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Sí al Museo Montserrat Caballé

El Palau Güell ha acogido recientemente en su maravillosa buhardilla una pequeña exposición dedicada al vestuario escénico de Montserrat Caballé. Una selección de los trajes fastuosos que la diva lució en grandes escenarios operísticos de todo el mundo para ponerse en la piel de personajes como Maria Stuarda, Ana Bolena, Elisabetta di Valois o Tosca. La muestra, organizada por el Museo de las Artes Escénicas (MAE) de Barcelona, ​​permitía una proximidad insólita con unas piezas exuberantes que el público operístico, en general, sólo vemos de lejos, encima del escenario. El armario operístico de la Caballé era digno de una reina o de un cardenal, recuerdo que pensé. También que una figura de su dimensión daría para una gran exposición en uno de los principales espacios expositivos de la ciudad.

Pocos días después, ha trascendido a la prensa que el sueño de la Fundación Montserrat Caballé es crear justamente un museo dedicado a la diva. Entrevistada por la revista de Foment del Treball, Montserrat Caballé Claus, sobrina de la soprano y presidenta de la fundación homónima explica que el proyecto del Museo Montserrat Caballé no es tan sólo un vago deseo, sino que, antes de la pandemia, ya se dieron los primeros pasos para que saliera adelante: “Se iniciaron conversaciones con las administraciones, pero siendo realistas no se trata sólo de tener un edificio, sino que los gastos que comporta su mantenimiento son muchos y, a día de hoy, no se pueden asumir”. Y concluía: “De todas formas, no perdamos la esperanza de que un día este museo pueda ser una realidad”.

Personalmente, aquí y ahora, me declaro fervorosamente partidario de este proyecto. A continuación, intentaré argumentarlo brevemente.

En primer lugar, creo que Barcelona debería dedicar un museo a la Caballé sencillamente porque lo merece. Por su indiscutible dimensión histórica. Montserrat Caballé ha sido reconocida en todo el mundo como una de las grandes sopranos de todos los tiempos. Como la última diva del bel canto. Por lo tanto, tiene todo el sentido del mundo que su ciudad le dedique un espacio que conserve, difunda y reivindique su legado.

Barcelona debería dedicar un museo a la Caballé sencillamente porque lo merece. Por su indiscutible dimensión histórica. Montserrat Caballé ha sido reconocida en todo el mundo como una de las grandes sopranos de todos los tiempos

En segundo lugar, porque en los noventa interpretó junto a Freddie Mercury lo más parecido a un himno de la ciudad: Barcelona. Hay que ser un barcelonés muy duro de oído o de corazón para escuchar a Caballé y Mercury cantando este temazo y no emocionarse. Con Barcelona, la Caballé conquistó el gran público y se convirtió, también, en una especie de diva pop. Por cierto, para ahondar en la historia de amistad y admiración mutua entre estos dos gigantes de la música es imprescindible ver Freddie Mercury: The Great Pretender, un excepcional documental de la BBC sobre el cantante de Queen. Contiene unas declaraciones de la propia Caballé que no tienen desperdicio.

En tercer lugar, porque ya toca que Barcelona dedique un museo a una mujer excepcional. Es vergonzoso que, a estas alturas de la película, en el nomenclátor de las calles de la ciudad las mujeres todavía escaseen, igual que en las paredes de los museos o en las galerías de personajes ilustres.

Hace veinte años, la Caballé, sin ser una feminista militante, protagonizó un hito histórico por la igualdad. En 2001, se convirtió en la primera socia del Círculo del Liceo, un exclusivo club de señores que, desde su fundación en 1847, sólo admitía a hombres como socios. Al pisar, por primera vez, las venerables estancias del Círculo por derecho propio y no por ser señora de, la Caballé dijo al numeroso público que se había congregado para recibirla: “Hasta ahora he entrado sin papeles, ahora lo haré como socia de pleno derecho. Sé que todos los miembros del Círculo del Liceo me quieren, incluso los que la semana pasada votaron en contra de la entrada de mujeres. Quiero que sepan que las mujeres no queremos eclipsar ni estorbar a los hombres, sólo queremos hacerles compañía. Y que no se enfaden, sin embargo, en el fondo, las mujeres cuando nos lo proponemos siempre salimos con la nuestra”, (El País, 7 de febrero de 2001). No lo tuvo fácil, porque una parte de los caballerosos socios del Círculo del Liceo defendió con uñas y dientes ese anacrónico privilegio, pero finalmente la Caballé se salió con la suya y, a día de hoy, cerca del 30% de sus socias ya son mujeres.

Más allá de los méritos de la cantante para tener un museo en su ciudad –seguro que hay un puñado de ilustres barceloneses que también lo merecerían–, estoy convencido de que el de la Fundación Montserrat Caballé es un proyecto especialmente interesante para Barcelona por una serie de razones que también quiero apuntar:

En primer lugar, porque reforzaría la condición de Barcelona como capital operística. Por lo tanto, haría falta que este equipamiento estuviera perfectamente conectado con el Gran Teatre del Liceu.

En segundo lugar, porque podría tener una valiosa función pedagógica innegable. Podría recibir visitas de escuelas de todo el país y contribuir a despertar el gusto por la ópera de las nuevas generaciones. Quién sabe si también algunas vocaciones.

Y, en tercer lugar, también podría ser un activo que atrajera ese tipo de turismo que siempre decimos que nos gustaría que viniera a Barcelona. Para entendernos, el que va a Viena y no a Magaluf.

No tengo claro que Barcelona deba tener una franquicia del Hermitage que, en cualquier caso, pueden instalar aquí o en la China Popular que decía aquél. De lo que no tengo ninguna duda es que el Museo Montserrat Caballé sólo puede estar en Barcelona

Ojalá que este proyecto no quede empantanado por las miserias de siempre: que si la ópera es elitista, que si la Caballé era de ese partido o del otro, que si porque la Caballé y no Victoria de los Ángeles, que si patatín, que si patatán.

No tengo claro que Barcelona deba tener una franquicia del Hermitage que, en cualquier caso, pueden instalar aquí o en la China Popular que decía aquél. De lo que no tengo ninguna duda es que el Museo Montserrat Caballé sólo puede estar en Barcelona. Por lo tanto, Barcelona haría bien en hacerlo posible.

 

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Publicado por
Francesc Soler

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