Diez obras que debes conocer para sentir la música

Toda gran música representa el temblor del pálpito sometido al orden de la forma exquisita, sabia y dúctil, y dentro de la esplendidez de un arte a la medida humana. Por ejemplo, del ‘Libro rojo de Montserrat’ a Shostakóvich

1

El libro rojo

ANÓNIMO

(Siglo XIV)

El libro rojo de Montserrat contiene una colección única de canciones y danzas de peregrinos de inicios del XIV que suma las tradiciones de la música culta y popular de la época. Algunas piezas son ruegos que alcanzan el misterioso encanto de una añoranza ultraterré; la mejor, “Imperaytritz de la ciutat joiosa”, es un cántico amoroso en un paraje fantástico, de miniatura mágica, donde el deseo exulta en la infinitud de su demanda. Es la joya pura de una fuente que brota siempre.

2

Recercadas del Trattado de Glosas

Diego Ortiz

(1553)

Las Recercadas son un prodigio de gracia melancólica, de armonía sutil, de inteligencia, pero no son un oasis. Diego Ortiz, junto con Narváez, Mudarra, Lluís Milà, Cabezón y alguno más, ilustra el altísimo nivel de la música instrumental del Renacimiento hispánico. Con todo, en las Recercadas hay más que el exponente quintaesenciado de una gran tradición. Existe el temblor del pálpito sometido al orden de la forma exquisita, sabia y dúctil, y dentro de la esplendidez de un arte a la medida humana

3

Membra Jesu Nostri

Dietrich Buxtehude

(1680)

Se ha dicho que el danés Buxtehude es el principal predecesor de Bach. Lo demuestra este ciclo de siete cantatas breves, casi en forma de oratorio. Cada cantata alude al sufrimiento de un miembro del cuerpo de Jesucristo en la Pasión, y el conjunto, de una coherencia soberbia, sobrecogedoramente contenida y transparente es un ejercicio de meditación dolorida que transmuta la empatía en introspección, la incertidumbre en ruego, con la esperanza de contemplar finalmente los miembros queridos más allá de las sombras, frente a frente.

4

La Pasión según San Mateo

Joahnn Sebastian Bach

(1727)

Si para muchos Bach es el centro mismo de la música, La Pasión es la cima de su arte y, quizás, la más alta consecución creadora del espíritu humano, allí donde la criatura se dirige a plena voz a su fautor. Entre tantos momentos incomparables, las arias “Erbarme dich, mein Gott” y “Mache dich, mein Herze, rein” expresan la experiencia lancinante de la angustia y los primeros atisbos del consuelo que serena como nunca se había hecho. Cioran decía: “Bach es lo único que te hace pensar que el universo no es un fracaso”. Dios puede estar satisfecho.

5

Conciertos para clave y cuerda

Johann Sebastian Bach

(1730)

Los conciertos para clave y cuerda de Bach están entre las composiciones instrumentales más gráciles y sugestivas que compuso. Bach es incansable y no deja de introducir embellecimientos que hacen más expresivo el diálogo entre los instrumentos. Nos deja prendado por sorpresas como el adagio del concierto para clave, flauta y cuerda que en la antigua y bella versión de Rampal convoca el paisaje lunar de una fábula onírica y secreta, o la concertada maravilla del adagio para dos claves y cuerda en do menor, de una delicadeza ingrávida.

6

Concierto para piano nº 1. Op. 12

Ludwig van Beethoven

(1795-1801)

La música de Beethoven no se impuso de inmediato a la admiración del público. Ecos de aquella audacia todavía nos sorprenden al escuchar el movimiento que abre el primer concierto para piano, con aquel derroche de temas enlazados con una osadía hasta entonces inaudita y que dan paso a uno de los largos más apremiantes de la historia de la música. En la profunda conexión entre piano y orquesta, se expande el arte de Mozart y domina su siglo. El pianista hipersensible y el incomparable arquitecto sonoro nos deslumbran. Siempre arrogante y libre, el yo romántico se impone al universo.

7

Nocturnos

Fryderyck Chopin

(1830-1849)

La sensibilidad romántica es nocturna. Ama lo recóndito, lo sombrío y lo secreto para auscultarse a ella misma mientras siente en el fondo el bajo continuo del enigma del mundo. Pero también puede ser amable como una danza al oído en el segundo y el tercer nocturno de Chopin o en el Träumerei de Schumann: ensoñaciones leves, brevísimas, que transitan un momento por el territorio del milagro y se desvanecen. En muchos otros nocturnos (el desgarrador séptimo, o el decimotercero), la calma y la tormenta se disputan el alma del artista, como en los poemas de Hölderlin y Keats.

8

Tercera sinfonía

Gustav Mahler

(1893-1896)

Mahler es un compositor inalcanzable. Sacó adelante todo lo que preludiaban los instantes culminantes de Brahms y Bruckner y él mismo presagió la ruptura de Schönberg y Berg. Quizás sea la tercera sinfonía la más inalcanzable y rica de sus obras. Un cántico desmesurado, nietzscheano, a la naturaleza, de misterio y de esperanza; un jeroglífico; una suma de hallazgos antiguos y de experimentos nuevos.
George Steiner ha escrito que el cántico que surge de la noche de la Tercera nos transporta a un hogar donde no hemos vivido nunca y que ahora es nuestro.

9

Gymnopédies; Gnossiennes

Erik Satie

(1888 y 1890)

La extraña imantación que desprende este conjunto de piezas breves, su envolvente fuerza evocadora, ha hecho que se abusara de ella, como banda sonora incluso de los anuncios más banales. Ni eso ha conseguido desvanecer el halo de misterio que transpiran. Con las piezas más secretas de Debussy y de Ravel, entonan el canto de cisne del neoromanticismo del fin de siècle. Los vasos comunicantes del misterio son el campo de juego del genio. El aroma de la tercera gnossiene de Satie todavía nos embriaga; la luz de la quinta corteja con el horizonte con secuelas de Giorgione.

10

Cuartetos de cuerda

Dimitri Xostakóvitz

(1938-1974)

El compositor ruso empezó a componer cuartetos de cuerda relativamente tarde, en 1938, en la antesala de las grandes purgas estalinistas. Los cuartetos fueron un refugio discreto donde prosiguió sus exploraciones musicales. Ya no abandonó nunca esta forma, de condensada tensión. Ensayó con ideas y movimientos que luego incorporaría a las obras “mayores”, un mundo musical densísimo, lúcido y incandescente. Ahora nos permiten acercarnos al arte exuberante del maltratado genio ruso en lo que tenía de más íntimo y más suyo, allí donde se permitió la para él tan difícil libertad

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Publicado por
Enric Sòria

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