Diez obras memorables para entender la poesía

Entre la estructura de la lírica moderna y la poesía de la antigüedad, la energía del silencio y la palabra siguen fluyendo aunque se dijera que después de Auschwitz la lírica era imposible. ¿Cómo elegir diez poemas entre la casi infinita secuencia de poemas que fundan algo a partir de lo fugaz, de lo sagrado o de la nada? De Píndaro a Rilke, de Garcilaso a Baudelaire, toda elección es un riesgo. Son, aquí, los diez poemas de una gran apuesta.

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Negawakuwa / hana no shita nite
(Quisiera morir / en primavera)

SAIGYO

(ca. 1180)

El poema pertenece a los Cantos del eremita de este monje japonés del siglo XII. Su belleza procede de su extrema simplicidad. Aunque sea leído en una traducción, el lector intuye que cada una de las palabras que lo componen ocupan el lugar justo, que ninguna de ellas podría encontrar su sinónimo, que nada podría añadirse, que nada podría suprimirse. Uno está tentado a repetirlo una y otra vez, en la convicción de invocar a algo esencial y absoluto.