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Nocturnos
Fryderyck Chopin
(1830-1849)
La sensibilidad romántica es nocturna. Ama lo recóndito, lo sombrío y lo secreto para auscultarse a ella misma mientras siente en el fondo el bajo continuo del enigma del mundo. Pero también puede ser amable como una danza al oído en el segundo y el tercer nocturno de Chopin o en el Träumerei de Schumann: ensoñaciones leves, brevísimas, que transitan un momento por el territorio del milagro y se desvanecen. En muchos otros nocturnos (el desgarrador séptimo, o el decimotercero), la calma y la tormenta se disputan el alma del artista, como en los poemas de Hölderlin y Keats.