La reclusión que impuso la Covid-19 hace unos meses hizo que muchos ciudadanos tuvieran que seguir trabajando desde casa, situando al teletrabajo como una de las tendencias que se verán reforzadas tras esta crisis. Sin embargo, abusar del teletrabajo puede suponer “comprar la soga con la que nos acabemos ahorcando”.
Pere Viñolas, Anna Gener e Ismael Clemente, en el BNEW Real Estate.
Esta opinión es la que comparten expertos como Pere Viñolas, consejero delegado de Inmobiliaria Colonial, e Ismael Clemente, consejero delegado de Merlin Properties. Ambos han participado en la charla Teletrabajo y Covid-19. El futuro de las oficinas en el marco de la Barcelona New Economy Week (BNEW), donde han analizado los retos a los que se enfrenta el teletrabajo en los próximos meses.
Tanto Viñolas como Clemente han admitido que “el trabajo en remoto ha llegado para quedarse” en muchos sectores pero han señalado que los puestos de trabajo que sean 100% en remoto “son los que se podrán automatizar” en el futuro, poniendo en peligro el empleo de esos mismos trabajadores. Por ello, han abogado por avanzar hacia un “teletrabajo verde” en el que la opción de trabajar desde casa sirva para mejorar la calidad de vida de los empleados, pero que no se vea desde las empresas como una mera medida de ahorro. Para conseguirlo, la clave será desarrollar una política de empleo flexible, que permita el teletrabajo pero sin llegar a “la extinción física del espacio”.
De hecho, consideran que las oficinas seguirán siendo un espacio vital para desarrollar los “aspectos intangibles” de las compañías, como la marca, las relaciones entre empleados y el orgullo de formar parte de la empresa. En este sentido, Viñolas ha apuntado a la necesidad de crear oficinas eficientes, que mejoren la experiencia de los empleados y que sean sostenibles, mientras que Clemente ha recordado que “la calidad de la oficina es buena para atraer y mantener el talento en la plantilla”. Así, ambos opinan que la oficina del futuro avanza hacia una reducción en su densidad poblacional, es decir, habrá oficinas más grandes con menos personas, permitiendo un “espacio digno” a los empleados.
Viñolas y Clemente también han hecho un llamamiento hacia un “urbanismo más flexible” que permita adaptar los usos de los edificios a las necesidades de los ciudadanos. Así, han propuesto desarrollar la “libertad de usos”, por la que las construcciones se podrían adaptar al uso final según se vayan edificando, sin tener que seguir las reglas de los planes urbanos. De esta forma, un edificio originariamente programado como oficinas, podría pasar a tener un uso residencial durante su construcción o viceversa. Todo ello con el objetivo de fusionar el teletrabajo con el empleo en la oficina para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
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