Miquel Martí, consejero delegado de Tech Barcelona.
Un ecosistema nace cuando diferentes formas de vida conectan, interactúan y evolucionan juntas. En el caso de Barcelona, hace poco más de quince años germinó una semilla digital y tecnológica plantada tiempo atrás y que, gracias a la perseverancia colectiva, ha florecido hasta convertirse en uno de los ecosistemas más dinámicos de Europa.
Los primeros emprendedores abrieron caminos que hoy recorren más de 2.300 startups en Catalunya. Las diversas administraciones públicas, los fondos de inversión y las grandes corporaciones han contribuido a consolidar un suelo fértil, donde han arraigado más de 160 hubs tecnológicos internacionales, infraestructuras científicas de referencia como el Barcelona Supercomputing Center (BSC), el Institut de Ciències Fotòniques (ICFO) o el Sincrotrón Alba, y un amplio tejido de firmas de servicios especializadas que lo apoyan. Sin olvidar que la fuerza vital de este ecosistema es el talento: más de 200.000 profesionales —130.000 en el ámbito digital— formados en universidades, centros de FP y escuelas de negocio de prestigio internacional. Un mosaico cada día más amplio y diverso.
El éxito se explica gracias a aquello que impulsa el ecosistema, su ambición, pero también a aquello que lo sostiene, la cohesión. En Tech Barcelona aspiramos a ser la plataforma de presente y, sobre todo, de futuro, desde donde cualquier emprendedor —venga de donde venga, se encuentre en la fase que se encuentre y trabaje en el ámbito que sea— encuentre apoyo, conexiones y oportunidades. Tanto si desarrolla su actividad desde un coworking en Barcelona como si forma parte de una comunidad digital. Tanto si vive en Sant Cugat como en Olot. En València, Madrid, Bruselas, Helsinki, Boston o Hong Kong.
Esta vocación de conexión también incluye aquellos colectivos que, históricamente, han estado menos relacionados con el mundo emprendedor: científicos, tecnólogas, investigadores e investigadoras que trabajan en proyectos transformadores pero a cierta distancia del mercado y del mundo empresarial. Pienso en mi amigo y héroe Paco Solé Parellada que, ya en 1998, desde la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), impulsó el programa Innova con el objetivo de inculcar cultura emprendedora en la universidad. Su visión era nítida, brillante: había que traspasar las puertas de la torre de marfil de la investigación e incorporarla a un sistema de innovación vivo, colaborativo y comprometido con la realidad social.
La voluntad de cambio se materializa hoy con decisiones valientes, como la del centro de investigación i2CAT, que después de dos décadas en el Campus Nord de la UPC se trasladará a finales de año al Pier01 de Tech Barcelona, la gran muestra zoológica del ecosistema. No es solo un cambio de espacio físico, es una declaración de principios. Un gesto que confirma que la innovación no nace en compartimentos estancos, sino en ecosistemas vivos y porosos, donde las ideas fluyen, chocan, se combinan y se replican. Un espacio donde el contacto constante hace de chispa.
Estos pasos adelante nos tienen que llevar a superar nuevas fronteras. El momento geopolítico que vivimos, tal como alertan los informes Draghi y Letta, exige que Europa redefina sus prioridades: más soberanía tecnológica, más resiliencia, más competitividad y más capacidad de liderazgo global. Tenemos que reforzar el desarrollo de tecnologías disruptivas o deep tech como son la inteligencia artificial, el cloud, la ciberseguridad, la fotónica, la cuántica, los semiconductores, la biotecnología y la salud, la energía y la transición verde, la movilidad, la industria 4.0, el espacio y la tecnología por la paz y la seguridad.
Barcelona quiere jugar este partido con un papel destacado. Empresas como Sateliot y Aistech Space nos sitúan en órbita; Qilimanjaro y Quside abren las puertas de la computación cuántica; Elem Biotech nos permite ver simulaciones de humanos virtuales; Inbrain Neuroelectronics desarrolla implantes cerebrales para mejorar tratamientos médicos; y Openchip trabaja para diseñar chips europeos propios. Y no son casos aislados: cada vez hay más spin-offs que nacen de nuestros centros de conocimiento, y cada vez llegan más recursos para hacerlas crecer.
El éxito dependerá, más que nunca, de reducir trabas, simplificar procedimientos y garantizar el acceso equitativo a las oportunidades
Los fondos europeos son un ejemplo: 95.500 millones de euros del programa Horizon Europe hasta 2027, o los 800.000 millones de euros anuales que la Comisión Europea propone hasta el 2040 para acelerar sectores estratégicos. A escala estatal y local, se multiplican los esfuerzos para potenciar el ecosistema, desde organismos como el CDTI, Enisa, Red.es, Sett, el ICF o Avançsa, así como a través de iniciativas como el Fondo de Inversión en Tecnología Avanzada, Startup Capital de Acció o el Barcelona Investment Fund del Ayuntamiento. Pero el éxito de estos instrumentos dependerá, de nuevo, y más que nunca, de reducir trabas, simplificar procedimientos y garantizar el acceso equitativo a las oportunidades.
Por supuesto, todavía tenemos más fronteras internas a superar. Hay que reducir la brecha de género. Sí, insistimos, porque solo una de cada tres profesionales digitales en Barcelona son mujeres. Hace falta también cerrar la distancia entre la demanda creciente de talento digital y la capacidad del sistema educativo para proveerlo. Hay que repensar las alianzas entre empresas, centros de investigación, universidades y administración para formar perfiles adaptados a los nuevos tiempos. Y hay que afrontar con valentía el liderazgo de proyectos estratégicos como una de las siete AI Factorías de la Unión Europea que acogeremos en Barcelona.
Querer un ecosistema sin fronteras, como es el caso, no quiere decir ausencia de límites, sino una actitud persistente para superarlos colectivamente. Quiere decir que nadie queda fuera. Que cada persona, cada institución, cada disciplina tiene un espacio, un papel y una oportunidad de transformar el futuro. Este es el camino. Y desde Tech Barcelona continuaremos recorriéndolo con convicción, con los pies a tierra, la mirada en el horizonte y las puertas, siempre, abiertas.
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