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La quête de Bronwyn
JUAN EDUARDO CIRLOT
(1971)
El bosque de la novela artúrica, donde ni un solo árbol es nunca descrito, alcanza aquí textura verbal: entramos en un universo hecho de aliteraciones (“Un ruido me ha dejado entre las ruinas” es el primer verso del poema) y de imágenes de absoluta irrealidad (“Castillos transparentes que no existen”). La errancia tropieza constantemente con la imposibilidad de conquistar el objeto de la búsqueda, de la quête: demasiadas son las dimensiones y los planos de realidad o irrealidad que compiten en ella. Con todo, el poema concluye con unos versos que producen una sensación de éxtasis alcanzada en la combinatoria de las palabras: alas, olas, almas.