El Bar del Post

Manolo Navarro: Pura militancia

“Estoy muy orgulloso de haber escrito y grabado canciones que he podido compartir con nuestros seguidores y amigos a través de conciertos, discos e incluso algunos programas de radio y televisión”. Atardece y el Bar se va animando. Manolo Navarro sonríe, tomándose una copa de Albariño, mientras disfruta de lo que suena de fondo, en esa Radio 3 “que no pierde la capacidad de sorprenderme con alguna buena canción o grupo que no conozco, y con el que me puedo ir a dormir habiendo aprendido algo nuevo”.

Apasionado de música, numismática y de viajar por el mundo, este “viejoven” (como él mismo se define) decidió hace treinta años montar su primera banda y, desde entonces, no ha dejado de subirse a escenarios, grabar discos y escribir canciones que plasman su amor por el pildorazo inmediato de rhythm and blues, punk y pop de aires sesenteros. Por esos tres minutos que separan la nada del frenesí de unas guitarras con ritmo, un bajo con carácter, una batería con pegada y unos coros con mucha alma. Puro amor al arte. Pura militancia que, como buena militancia, dura una vida entera.

Debutó al frente de Les Cactus que duraron siete años y con los que se curtió en innumerables fiestas del circuito 60s y mod nacional e internacional. Todo esto, mientras se enfrascaba en unos estudios de Ingeniería informática, ante una oferta formativa que no le seducía en absoluto. “Más que nada, era la carrera que estaba estudiando mi hermano, pero fui dando tumbos por varias facultades y, tras incorporarme como becario y conseguir un contrato laboral en la empresa en la que aún sigo trabajando, comprendí que aquella pesadilla no iba a ningún sitio. Decidí ponerle punto y final a pesar de que sólo me quedaban seis asignaturas para terminar la carrera”, rememora.

Sorbe un poco de vino. “Lo que me marcó entonces de aquella decisión, y aún a día de hoy no he conseguido superar del todo, no fue tanto el no haber concluido mis estudios, sino sentir que había fracasado ante mis padres”. Respira hondo. “Por otro lado, tengo que decir que en todo momento me animaron y jamás me echaron nada en cara”. Y, en decirlo, asoma por su rostro una media sonrisa entre tímida y triste, pero preñada de un insobornable afecto por los suyos.

Mucha cuerda, aún

Tras la disolución de Les Cactus, en 2003 vio la luz el siguiente proyecto musical de Manolo Navarro, The Canary Sect, por donde pasó la flor y nata del underground barcelonés. Especialmente el añorado músico y dandy Alfredo Calonge, con el que el cantante trabó una profunda amistad que los llevó a viajar juntos por gran cantidad de países. “He estado en unos 70 países distintos, en Europa, Asia, América y África. Y todo lo que he visto, experimentado y aprendido en esos viajes hace que me sienta muy afortunado”, explica a propósito de periplos dignos del mejor libro de aventuras. En unos cuantos de aquellos viajes, le acompañó su amigo Alfredo a quien iba a dedicar la emotiva canción Calle de la Conquista.

Manolo Navarro es un apasionado de la música y los viajes, y ya ha recorrido más de 70 países.

Finalizada la etapa de The Canary Sect, formó The Ratkellers, que duraron hasta 2022 y con los que atestiguaba su amor hacia el rhythm and beat de bandas como The Kaisers o The Neatbeats. “Entre todo, he tenido la suerte de editar una decena de discos y poder actuar en gran parte de la geografía del estado y en algunos países como Alemania, Holanda, Italia y Reino Unido”, reflexiona. Pero todavía queda cuerda y el parroquiano no ha tardado mucho en arrancar un nuevo proyecto musical: Thee Nameshakes.

Muy bien rodeado por músicos veteranos de la escena barcelonesa, con esta nueva banda Manolo pone de manifiesto su amor por el R&B pasado por el tamiz de unos Flamin’ Groovies o unos Dr. Feelgood. Acaban de sacar su primer disco, el EP Baila con Merlucifer (Sweet Groove) “y la verdad es que estamos muy contentos con el resultado obtenido y la aceptación por parte del público”. La presentación del disco está prevista para el sábado 29 de marzo en El Llaminer, de Vilanova del Vallès, y el 9 de mayo en la Freedonia de Barcelona, en la calle Lleialtat.

El músico está inmerso en un nuevo proyecto con el grupo Thee Nameshakes, que estrenará EP el próximo 29 de marzo.

Una relación esencialmente lúdica

Nacido, crecido y vecino de Caldes de Montbui, la relación del músico Manolo Navarro con Barcelona siempre ha sido lúdica y basada en la asistencia a fiestas y conciertos. “Nunca me he planteado seriamente la opción de trasladarme a vivir aquí”, explica este gran amante de su pueblo, donde tiene sus amigos de siempre: ese ecosistema de afectos y complicidades tejidas a menudo en largos aperitivos, en primera línea de barra o a pie de escenario.

De la ciudad le molesta “la polución, el ruido, el tráfico, la masificación, en parte por culpa del turismo desproporcionado. Pero sobre todo, me repugna la especulación con la vivienda que hace que sea muy difícil quedarse a vivir aquí”, lamenta. Aunque eso no resta majestuosidad a la urbe. El parroquiano sonríe. “¿Te puedes creer que, hasta hace relativamente poco, jamás había estado en la Sagrada Familia?”. Termina su Albariño y prosigue: “Recuerdo el día en que por fin entré para visitarla como uno de los momentos más impactantes que he vivido. Parece un tópico, ¡pero con todo lo que he viajado, creo que es de las cosas más impresionantes que he visto!”.

El músico lamenta la especulación con el precio de la vivienda que se vive en ciudades como Barcelona.

— Lo que te va a parecer una de las cosas más impactantes que has probado es la oferta gastronómica de este Bar, que ya es hora de cenar y tenemos menú, carta, tapas, bocatas… de todo. Y buenísimo.

Manolo Navarro ríe con ganas. “Pues la verdad es que tengo cierta intuición para escoger con éxito los bares o restaurantes en los que decido entrar a comer. Y cuando acierto, soy de la opinión de que el menú suele ser la mejor opción calidad-precio”, replica.

— ¡Tú sí que sabes!

“Pues que sea menú”, decide. Y, tras unos segundos, añade: “Y si tenéis tarta de manzana de postre guárdame un trozo, que me flipa”. Y se le intensifica la sonrisa ante el festín inminente.

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Publicado por
Alberto Valle

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