ALMA, una mirada a la

Una familia tan invencible como Los Tres Mosqueteros

Amor. Educación. Familia. Son tres palabras que resumen bien la historia de superación y cariño que cuenta la familia Barrull-González y que flotan en el aire cuando hablan, bromean y sonríen unos con otros.

Esas tres palabras se notan también en el humor y en la energía de torbellino de Asunción González, “Sión”, madre coraje. En el silencio educado, escondido tras la poblada barba pelirroja y la mirada limpia de su marido, Benjamín Barrull. En las travesuras sin maldad del pequeño José, de cuatro añitos, que no para de hablar y abrazar y juguetear con todo, también con su menuda coleta rubia. En la risa adorable de Azahara, que a sus nueve años ya está enamorada del flamenco y, bueno, también del reguetón. Y en la timidez de su hermana mayor, Sión, como la madre, de 12 años, que mira el reloj mientras charla, para no llegar tarde a la coral en la que canta.

Hoy, 15 de mayo, es el Día Internacional de la Familia y pocas recogen tanto su espíritu como estas cinco almas gigantes que irradian bondad en sus 360 grados. Y eso que las cosas no son fáciles en La Coma, barrio de la localidad valenciana de Paterna. Pero ni eso ni los estigmas con que cargan a veces por ser una familia gitana —algo que llevan con orgullo— debilitan sus sonrisas y sus ganas de luchar. Y es precisamente por ese esfuerzo por el que la familia ha sido reconocida por la Obra Social ”la Caixa” como referente en su entorno social. ¿Por qué? Porque salta a la vista su increíble implicación en la educación de sus hijos. Solo hace falta escuchar al pequeño José lamentando que algunos compis de clase le pegan. “¿Y tú no pegas, José?”. “No, yo no”, responde sin dudar.

A la familia de Sión, en su forma alegre de superar adversidades, le ha ayudado la Fundación del Secretariado Gitano, que a su vez trabaja con el programa CaixaProinfancia de la Obra Social ”la Caixa” para ayudar a menores y familias en situación de vulnerabilidad desde hace ya 10 años. Pero la ayuda ha sido incluso más fuerte en dirección contraria: la familia de Sión no se ha conformado con asistir a sus talleres y recibir apoyos, sino que los ha multiplicado compartiendo los conocimientos y habilidades adquiridos.

Todo empezó hace 10 años, cuando la hija mayor tenía dos añitos y la mamá, algunas lagunas sobre cómo criarla. “Era primeriza e iba muy perdida, así que en los talleres materno-infantiles de la fundación me ayudaron mucho: aprendí sobre alimentación, sobre higiene… Una cosa es lo que te dice el médico y otra, el día a día: aquí me ayudaban mujeres que habían tenido más hijos”.

La hija mediana, Azahara, por su parte, participa junto con Sión en los talleres educativos familiares, en que varias madres y sus hijos medianos, “que reciben menos atención que los mayores o menores”, comparten juegos y cursos. La fundación también les brinda clases de refuerzo escolar.

Y la actitud de Sión ha sido tan ejemplar que se ha convertido en trabajadora del Secretariado. “Es una mujer referente”, reconoce María José, que trabaja también allí. Está estudiando para formarse como agente sanitaria de base comunitaria y antes de acabar ya está viendo su utilidad. “Ayer en el tranvía una madre vino a preguntarme si mi hija llevaba aparatos, porque creía que la suya también los necesitaba. Ella no sabía lo que era un odontopediatra ni qué nos entra por la seguridad social. Ese tú a tú es importante para que las familias sepan lo que necesitan y lo que está a su alcance”, cuenta Sión.

La historia de esta mujer está llena de ruptura, clichés y prejuicios. En una sociedad acostumbrada a que el hombre tome la iniciativa y a matrimonios con chicas más jóvenes, fue ella, tres años mayor que Benjamín, la que se lanzó a hablar cuando se conocieron en un centro comercial cercano.

Fue el amor lo que la trajo al barrio y hoy, los paseos a caballo por el monte y las exposiciones de coches de época (es la pasión de Benjamín, que tiene un Seat 124) llenan el tiempo de ocio de esta risueña familia. Ambos cocinan. “Yo soy más de paella y él, de fideuá”, cuenta Sión. “De cocinarlo y de comerlo”. Y se ríen. Azahara no sabe elegir cuál de sus padres cocina mejor, pero dice que prefiere el arroz al horno. José, que sueña en ser policía, está todo el rato o jugando a fútbol o dibujando tiburones. La hermana mayor se ocupa de no quitarle ojo y calmar un poco su hiperactividad. No es fácil, porque tiene mucha energía. Pero con abrazos y sonrisas, la armonía siempre acaba reinando. Sión madre sonríe al ver lo bien que se llevan sus hijos, y suspira: “La familia lo es todo para mí”.

Texto: Germán Aranda
Fotografía: Guillem Sartorio
Realización: Javier O. San Martín

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