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La ciudad y la luz

Hace unos doscientos años, gracias a miles de luces de gas, París se convirtió en la primera gran ciudad europea en tener alumbrado público y, por tanto, en poner luz a la oscuridad que, cada noche, se apoderaba de sus calles y elegantes bulevares. El impacto de ese prodigio de la modernidad, poder tener toda una ciudad literalmente encendida en plena noche, fascinó al continente entero y, desde entonces, la capital francesa es conocida como la Ciudad de la luz. No somos lo suficientemente conscientes de hasta qué punto la luz es un elemento importante para la ciudad. Imaginémonos que cuando se pusiera el sol, las calles de Barcelona quedaran sumidas en la oscuridad. Las sombras se apoderarían de unas calles que sólo los más valientes o temerarios se arriesgarían a pisar. Nos acecharía un peligro en cada esquina y Carles Porta no daría abasto.

La luz, por tanto, proporciona seguridad a la ciudad, pero no sólo. Durante esta época del año, también proporciona calidez, ilusión y magia. Dejadme decirlo así. Por esta razón, la mejor manera que tenemos de celebrar la Navidad es llenar Barcelona de luz. En este sentido, debemos aplaudir que las medidas de ahorro energético impuestas a raíz de la guerra de Ucrania no nos hayan condenado a vivir estas fiestas a oscuras. Quede claro, sin embargo, que con esto no quiero decir que no tengamos que optar por una iluminación lo más eficiente posible ni tampoco que entremos a competir con Vigo por tener la decoración navideña más alucinante.

“Las luces de Navidad también definen a las ciudades”, escribía, hace unos días en Twitter, el periodista Borja Terán, y añadía: “Barcelona, ​​la experiencia de la seducción poco a poco. Madrid, la sobreexcitación de ponme de todo a lo loco”. Es una forma hermosa de verlo.

Este año, Barcelona tiene cuatro kilómetros más de iluminación navideña y el ayuntamiento ha tenido el acierto de pensar en los vecinos y comerciantes y reforzar el alumbrado de las calles y plazas afectados por las obras que tienen media ciudad patas arriba.

La luz también es el elemento protagonista de una nueva tradición navideña de ciudad: las Llums de Sant Pau, instalación que, por segundo año consecutivo, convierte al majestuoso Recinte Modernista Sant Pau en un lugar aún más mágico lleno de galaxias, estrellas y planetas hechos de luz y dispuestos a lo largo de un recorrido hipnótico de un kilómetro. No os lo perdáis.

¿Sabéis cuáles fueron las últimas palabras que pronunció Goethe desde su lecho de muerte? «¡Luz, más luz!». Pues eso.



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Publicado por
Francesc Soler

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