Música

Festival Dudamel: El compromiso de un maestro pasional

Hijo adoptivo de la ciudad de Barcelona, el director venezolano encarrila el final de temporada con programas de alto voltaje los días 10 y 11 de mayo. Como colofón, en julio ofrecerá junto a Nadine Sierra una versión en concierto de 'West Side Story' previsiblemente memorable.

Hubo un tiempo en que los directores de orquesta eran venerados como semidioses, garantes de un poder ultramundano, místicamente fundamentado en la movilización de recursos sonoros para alcanzar la sacrosanta verdad de la música. La tirantez de un pretendido perfeccionismo ha dejado paso, felizmente, a otras formas de participar —de forma no menos genuina, a través de la excelencia interpretativa— en aquella verdad.

Desde sus primeros años al frente de la Orquesta Simón Bolívar, como una de las cabezas visibles del proyecto formacional El Sistema, creado por el Maestro Abreu, Gustavo Dudamel no ha dejado de incidir en la raigambre popular de la música, en un sentido profundamente humanístico; esto es, sacando a flote su poder transformador y su condición de lenguaje al que nadie puede serle verdaderamente ajeno. Un lenguaje que nos permite conectar sin conceptos con la vida emocional, y reencontrar desde ahí una suerte de equilibrio, integrados en el todo desde la experiencia de la propia vibración.

Bcn Clàssics, los organizadores de los eventos de los días 10 y 11 de mayo en el Gran Teatre del Liceu y el Palau de la Música Catalana, recuerdan las palabras pronunciadas por Dudamel en una reciente en el programa Col·lapse“La música es un poder hermosísimo que no puede estar aislado solamente para un grupo de personas”, al contrario —insiste—, puede convertirse en un factor de integración. La emoción que suscita, a pesar de “que puede ser efímera, queda para siempre”. No duda el maestro en emplear el término “milagro” para referir la conexión que habilita con uno mismo y con los otros a través de las diferencias: “¿Por qué no podría funcionar el mundo entendiéndonos a través de nuestras diferencias?”.

La música puede convertirse en factor de integración a través de la emoción que suscita, a pesar de su carácter efímero

Declaraciones alineadas con tantas otras que se pueden leer en medios especializados o de divulgación. Un ejemplo de ello es la pieza que le dedicó la revista Icon en ocasión de su nombramiento como director musical de la Ópera de París, en que se recogían las palabras de Alexander Neef: “No es un hombre autoritario, crea consenso y da confianza”. Dudamel ha reconocido en diferentes ocasiones que él aprendió a dirigir con sus amigos, que su sueño era estar al frente de la orquesta juvenil de su ciudad, Barquisimeto, sintiéndose uno más en el grupo. Desde entonces, su cometido prioritario —su compromiso— ha sido el de “crear una situación de disfrute, una atmósfera de respeto e intercambio”.

Ese talante abierto, esa voluntad de fomentar el descubrimiento de la clásica desde las emociones que concita en oyentes de toda condición, se ha plasmado, por supuesto, en acciones concretas. Podemos recordar que a finales de la temporada pasada, en julio de 2024, ofreció en la playa de Barcelona un concierto dirigiendo a la Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Miles de personas —más de 30.000, en realidad— pudieron disfrutar con la música de John Williams, que el maestro ha grabado junto a la Sinfónica de Los Ángeles, de la que es titular desde el 2009. Al frente de esta misma orquesta, precisamente, triunfó el pasado mes de abril en Coachella, marcando un hito: se trata de la vez primera en la historia del Festival en que interviene un conjunto clásico.

Más de 30.000 personas pudieron disfrutar con la música de John Williams dirigida por Dudamel en la playa de Barcelona

En el marco del ciclo de conciertos organizado por BCN Clàssics, tanto el Palau de la Música como el Gran Teatre del Liceu acogerán la intervención de la centenaria London Symphony Orquesta (LSO) bajo la batuta de un director con el que en nunca, hasta la presente temporada, había colaborado. El maestro venezolano ofrecerá programas de alto voltaje los días 10 y 11 de mayo y, como colofón, una versión en concierto de West Side Story junto a Nadine Sierra, que se prevé nuevamente memorable, a finales de julio.

Strauss y Ravel en el Liceu

La grandilocuencia orquestal de las partituras de Richard Strauss inaugura la serie de conciertos en un escenario acostumbrado a las representaciones escénicas. El poema sinfónico centrado en las aventuras de Don Juan se nutre de las reelaboraciones previas del infausto personaje, un mito sumamente influyente en la versión de Mozart durante el romanticismo por el anhelo infinito —necesariamente insatisfecho, siendo verdugo y víctima él mismo de su destino—, que cobra un vuelo espectacular en la partitura straussiana. No desaparece el aspecto siniestro, pero el empuje que la poderosa London Symphony puede propiciar a la narración sin palabras invita al oyente a dejar atrás el mundo. A otra dimensión también trasladará la serie de poemas Shéhérazade, cantados por la soprano Marina Rebeka, y la todavía exótica Rapsodia española, obras ambas de Maurice Ravel.

Gustavo Dudamel en la Filarmónica de Los Ángeles. © Danny Clinch

Un concierto, el del Liceu, generoso en alicientes —tanto por los compositores programados como por el despliegue de un virtuosismo orquestal— en esta primera serie de colaboraciones que el maestro venezolano está entablando con la LSO, que culminará con la suite de El caballero de la rosa, también de Richard Strauss.

Son varias las citas a Las bodas de Fígaro y, como si fuera una reescritura irónicamente decadente de aquella partitura —lectura fin de siècle, sin disimulo— se apunta a un cambio de régimen en la sensualidad, en la gestión de los afectos y por tanto también del erotismo, quedando la figura masculina cuando menos cuestionada.

Mozart y Mahler en el Palau

Gustav Mahler, amigo personal de Richard Strauss, conocía de primera mano, por su condición de director de la ópera de Viena, la partitura mozartiana. En su madurez tuvo la ocasión de dirigir a la Filarmónica de Nueva York, como lo haría luego también Leonard Bernstein, cuyas versiones mahlerianas le granjearon fama internacional, al encontrarse entre las más logradas en términos de espectacularidad y afinidad espiritual. La cercanía de Gustavo Dudamel a la música y a los músicos ha sido comparada con esa efusividad del director norteamericano que —como Norman Lebrecht explicaba en The Maestro Myth–– llegó a alterar la imperturbabilidad de algunos miembros de la Wiener Philarmoniker, especialmente en sus primeras colaboraciones.

Como decíamos, son otros tiempos los nuestros, y estas maneras ya no escandalizan a los profesores de las grandes orquestas, que tienden a agradecer —al contrario— la proximidad y la generosidad en las indicaciones durante los ensayos. Como tampoco la libertad requerida para interpretar a Mahler, bien combinada con el rigor exigido para que el conjunto funcione como un organismo. El mismo Lebrecht señalaba en su Why Mahler? How 10 Symphonies Changed the World esa peculiar mezcolanza, como algo deseado por el propio compositor, quien solicitaba que los maestros del futuro se hicieran suya la partitura para que vibrara con la pasión y veracidad con la que la había concebido. Todas ellas, reconoció Mahler, poseen una raigambre en su propia existencia, pero la primera, programada en el Palau el 11 de mayo, es explícitamente iniciática, por trazar siguiendo el estilo de la novela de formación (Bildungsroman) una trayectoria vital.

Extraordinario y prácticamente fuera de temporada será el doble concierto, los días 29 y 31 de julio, de West Side Story

También, en la carrera de Dudamel, la impronta de Mahler es incuestionable. En aquella monografía escribía Lebrecht: “En octubre de 2009 el venezolano Gustavo Dudamel interpretó la Primera sinfonía de Mahler en su presentación como director de la Filarmónica de Los Ángeles. Dudamel tenía 28 años, la edad de Mahler cuando compuso esa obra. Esta era la primera partitura que había estudiado con su mentor, José Antonio Abreu, y la había venido dirigiendo desde los 17 años. Un fenómeno internacional, apadrinado por Abbado, Rattle y Barenboim, Dudamel fue bienvenido en Los Ángeles con grana y oro, posters en las calles y un apodo, the Dude. Faltaba por saber si el hype estaba justificado. Su concierto inaugural hizo estallar mis dudas. La interpretación de Dudamel es a la vez energética y precisa rítmicamente (…), siempre estimulante, explosiva hacia el final”.

El inicio de esos mundos mahlerianos —sus sinfonías— con leyes propias e inagotables posibilidades interpretativas coincidirá en el mismo concierto con el final del opus sinfónico de Wolfgang Amadeus Mozart. Si la Primera fue denominada Titán, en alusión a la novela de Jean Paul, la Júpiter es sin duda una de las creaciones más portentosas del S. XVIII. Aunque el apodo sea extemporáneo, ajeno al autor —como tantas veces— refiere un poderío, una fuerza primigenia tal que amenaza con salirse de su elemento, el equilibrio clásico y la vana galantería. Exultante de inicio, tras un movimiento lento en que el tiempo se detiene y un travieso scherzo, se alcanza la fuga final. Un Molto allegro que parece no acabarse nunca, refulgiendo desde siempre.

Bonus: West Side Story con Nadine Sierra

Extraordinario y prácticamente fuera de temporada será el doble concierto (los días 29 y 31 de julio) que vuelve a convocar a la artista más venerada en el escenario del Liceu en los últimos tiempos, e imagen icónica de la presente temporada —bajo el lema Persiguiendo un sueño–– por su aclamada participación en La Sonnambula. Nadine Sierra culminará con su caracterización de la María de West Side Story. Adaptación moderna de la tragedia de los amantes de Verona, popular evidentemente por la versión de Shakespeare, incorpora en su formato musical la tristaniana retroalimentación de amor y muerte. El compositor de la banda sonora, Leonard Bernstein —reconocido maestro en la comunicación de afectos a través de la vibración sonora— alcanzó gracias a la película de 1961 un grado de popularidad todavía mayor, llevando a todos los rincones ese poder hermosísimo que permite desde las diferencias trabajar por una suerte de entendimiento común. ¿Adivinan quién fue el maestro encargado de dirigir la partitura de Bernstein para el remake filmado por Steven Spielberg en 2021?

Nadine Sierra en el Liceu. © Sergi Panizo
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Publicado por
Jacobo Zabalo

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