En las zonas de ocio nocturno de Dinamarca se prohíbe el acceso a personas con antecedentes penales por delitos violentos. “Antes de la pandemia vimos varios episodios terribles en los que jóvenes inocentes fueron asaltados en las áreas populares de vida nocturna”, ha dicho el ministro de Justicia, Nick Haekkerup, “y ahora que reabrimos, esta medida ayudará a que las víctimas y todo el mundo puedan salir de forma más segura por la noche”. La directora de la policía de Copenhaghen, de acuerdo con él, considera que de este modo se detienen potenciales nuevos delitos. Alguien puede pensar si una medida así se debería implantar en grandes ciudades, como Barcelona.
¿Es justa? No me lo parece. ¿Es comprensible? Que es comprensible quizás sí. ¿Pero es eficaz? Pues creo que no.
Puede ocurrir que, justamente, las jóvenes que salen, pensando que no hay delincuentes, bajen la guardia y, por ejemplo, no se hagan acompañar por los amigos a la hora de ir a coger el transporte público de madrugada. Siempre habrá delincuentes nuevos, no fichados. Yo diría que para hacer cumplir la medida, impedir la entrada en los barrios de ocio nocturno a gente que ha sido condenada, se necesitan policías pidiendo papeles. Muchos. Y creo que, en realidad, todos estos policías pidiendo papeles podrían estar patrullando en las discotecas, estaciones de tren o metro, calles solitarias, parkings o zonas de botellón. Y que hubiera vigilancia en las discotecas, estaciones de tren o metro, calles solitarias, parkings o zonas de botellón sí que produciría un efecto de disuasión.
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