El Bar del Post

Jo Alexander: Una mujer singular vuelve a Barcelona

“Fráncfort es tan bonita, tan majestuosa. Sobre todo en primavera, pero también en invierno. Hace cuatro años me fui a vivir ahí y ahora que he vuelto la echo mucho de menos. Soy casi otra persona”. Las notas del Oscarlypso de Yusef Lateef inundan el ambiente vespertino del Bar, mientras la escritora Jo Alexander degusta una Coca-Cola, que es casi lo único que le entra bien. “O eso o una manzanilla, lo demás me sienta como un tiro”, especifica.

Su retorno a la ciudad está marcado por un nuevo libro, Una mujer cualquiera vuelve a casa (AlRevés), una recopilación de relatos protagonizados por señoras que matan. Asesinas que lo son por necesidad, por un arrebato, por despecho, por casualidad o por una cuestión de subsistencia, y que cobran vida en contextos dispares como el fútbol, una lujosa villa en las orillas del Egeo o el Canadá de entre siglos. “Lo mejor, es que ni siquiera soy una gran lectora de novela criminal”, confiesa la autora, aunque quizás esa falta de background específico la exime y libera de los vicios en los que otros autores del género, que también lo leen y estudian, caen en mayor o menor medida.

Apasionada por la literatura y el arte desde niña, recuerda con enorme cariño a Asunción Castel, aquella maestra de lengua castellana que la animó a escribir y que hoy, a sus reverendos noventa años, es amiga y lectora. “La considero esencialmente mi mentora, un ejemplo de mujer y una persona de una gran integridad”, explica con un afecto incombustible hacia aquella mujer que, antes que nadie, se dio cuenta de que aquella niña tenía una inclinación natural para la escritura. Debutó en 1998, con tan sólo diecinueve años, con Extrañas criaturas, “que me abrió muchas puertas”, explica. A partir de su debut, empezó a colaborar con la productora audiovisual El Terrat y a trabajar en distintos medios como City TV, La Vanguardia, Primera Línea o Catalunya Ràdio.

No obstante, aquel debut también precipitó el final de la banda que lideraba, Glamour: un quinteto muy activo en aquella Barcelona de noches gastando pista en el Nitsa y que legó a la posteridad un mini álbum de cinco canciones. “Si te digo la verdad, es una época de mi vida que no echo para nada de menos”. Cierra los ojos, y se traslada a uno de esos momentos, en aquel contexto nada añorado, en que tomó la mejor decisión del mundo: “en el reservado de una discoteca dije ‘no’ a un porro de heroína”. Suspira. “Creo que, de haber dicho ‘sí’, ahora mismo no estaría viva”. Y no puede evitar sonreír.

Quedarse con Vallcorba

Tras su debut, Jo Alexander escribió tres libros de cuentos como integrante del colectivo Germanes Quintana: Zel, Por y Llibre de família, unos trabajos tras los cuales se lo tomó literariamente con calma y no sacó su siguiente novela, L’Hivernacle, hasta 2009. “Yo tenía una oferta de una editorial pequeña y otra de Quaderns Crema. Y fíjate que yo no era consciente en ese momento de quién era Jaume Vallcorba, de la importancia y el estatus que tenía en el mundo editorial y cultural, de su trascendencia, así que imagínate la cara que puso cuando, tras decirme que quería publicar mi novela, yo repuse que me lo pensaría porque tenía otra propuesta”. La escritora ríe. “Pero claro, acabé publicando en Quaderns Crema y pasé a formar parte de esa élite que ha publicado con él”.

Jo Alexander debutó como escritora, con tan sólo diecinueve años, con Extrañas criaturas.

La siguiente novela llegó casi diez años después, ya en 2018, con Palas y Héctor, una turbadora historia de amor incestuoso, de obsesión y ceguera pasional, que también publicó con un sello del por entonces ya difunto Vallcorba, Acantilado.

— Y ahora, siete años después, has sacado tu cuarto libro. Igual es un poco prematuro, pero ¿para cuándo el siguiente?

La escritora ladea una sonrisa. “Todo el mundo espera que escriba una novela ahora mismo. Todos se han pasado la vida esperando a ver qué hago a continuación. Pero, ¿sabes qué? Yo lo único que quiero es ir a esquiar y ver torneos de tenis ¡Sería feliz haciendo sólo eso!”.

Alexandere lo dice a propósito de su gran pasión por los deportes, “muy especialmente por el tenis, del que me fascina la psicología de sus jugadores, su fortaleza para enfrentarse a los momentos de crisis y remontar sin doblegarse”.

Sobrevivir a una ciudad racista

La escritora niega que Barcelona fuera mejor antes. “En los 80 o 90 quizás era mejor si eras blanco, pero esta era una ciudad marcada por un profundo racismo al que estoy orgullosa de haber sobrevivido. He sabido convertirme en mi heroína, en mi protectora”. Y de nuevo, Fráncfort acude a su mente, la urbe europea que considera “mucho más auténticamente cosmopolita que Barcelona que, además, ha sido vendida con la connivencia de los barceloneses y que, ahora mismo, no te sabría decir si es una ciudad que quiero o no”.

Jo Alexander acaba de publicar su cuarto trabajo, Una mujer cualquiera vuelve a casa, una recopilación de relatos protagonizados por mujeres asesinas.

Sí hay amor en el recuerdo de la calle Banys Nous, en el corazón del barrio Gótico, “donde mi padre tenía una tienda y una almacén de antigüedades”, explica la parroquiana, que termina su bebida antes de rematar: “y recorrerla, ya sea a pie o con la memoria, es algo que me gusta”.

— Lo que te gustará recorrer con el paladar y más adelante con la memoria es la oferta gastronómica de este Bar. Si quieres cenar tenemos de todo: carta, menú, raciones, platos combinados. ¡Todo rico!

A Jo Alexander no le parece nada mal la idea. Echa un vistazo. La melodía de Love theme from Spartacus de Yusef Lateef dota la atmósfera de una extraña armonía en los primeros compases del anochecer. “Optaré por una ración”, decide finalmente.

— ¿Sólo una? ¡Te vas a quedar con hambre!

La escritora niega con la cabeza. “Qué va, yo nunca me acabo los platos —replica—. La gente cree que por eso soy tan delgada, pero en realidad es al revés: ¡como soy delgada no me cabe tanta comida en el estómago!”.

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Publicado por
Alberto Valle

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