ALMA, una mirada a la

Las escuelas no deberían ser islas

Hoy en día, para saber cómo le va a un amigo en China solo tienes que cotillear sus Instagram Stories. La globalización y las nuevas tecnologías han puesto el mundo patas arriba, escuelas incluidas: una sociedad global, en la que tiempo y espacio ya no son un estorbo para la comunicación, necesita colegios igual de abiertos y participativos. Y este objetivo no se consigue por arte de magia, sino con la implicación de todos los que participan en la vida del centro educativo. El pasado 3 de mayo, la experta en liderazgo educativo Beatriz Pont nos dio algunas de las claves sobre el papel de los directores de colegio en esta inminente revolución educativa.

La charla que Beatriz Pont ofreció en CosmoCaixa Barcelona sobre el liderazgo en los equipos directivos fue, seguramente, una de las pocas en las que tener el móvil en la mano y tuitear no es signo de mala educación, sino todo lo contrario. Enmarcada en el ciclo de conferencias que EduCaixa organiza acerca de la (R)evolución Educativa, fue una tarde participativa, digital y abierta al diálogo, como la educación que necesitamos para el siglo xxi.

“Las escuelas tienen el enorme reto de preparar a los alumnos para habilidades que aún no conocemos, para trabajos que todavía no existen”, remarcó la analista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Y lo que prueban los estudios más recientes es que los directores de colegio son piezas clave para conseguir estos objetivos, “ya que son quienes pueden facilitar la creación del clima adecuado para que los docentes enseñen bien y los alumnos aprendan mejor”.

Sin embargo, este clima no se crea con un chasquido de dedos, sino que requiere todo un replanteamiento del papel del director. “La dirección escolar tiene que ser un liderazgo compartido”, señala Beatriz. Es decir, ir más allá de las funciones administrativas y trabajar codo a codo con los profesores, implicarse en los procesos pedagógicos y en la definición del currículo académico, y ayudar a marcar unos objetivos comunes.

“Se trata, por ejemplo, de buscar proyectos en los que se trabaje en el ámbito del conjunto de la escuela y no solo cada docente en su aula con sus alumnos”. Y ante los datos del estudio internacional de la enseñanza y el aprendizaje del 2013, que señalan que en España el 90 % de los profesores no suele observar las clases de otros, también es necesario “abrir las puertas de las aulas” y buscar enfoques interdisciplinares, además de “escuchar a los alumnos, que son quienes mejor saben qué funciona y qué no”. En definitiva, “hacer de la educación un proceso educativo en el que todos los implicados tengan parte de responsabilidad”.

Tampoco hay que olvidar que líder se hace, no se nace. Por esta razón, Beatriz remarcó la importancia de formar a los directores específicamente para el puesto, en lugar de pasarle la pelota al profesor más antiguo, como se suele hacer. Y para ello, deben entrar en juego las políticas públicas. “Los gobiernos estatales”, explicó Beatriz, “pueden definir programas de formación a nivel nacional, colaborar con las administraciones locales y estructurar una formación inicial voluntaria u obligatoria”.

Las escuelas no son islas”, sentenció Beatriz, “y tenemos que trabajar con los gobiernos, con otros centros y con el entorno para crear una comunidad de aprendizaje”. Porque, en el siglo xxi, hay que hacer de la diversidad una fortaleza y dejar de encerrarnos en nosotros mismos. Solo así podremos incluir las diferencias y borrar las desigualdades.

 

Ilustración: Paola Villanueva

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