Vistas del 22@ de Barcelona.
En los últimos meses se habla mucho en los círculos económicos del libro Madrid DF del arquitecto Fernando Caballero. Un relato sobre el gran Madrid que se proyecta de forma imparable hacia una gran área metropolitana de diez millones de habitantes. El libro de Caballero es bueno, muy bueno, no tanto por el contenido, que también, sino por su capacidad de proyectar un imaginario en el que la otrora capital de España, provinciana, burocrática y sin apenas industria ni recursos primarios, se proyecta hoy como la gran ciudad global del sur de Europa. Un liderazgo basado en el éxito de su modelo económico liberal y del empuje de la economía financiera y de los servicios que caracteriza la economía del siglo XXI.
El éxito de este nuevo y renovado relato del Madrid DF radica, bajo mi punto de vista, en tres elementos fundamentales que desarrollé en mi libro La República de la reputación y que Madrid ha sabido maridar y dinamizar de forma inteligente: la economía, el poder y las emociones. No es un tema menor, sin embargo, que el Madrid político y económico se ha beneficiado del vacío político, económico y emocional generado por las autolesiones producidas por ciertos liderazgos en Barcelona y Catalunya en la última década, y muy especialmente del procès soberanista. La consecuencia ha sido la ausencia de un relato potente sofisticado y creíble desde Catalunya como contrapunto al empuje de Madrid.
Pero seamos claros, el problema no es Madrid, que juega sus cartas, sino la necesidad de articular un nuevo proyecto colectivo desde Barcelona y Catalunya que genere adhesión e ilusión tanto interna como internacionalmente. Y para ello hay que romper algunos tabúes. El gran relato y proyecto político, económico y emocional de Catalunya se llama Barcelona, la gran Barcelona, la de la región metropolitana de los cinco millones y medio… y más allá. Un territorio que no tiene fronteras bien definidas, sino que es una construcción política, económica y social abierta que debería estar basada en una gran alianza que sume a todos los actores del territorio.
Frente al empuje de los relatos que abogan por la uniformidad, un nuevo centralismo y liderazgo del gran Madrid DF, deberíamos anteponer el proyecto de la República de Barcelona
El objetivo debería ser ganar competitividad en una economía global con una apuesta por la sostenibilidad, la equidad, la cultura, la seguridad —en el sentido más amplio—, así como la preservación de una sociedad abierta, inclusiva y democrática. Barcelona debe y puede ser una gran marca global que contribuya igualmente al equilibrio territorial desde la Vall d’Aran a l’Ampordà, las Terres de l’Ebre y los territorios de Ponent.
Frente al empuje de los relatos que abogan por la uniformidad, un nuevo centralismo y liderazgo del gran Madrid DF, deberíamos anteponer el proyecto de la República de Barcelona. No se trata de crear un Estado, sino un nuevo imaginario potente y una comunidad de destino representado por los valores del republicanismo clásico en torno a conceptos como la libertad, el autogobierno, el estado de derecho, el civismo, la apuesta por la sociedad civil y el bien común, la virtud cívica y la cultura, el patriotismo o el gobierno democrático. Unos valores que nos referencian con una determinada manera de entender Europa y el mundo que proyecta Barcelona como una de las metropolis globales de referencia. Y mirándonos en el espejo del mundo, esta Barcelona Republic bien podría inspirarse en otra de las grandes metrópolis globales emergentes como es Singapur, una ciudad-estado de creciente relevancia global con la que compartimos muchos enfoques y características.
Desde un punto de vista geográfico y demográfico, el Área Metropolitana de Barcelona y Singapur guardan cierta similitud. La gran Barcelona cuenta con una extensión de 636 kilómetros cuadrados y 5,5 millones de habitantes, mientras que Singapur tiene una extensión de 728 kilómetros cuadrados y 5,6 millones de habitantes. En términos estratégicos, compartimos la apuesta por la atracción de talento e inversiones, la tecnología y la innovación o el desarrollo sostenible a través de un desarrollo urbano coherente y de calidad.
El modelo de Singapur debe ser el referente de Barcelona y Catalunya
Ambas ciudades sabemos de la importancia de la conectividad y la apuesta por infraestructuras clave como los puertos y los aeropuertos con conexiones intercontinentales, cruciales para la competitividad global y su capacidad para atraer turismo de calidad, talento y negocios internacionales. Singapur está en una ubicación estratégica, en el estrecho de Malaca en el sudeste asiático, actuando como un centro logístico y de transporte clave entre Asia, Europa y Oceanía. Su conectividad global le permite ser un eje de comercio y tránsito en Asia, con acceso directo a numerosos mercados emergentes y establecidos en la región.
Barcelona igualmente tiene una posición geográfica estratégica en la costa mediterránea, sirviendo como una puerta de entrada entre Europa, el norte de África y el Mediterráneo. Su ubicación facilita el comercio hacia mercados en el sur de Europa y África del Norte, además de ser un puente natural con América Latina debido a los lazos culturales y económicos. En definitiva, la apuesta por la conectividad aérea y marítima de Singapur la refuerza como un centro financiero y logístico global, atrayendo a multinacionales y favoreciendo la creación de empleos en sectores de alto valor añadido como las tecnologías y las finanzas, y ese debe ser el referente de Barcelona y Catalunya.
Igualmente, ambas ciudades globales debemos gestionar un territorio denso y limitado con un enfoque de desarrollo vertical y eficiente en la planificación y uso del espacio urbano con la creación de nuevos equipamientos públicos y áreas verdes. Algo que bien pueden representar los nuevos barrios de Barcelona como el 22@ y la nueva gran plaza de les Glòries o la Marina del Prat Vermell. Un nuevo urbanismo vertical que preserve el patrimonio arquitectónico y el diseño del casco urbano histórico de sus barrios como el Eixample, ampliándolo e integrándolo con nuevos desarrollos como el Nou Clínic en la Diagonal o en grandes áreas verdes como la ampliación del parque de la Ciutadella y o la montaña de Montjuïc.
Frente al discurso emergente e interesado sobre la inevitabilidad del liderazgo del Madrid DF, podemos anteponer un proyecto serio, solvente y no centralizado desde el Mediterráneo
Más allá del urbanismo vertical, un transporte metropolitano eficiente y las necesarias infraestructuras físicas y digitales, la Barcelona Republic bien puede aprender de Singapur en abrazar e integrar una gran diversidad de culturas e identidades. Barcelona genera oportunidades y desarrollo económicas y sociales, y en buena parte gracias a los nuevos llegados de todos los puntos del planeta en los últimos años, pero exige una nueva gobernanza mucho más sofisticada e inclusiva para conciliar de forma coherente los retos de una sociedad plural y multicultural. Igualmente, en tanto que ciudades de moda para el turismo urbano, debemos enfrentar retos complejos como el aumento del costo de la vivienda y la masificación de ciertos puntos de la ciudad. En eso también Barcelona y Singapur comparten retos y podemos aprender los unos de los otros.
En definitiva, frente al discurso emergente e interesado de ciertos medios y élites políticas, económicas y culturales sobre la inevitabilidad del liderazgo del Madrid DF, podemos anteponer un proyecto serio, solvente y no centralizado desde el Mediterráneo. El audaz relato del libro de Fernando Caballero, con quién espero poder dialogar públicamente sobre todo ello, más allá de algunas medias verdades y olvidos, es un relato que se asemeja al vino dulce, entra muy bien, pero puede producir una importante resaca y efectos no deseados.
Los nuevos liderazgos políticos de Catalunya y Barcelona se han puesto a la tarea tras una década perdida, pero recuperar el liderazgo requiere de un relato sólido, aunar energías, recursos. El liderazgo no se medirá solo con el PIB, sino con la recuperación del reconocimiento, la complicidad y la admiración tanto en el conjunto de España como en Europa y en el mundo. Algo que exigirá nuevas coherencias y síntesis de país mucho más ricas, complejas y transversales.
Un momento clave en la historia de Catalunya
“Una Barcelona de cine (?)”. Ese era (con interrogante o sin él, ya llegaremos) el…
La compañía catalana da entrada al ejecutivo mediante la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica,…
El centro ejercerá de ‘think tank’ desde la capital catalana al menos hasta 2030, cuando…
Para hacer un homenaje a sus orígenes, el museo abrirá, por unas horas, los tragaluces…
El 'village' del evento, que tendrá lugar del 8 al 12 de octubre en el…