Animació i il·lustració de Juliet Pomés Leiz

No amigo, no es un invierno como los de antes

La explicación del frío en nuestras latitudes la tenemos en el calor ártico. Una “locura”, en palabras de Mark Serreze, Director del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo en Boulder, Colorado. Lleva estudiando el Ártico desde 1982 y en declaraciones a The Guardian dice, sobre la temperatura ártica “Estas olas de calor, nunca había visto algo como esto”.

Ha nevado. Mucho. Se acabó febrero y empezó marzo con frío, lluvia y nieve. La primavera nos recibe con más frio. En el bar de la plaza alguien dice en voz alta que por fin tocaba un invierno como los de antes. Se regodea en el comentario y minimiza el problema del calentamiento global. Todavía quedan inviernos como los de antes, no hay para tanto con el efecto invernadero. “Al invierno no se lo come el lobo”

Y sí. Tenemos unas buenas nevadas, como hace años que no se ven. A lo sumo una o dos en la última década. Pero estas de 2018 vienen un poco tardías. Nada grave. Hemos conocido nevadas tardías con anterioridad. Incluso en mayo. O en junio, el día de la boda de no sé quién.

Pero la explicación del frío en nuestras latitudes la tenemos en el calor ártico. Una “locura”, en palabras de Mark Serreze, Director del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo en Boulder, Colorado. Lleva estudiando el Ártico desde 1982 y en declaraciones a The Guardian dice, sobre la temperatura ártica “Estas olas de calor, nunca había visto algo como esto”.

Nos gusta irnos unas décadas atrás, a recordar aquella granizada anecdótica  en mitad del verano. Pero se nos olvida que el año anterior, 2017, ha sido noticia por el calor. Un verano que batió records de olas de calor. Durante el otoño acuñamos el término “veroño”. Sequía y nuevos registros de las temperaturas más altas medidas en esta época del año. El frío y la lluvia han llegado a finales de febrero, cuando los almendros empezaban a florecer.

Los expertos alertan de que el frío que estamos viviendo, esta primavera que empezó con temperaturas más bajas de lo normal, nieve y granizadas, es consecuencia del desplazamiento de las masas de aire que el calor del invierno ha cambiado de lugar. Lo que debería estar enfriando el  Ártico para mantener las grandes reservas de hielo que permiten el clima que hemos conocido está sobre Europa. Mientras en el Polo Norte se viven temperaturas anormalmente altas y se pierde cada vez más masa de hielo. En el hielo antártico descubrimos nuevos procesos que nos alertan sobre la aceleración deshielo.

La culpa de lo que hemos vivido en el primer trimestre de 2018 parece ser la consecuencia del calor que vivimos a finales de 2017. La prudencia invita a no ponerse dramático, pero existe una probabilidad cierta de que tengamos que acostumbrarnos a un nuevo patrón. Un verano cada vez más largo y seco. Un invierno imprevisible con frío extremo. Con el otoño y la primavera difuminados, prácticamente inexistentes. Un día necesitamos el abrigo y al siguiente nos sobra.

O igual sí. Igual es un invierno como los de antes. Ojalá volvamos a inviernos como los de antes, seguidos de sus primaveras, sus veranos, otoños e inviernos de verdad. Esperemos un abril de aguas mil más allá de la puntual y mediática crecida del río Ebro. Veremos si marzo ventoso y abril lluvioso nos dejan un mayo florido y hermoso. O si tenemos que empezar a inventar nuevos refranes con los que enseñar a las generaciones futuras lo que pueden esperar del clima en el entorno en el que viven.