Vivir sin Messi

En los años ochenta, el asesinato de la madre de Bambi traumatizó a una generación entera, que de mayor abrazó en masa el ecologismo. ¿En qué se convertirán los jóvenes de hoy cuando Messi cuelgue la camiseta?

Como cada verano, el barcelonismo afronta la nueva temporada con las ilusiones renovadas. En agosto ya hace un par de meses que dura el baile de nombres en la prensa deportiva (si acabáramos fichando a todos los nombres que surgen podríamos llenar el gol norte), y es momento de euforia, de pasar página al desencanto de la temporada pasada y de soñar que este año sí, este año haremos el triplete. En Can Barça, la pretemporada también es el momento de comprobar si la pirotecnia que hemos pagado a precio de oro funcionará o volverá a ser pólvora mojada, y si los nuevos delanteros serán capaces de entenderse con Lionel Messi, Nuestro Señor.

El periodista Jordi Puntí, en su libro Todo Messi, plantea una hipótesis interesante: él asegura que el 10 del Barça es como un dios azteca que, para funcionar y garantizarnos una buena cosecha, pide cada año la cabeza de un delantero. Haciendo un poco de historia comprobamos que la teoría se confirma, con Eto’o (que se marcha en 2009), Ibrahimovic (2010), Bojan (2011), David Villa (2013), Alexis Sánchez (2014), Pedro (2015) y Munir (2017) entre la lista de los sacrificados.

El libro Todo Messi de Puntí, que lleva por subtítulo «ejercicios de estilo», es la constatación -literaria- que Messi es mucho más que un jugador, una obviedad que se ha repetido muchas veces, pero que merecía que alguien se detuviera a pensar en profundidad. Para el autor de Maletas perdidas, Messi estaría más cerca de creadores de sueños como Walt Disney o el arquitecto Frank Gehry que de Goikoetxea o Begiristain, para entendernos.

Al constatarlo, Puntí decidió hacer un homenaje al astro-artista, y comenzó a mirar a Messi desde diversas perspectivas, para concluir que la figura de Messi es a prueba de bomba, y que el 10 admite toda tipo de metáforas y aproximaciones. Frente a los que dicen que el argentino «agota todos los adjetivos», Puntí reivindica que ocurre lo contrario, ya que Messi nos ha forzado a crear lenguaje como pocos. De aquí que, en Internet, fácilmente encuentres información sobre «el Messi de las pizzas» (en Sabadell) o «el Messi de las tijeras» (este último se refería a un peluquero ruso que te lo dibujaba en la nuca)

Como ocurre con todas las drogas, el síndrome de abstinencia de Messi será peligroso. El día que los culés dejemos de contar los años con aC y dC para hacerlo con aM y dM (antes y después de Messi) vendrá el bajón

Puntí hace todo tipo de driblings y filigranas forzando y estirando el mito del argentino, desde analizar su debut en el primer equipo de Barça, con 16 años, 4 meses y 23 días, hasta repasar los vídeos de un Messi con cinco años que ya tenía el balón pegado a los pies, como ahora. Y también leeremos la entrañable confesión del escritor, quien, de adolescente, llamó a casa de Maradona (en aquellos tiempos debía salir el número de teléfono en el listín). Diego Armando no se puso, pero un Puntí de 15 años pudo hablar con la novia del mito y transmitirle sus ánimos tras una derrota.

Como ocurre con todas las drogas, el síndrome de abstinencia de Messi será peligroso. El día que los culés dejemos de contar los años con aC y dC para hacerlo con aM y dM (antes y después de Messi) vendrá el bajón. Los barcelonistas veteranos, diantres, no sufrirán mucho: volver al «este año tampoco» les será soportable pero, para la juventud que ha descubierto el fútbol con Messi (y que Puntí recuerda que también han crecido con Harry Potter, y están acostumbrados, por tanto, a la magia y los finales felices), para esta generación acostumbrada a los títulos y las genialidades, volver a las décadas de mediocridad puede ser difícil de superar.

En los años ochenta, el asesinato de la madre de Bambi traumatizó a una generación entera, que de mayor abrazó en masa el ecologismo. ¿En qué se convertirán los jóvenes de hoy cuando Messi cuelgue la camiseta?