pero sí le preocupará, y mucho, a su productora barcelonesa, Mediapro, que es quien ha corrido con los gastos y los riesgos.

[dropcap letter=”A”]

este comentario le ocurre un poco lo que a Woody Allen, y tampoco le inquieta el éxito o el fracaso de “Rifkin’s Festival” en la taquilla, y solo tiene la intención de predisponer a quien lo lea y a quien la vea para un mayor disfrute de sus virtudes, de sus reflexiones y de su mirada inteligente a la vejez, al arte, a los sucedáneos que pretenden pasarse por arte y a los viejos maestros del cine europeo.

El argumento de la película ocurre durante la celebración en San Sebastián de su Festival de Cine, y el protagonista es un hombre casi octogenario que acompaña a su esposa, más joven y animada, que trabaja como publicista de un pretencioso director francés con el que tiene una aventura. En fin, eso sería una sinopsis mal contada, porque Woody Allen lo que muestra al principio de la película es una sesión de este anciano con su psiquiatra neoyorquino, al que le cuenta lo que veremos en la pantalla, y ahí empieza y acaba la historia, en el diván del psiquiatra (por otra parte, un territorio tan propio del cine de Woody Allen como el Monument Valley del cine de John Ford).

Woody Allen con Wallace Shawn y Elena Anaya durante el rodaje de “Rifkin’s Festival”.

La anterior obra de Allen, “Un día de lluvia en Nueva York”, era un canto a la juventud, a lo primaveral y a lo romántico, y en esta voltea su alma para hablar de lo contrario, de los achaques de la vejez, de lo otoñal y de lo ilusorio (pero dinámico y eficaz) del flashazo amoroso. Los personajes esenciales son cuatro, el anciano que huele a Woody Allen pero interpreta Wallace Shawn, igual de indeciso, maniático y confuso que él; su esposa, Gina Gherson, una actriz con mirada y gesto golosos; el director francés que encarna con sentido del humor y de la parodia Louis Garrel, y la estrella de la función, Elena Anaya, una atractiva doctora a la que visita con hipocondríaca insistencia ese hombre viejo y náufrago ya en su propio matrimonio.

Para disfrutar de “Rifkin’s Festival” no hay que quedarse en lo efervescente y trivial de su argumento, que, en efecto y como en tantos otros títulos suyos, solo es una excusa para que bailen en él sus habituales reflexiones existenciales, que siempre sirve con grandes dosis de cinismo y su particular sentido del humor: sus opiniones sobre la simpleza de la vida, la amenaza de la muerte, lo turbio de las relaciones amorosas, la obsesión religiosa, la banalidad intelectual o la pretensión del arte “moderno” son solo algunos de los charcos que le encanta pisotear.

Louis Garrel, Gina Gershon y Wallace Shawn en una de las escenas de la película.

“Rifkin’s Festival” también le procurará motivo de gozo a aquellos que aún conservan una mirada nostálgica al viejo cine europeo y a sus figuras clásicas, como Bergman, Fellini, Truffaut, Godard o Buñuel. Su personaje central, el anciano que nos cuenta (en sesión terapéutica con su psiquiatra) sus días en el Festival de San Sebastián, y que añora su pasado como profesor de Cine en la Universidad, adorna su relato con ensoñaciones de esas viejas películas y “revive” algunos de sus grandes momentos con los personajes y circunstancias de su aventura donostiarra.

Aquí se luce Woody Allen, pues pone en escena (calca) secuencias de “Jules et Jim”, de “À bout de souffle”, “El ángel exterminador”, “Persona”… , con sus actores, Elena Anaya, Louis Garrel, Gina Gershon y Wallace Shawn…, en un gracioso intercambio de papeles con Jeanne Moreau, Liv Ullman, Bibi Andersson, Belmondo, Jean Seberg, con la excepcional guinda de ver a Christoph Waltz en el papel de Muerte en la célebre escena de ajedrez en “El séptimo sello”.

El ilustrador Jordi Labanda ha diseñado el cartel de la nueva película de Woody Allen.

Y si todo esto no le resulta suficiente al espectador para divertirse con la última película de Allen, disfrutará, sin duda, de esa mezcla de mirada que el gran fotógrafo Vittorio Storaro y la inteligencia de Woody Allen arrojan sobre la ciudad de San Sebastián, tan hermosa, luminosa y “turística” como aquella otra que le lanzó fresca, divertida y tópica a nuestra ciudad en “Vicky Cristina Barcelona”.

Compartir
Publicado por
Oti Rodríguez Marchante

Artículos recientes

  • Good News Barcelona

Los certámenes con más visitantes de Fira de Barcelona entre 1999 y 2024

Consolidada como un actor esencial para la economía de Catalunya, la Fira de Barcelona reúne…

14 de junio de 2025
  • El Bar del Post

Alexandre Escrivà: La llamada de las letras

“Desde la pandemia escribo casi cada día de mi vida”. El escritor y músico Alexandre…

14 de junio de 2025
  • Good News Barcelona

El impacto del Mobile 2025 supera los 560 millones y 13.000 puestos de trabajo

La GSMA calcula que el impacto del congreso desde su llegada a Catalunya en 2006…

14 de junio de 2025
  • Opinión

Padre Coraje y sus hijos (se van de rave)

A pesar de sus excesos e incongruencias, 'Sirât' ha devuelto el cine al frondoso terreno…

13 de junio de 2025
  • Opinión

22@: el pulmón de la Barcelona tecnológica

¿Qué hace de Barcelona una de las ciudades más apreciadas en todo el mundo? La…

13 de junio de 2025
  • Profesionales

La librera romana

En medio de novedades y clásicos de escritoras y escritores de su país, Cecilia Ricciarelli…

13 de junio de 2025