© May Zircus

¿Qué suena en las proximidades de un agujero negro? Un ensayo con Héctor Parra

Nacido en Barcelona en 1976, hijo de un físico, el compositor transmite con pasión las ideas que estructuran su obra, para hacerla más accesible a la mayor parte de oyentes. Si bien Inscape rehúye el carácter programático del poema sinfónico, lo cierto es que narra un periplo cósmico. Un “transporte” a través de la experiencia acústica, que aproximará al oyente a los límites de lo audible

Después del ensayo general, el viernes (18 de mayo) por la mañana, Héctor Parra atiende a la prensa con una generosidad encomiable y una sonrisa que evidencia satisfacción por el trabajo realizado. Parece anticipar lo que al día siguiente será un éxito, como pocas veces se ha podido experimentar en ocasión del estreno de una obra, en la sala grande del Auditori. El creador de Inscape, encargo que la OBC estrena junto a solistas del renombrado Ensemble Intercontemporain -orquesta que fundó Pierre Boulez, como tal especialista en música experimental- se expresa con una soltura cautivadora, muy pedagógica.

Nacido en Barcelona en 1976, hijo de un físico, el compositor transmite con pasión las ideas que estructuran su obra, para hacerla más accesible a la mayor parte de oyentes. Una obligación que pesa en muchos creadores contemporáneos -no siempre los artistas hubieron de cumplimentar tal exigencia- pero que en su caso se vive, por el contrario, como una ocasión óptima para fomentar la apreciación de su trabajo. Si bien Inscape rehúye el carácter programático del poema sinfónico, lo cierto es que narra un periplo cósmico. Un “transporte” a través de la experiencia acústica, que aproximará al oyente a los límites de lo audible.

MÁS ALLÁ DE LOS CONFINES DE LA REALIDAD SENSIBLE

El astrofísico francés Jean-Pierre Luminet, que acompañó a Héctor Parra en la concepción del proyecto, se muestra igualmente accesible en su charla con la prensa. Aporta imágenes, ejemplos visuales o reminiscencias a sabidurías antiguas (Tales, Heráclito, Pitágoras…) con tal de ilustrar la noción de orden que caracteriza al cosmos, hasta los límites de lo racionalmente cognoscible. La realidad de la antimateria, la posibilidad de que los agujeros negros conecten diversos universos, o el propio sonido (inaudible) del universo son cuestiones que el común de los mortales difícilmente logra desarrollar. El desafío de Parra es mayúsculo, en este sentido. Y, sin embargo, en su esfuerzo por materializar lo inmaterial -verbalizar lo inaudible y lograr la propagación de ondas sonoras que sugieren esa otra realidad de la física- lo que el oyente descubre es una obra portentosa, desde una perspectiva enteramente musical.

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La complicidad del director Kazushi Ono, que en diversas interrupciones del ensayo escucha con atención las indicaciones de Parra, partitura en mano, es fundamental para la integración de los esfuerzos particulares de los músicos del plantel, notablemente exigido. El modo de extraer sonidos poco habituales de los instrumentos clásicos -los inicios de esa praxis cabe encontrarlos en Mahler, de quien se programa precisamente una sinfonía en la segunda parte del concierto- resulta fascinante en su interacción con la tecnología digital, que aprovecha la revolución electroacústica de Stockhausen, y le permite transportar al oyente más allá de los confines de la realidad sensible, que cree conocer.

“En el esfuerzo por materializar lo inmaterial -verbalizar lo inaudible y lograr la propagación de ondas sonoras que sugieren esa otra realidad de la física- lo que el oyente descubre es una obra portentosa, desde una perspectiva enteramente musical”

Los cinéfilos tendrán acaso presente la insólita lucidez de un Stanley Kubrick, en gran medida responsable de la banda sonora de su 2001. Una odisea en el espacio: a la hazaña de lograr que el Danubio azul pudiera ilustrar fehacientemente la rotación de la estación espacial hay que añadirle el efectivo uso que hizo de las Atmosphères de Ligeti, piezas en las que se adivina el sonido imposible (inaudible, en principio) en el vacío. La posibilidad de la propagación de ondas es la realidad ante la que se abisma también Parra, con una ambiciosa propuesta orquestal, que en parte deslocaliza el foco de sentido.

Por todas partes reverberan sonidos, el volumen del auditorio se halla colonizado de ondas, siquiera para declamar en susurros próximos al silencio. Además de la nutrida orquesta, encabezada por los solistas del Ensemble Intercontemporain, el compositor opta por distribuir en los palcos del anfiteatro diversos conjuntos de percusión y vientos, que producen un sonido envolvente en momentos concretos, dando pie a una experiencia completamente nueva pero que se vive con una extraña naturalidad. Se disfruta con una mezcla de asombro y familiaridad, por el carácter orgánico y avasallador de una creación que delinea la realidad física del silencio y también tortura muy gozosamente los tímpanos, en lo que parece una celebración del orden opuesto al cosmos, que al mismo tiempo constituye: el caos.

 

LA NATURALEZA INCOMPRENSIBLE

La sensación de estar sometido al influjo rítmico y no obstante imprevisible, es difícil de referir con palabras en el curso de la audición de Inscape. Y, con todo, da entender de un modo inequívoco, a través de una riqueza tímbrica muy llamativa -mediante la confluencia y contraposición de instrumentos de familias dispares- la realidad de la physis que otros célebres habían ya ensayado. Imposible no pensar en la Consagración de la primavera por el eventual protagonismo del fagot y el modo como percusión y metales imprimen ritmos agónicos, de clara inspiración dionisiaca. Pero incluso si creemos detectar alguna cita -a Ligeti y Stravinsky, quizá podíamos añadir Takemitsu- la creación de Parra es absolutamente original. Se apoya en el número, como no podía ser de otro modo al tratar una cuestión cósmica, pero se halla abierta al influjo del imprevisto, siendo esa dialéctica -absolutamente musical- lo que genera adicción, y la convierte en una obra enorme.

La realidad del vacío es misteriosa, incomprensible, pero no más que la realidad del ser, y la propagación de ondas que nos llevan a experimentar positivamente lo que hay. Que “a la physis -expresó Heráclito, refiriéndose a la realidad más inmediata y obvia, que no puede no ser- le gusta ocultarse”. No es que la realidad verdadera resida en lo oculto, o se muestre superior a lo sensible, como el platonismo filosófico y religioso se ha empeñado en recalcar. Mucho más sugerente es la posibilidad -inquietante para algunos, plausible para otros- de que la diferencia entre física y metafísica, entre realidad material e inmaterial sea sólo una diferencia de grado.

“La realidad del vacío es misteriosa, incomprensible, pero no más que la realidad del ser, y la propagación de ondas que nos llevan a experimentar positivamente lo que hay”.

Algunas concepciones míticas, en los orígenes de aquellas primeras formas de sabiduría que Jean-Pierre Luminet aludía (al mencionar a Heráclito, por ejemplo), insinúan de un modo no discursivo la co-pertenencia de ser y no-ser, comprendidos ya no en términos de exclusión, sino como mutua condición de posibilidad. El viaje de Héctor Parra, vertiginoso y sutil según la región por la que transcurre, supone una brutal actualización de la excursión que protagonizó un siglo antes Gustav Mahler con su Cuarta sinfonía, la obra programada en la segunda parte del concierto. Desde una mirada implacable -común en ambos compositores- encontramos, sin embargo, la real contemplación de la naturaleza, tanto de la belleza sin porqué como de su potencia atronadora, que parecería carente de sentido (la destrucción tiende a antojarse menos comprensible para los intereses humanos).

© May Zircus

Inscape, obra que próximamente se interpretará en París, Lille y Colonia, se impone como una inspirada sublimación del anhelo de trascendencia que confirma, con todo, que estamos sumidos en el flujo de una realidad (physis) cambiante, visible e invisible, comprendida de un modo infructuoso y siempre provisional. El papel de algunos instrumentos solistas, concretamente la flauta, plasman ese intento. Pero no es la única voz que construye el tejido y se enfrenta al vacío más radical. Son muchas las tentativas de colonización, y lo meritorio de la obra de Parra es el esfuerzo global, ambicioso y sensible, de tornar audible el orden del cosmos, incluso en las proximidades de lo que ha sido llamado “agujero negro”, realidad máximamente densa que engulle de un modo impenitente cualquier haz de materia.