Agenda cultural diciembre Barcelona 2018

AGENDA CULTURAL
por JACOBO ZABALO

Una selección mensual de conciertos,
artes escénicas y exposiciones.

MÚSICA Y
ARTES ESCÉNICAS

MÚSICA Y ARTES ESCÉNICAS

 01 / 12 / 18 

VÉRTIGO CON ORQUESTA

Cine Aribau, 16 de diciembre

La idea de proyectar una película clásica con el acompañamiento de música en vivo -interpretada por uno o pocos músicos, o por un conjunto orquestal numeroso- es una idea que ya no se aplica sólo a las creaciones de cine mudo, como era práctica usual entonces, antes de la sonorización (acontecida por vez primera con El cantor de jazz, de 1927) sino que se está rescatando también para ser aplicada a películas posteriores a esa fecha, con el mero fin de amplificar el espectáculo de la película, y vivificar la trama, poniendo el foco en ese elemento -la banda sonora- que en muchas de las mejores películas dista de ser secundario. La música constituye desde dentro el alcance semántico de la historia, es el hilo invisible que amarra emocionalmente al espectador, sea más o menos consciente de su efectivo impacto. Vértigo, conocida en España como De entre los muertos -título de la novela en que se basa- contó con las buenas artes del compositor Bernard Herrmann.

Algunos de sus temas son memorables, como aquel que ilustra el episodio de la psicodélica pesadilla de Scottie. Con todo, es el tema de amor, que tristanianamente se vincula con la muerte, el que contribuye a que esta película -considerada según la última votación publicada per la prestigiosa revista Sight & Sound, como la mejor de todos los tiempos- mantenga intacto su misteriosa y seductora ascendencia. En una doble sesión, en la sala grande del Cine Aribau, podrá disfrutarse de la película gracias a los más de 60 músicos de la Orquestra Simfònica Camera Musicae, dirigida por el maestro Anthony Gabriele.

Sílvia Pérez Cruz & Marco Mezquida

Palau de la Música, 11 de diciembre

Pocas cosas son tan difíciles prever, anticipar o provocar como la magia, el despertar de una emoción tanto más intensa, precisamente, al imponerse contra todo pronóstico. Y, sin embargo, la reunión de estos dos jóvenes intérpretes se presenta como una infalible alineación de astros.

Artistas inquietos, que han explorado mediante sus instrumentos -Silvia Pérez Cruz, la voz, Marco Mezquida, el piano- los confines de la significación musical. La pasión y el compromiso evidenciado en aventuras contrastadas son la garantía que acredita la excepcionalidad del evento, que se celebrará en un marco tan acogedor como el Palau de la Música. Un espacio voluminoso, con gran capacidad, pero en que se consigue recrear las condiciones óptimas para la intimidad del canto de Sílvia Pérez Cruz y las sofisticadas improvisaciones del pianista Marco Mezquida. Pues si vasto es el repertorio de la cantante, no menos abierto de mente se ha mostrado el pianista, de formación clásica pero siempre bien dispuesto a la experimentación característica del jazz sin perder el gusto por la melodía en el desarrollo de los temas. De hecho, a sus treinta y un años ya ha grabado 50 discos, solo y en colaboración con otros artistas. Por si fuera poco, la complicidad entre él y Sílvia Pérez Cruz es una realidad potencialmente arrebatadora, que puede acabar fijando en la memoria de los presentes el evento en cuestión. No en vano los organizadores recurren a un texto del puño y letra de la cantante, dirigido a Mezquida: “Cantando flojito My Funny Valentine desde debajo de un piano de pared hace años en Gràcia mientras tú lo tocabas (yo te lo cantaba en secreto pensando que no me escuchabas) empezó esta música nuestra que hasta hoy nadie ha escuchado, las ganas de cantarte. Hasta ahora no sabía que me habías escuchado, no sabía que sabías este secreto. Siento que me has esperado, que sabes guardar muy bien un secreto”.

Las cuatro estaciones de Vivaldi

Palau de la Música, 17 de diciembre

¿Puede la excesiva popularidad de una obra perjudicar a la propia obra de forma retrospectiva, como si, por el hecho de ser conocida -reconocida y apreciada por la mayoría-, perdiera quintales de importancia?

Sin duda es un mito romántico, eventualmente snob, aquel que preconiza el carácter incomprendido del “verdadero artista” como condición sine qua non de su arte, como si sólo pudieran ser valorados de forma postrera, y por unos pocos individuos especialmente sensibles y/o formados. De hecho, algunos grandes disfrutaron en vida de una fama masiva, tanto en el ámbito de la música -el caso de Vivaldi- como en otras esferas culturales. Pensamos, por ejemplo, en Cervantes. De hecho, como han explicado autores como Michel Foucault, los grandes artistas son aquellos que suscitan, en su tiempo de vida o en otras épocas, la posibilidad de re-visitaciones creativas, creadoras de nuevos sentidos. Las cuatro estaciones no sólo ha dado pie a continuaciones igualmente originales, con idiosincrasia propia -las Estaciones porteñas, de Astor Piazzolla, que sin ir más lejos recomendamos el mes pasado- sino que han animado intervenciones como la de Max Richter en sus Vivaldi Re-composed, versiones mucho más próximas al original, con un grado mínimo de modificación - incluso si la electrónica interviene en algún momento- que actualizan el sentido de aquellas y llega a los oyentes con una frescura inaudita. El tremendo éxito de esta obra en el Auditori (con un público por lo general ajeno a la música clásica), hace varias temporadas, lo certifica. Por supuesto, la otra vía de actualización es la que viene ofreciendo la corriente que algunos han denominado “autenticista”; es decir, las versiones de época, realizadas con instrumentos antiguos y modos interpretativos que buscan reproducir los del momento en que el compositor creó sus obras. De un modo asombroso, contraintuitivo, en los mejores casos sucede que el énfasis por reconstruir arqueológicamente el sentir aquél da pie a versiones que suenan sumamente modernas, más cercanas al espíritu actual. Si bien es imposible hacer ese salto espacio temporal, versiones como las de Fabio Biondi y su conjunto Europa Galante aspiran a trazar esa compleja cuadratura del círculo, que abunda gozosamente en la repetición ex novo de melodías familiares, y sin embargo sorprendentes. La pirotecnia de Vivaldi, la proliferación de ritmos y colores trascienden la tradición veneciana del carnaval, en realidad nos hablan de la humana necesidad de celebración de la vida, también en la vivencia elocuente, rica en emociones, del pasar de las estaciones.

MOZART STRING QUINTETS

L'Auditori, 18 de diciembre

El arte del cuarteto reconoce Mozart haberlo aprendido de Haydn -hecho recordado hasta la saciedad por la dedicatoria explicitada en su serie de cuartetos más celebrada- pero lo cierto es que el resultado de sus habilidades trasciende con mucho la mera imitación.

El impulso creador que Mozart demostró en aquellas piezas de cámara se reencuentra en el quinteto para cuerdas, formato que, en su caso, a diferencia de Boccherini, no dobla el violonchelo sino la viola (un instrumento que el propio Mozart apreció sobremanera, y que empuñaba en sus reuniones con amigos). Al Apollon Musagète Quartet, uno de los conjuntos de cámara más exitosos en los últimos años, se le añade en la ocasión Nils Mönkemeyer, virtuoso de ese quinto instrumento que ha grabado varios discos. Un hecho meritorio, teniendo en cuenta la primacía en términos de popularidad de las cuerdas inmediatamente más graves y agudas, violonchelo y violín. En la magnífica sala de cámara Oriol Martorell de L’Auditori -muy confortable y acústicamente remarcable- se podrá escuchar una de las últimas piezas compuestas por Mozart: el “Quinteto en Do menor, que Mozart compuso en medio de grandes dificultades económicas, y en el que expresa todo su desasosiego, con unos compases iniciales llenos de dramatismo (...) catalogado como K.614, escrito el mismo año de su muerte , con un Finale sublime en el que el tema principal esconde, dentro de su ligereza, el germen que Mozart convertirá en una intensa y contradictoria fuga". Además, Nils Mönkemeyer se enfrentará a una pieza para instrumento solo tan emblemática como la Suite para violonchelo núm. 1, raramente interpretada por una viola. En suma, un concierto repleto de alicientes, especialmente para los amantes de la música clásica, sean más o menos amantes de la música de cámara. Al final, lo que seduce es la maximización de la expresividad a través de la interlocución de pocos instrumentos, que se tratan y reconocen inter pares, sin acaparar el protagonismo.

L'ITALIANA IN ALGERI

Gran Teatre del Liceu, del 13 al 23 de diciembre

Se cuenta que Beethoven envidiaba el carácter trepidante de la música rossiniana, el efecto de levitación extática y febril que provocaban sus crescendi en el auditorio… Quién sabe si también por esto -además de otras razones, seguramente más poderosas-

se dedicara el genio de Bonn al cultivo de géneros distintos a la ópera, exceptuando el caso de Fidelio. Géneros en los que durante generaciones permanecería insuperado -para algunos, hasta la actualidad- y no pensamos sólo en la sinfonía, sino también en la sonata y, sobre todo, el cuarteto. Muestra de las habilidades de Gioacchino Rossini, por su lado, es L’italiani in Algeri -obra de juventud, pero perfectamente idiosincrática- en que se dan cita el humor y la crítica social, a través de temas pegadizos y pasajes virtuosos para la voz, que se trasladan inevitablemente al espectador. La reivindicación de la mujer y la ruptura de tópicos se realiza con la mejor de las disposiciones y desde un lenguaje musical que puede sorprender por su modernidad, incluso si, obviamente, no produjo grandes alteraciones en las conciencias. En la versión del Liceo, con escenificación de Vittorio Borrelli y dirección del maestro Riccardo Frizza, asistiremos a una maravillosa caracterización, por parte de cantantes de tanto nivel como Luca Pisaroni o Sara Blanch, quienes harán posible la casi alquímica confluencia de diversión y reflexión crítica.

EXPOSICIONES

EXPOSICIONES

 01 / 12 / 18

¿Vida?, ¿o teatro? Charlotte Salomon

Monestario de Pedralbes, hasta el 17 de febrero

Un marco de ensueño, un remanso de paz como es el Monasterio de Pedralbes acoge la muestra de Charlotte Salomon (1917-1943), artista poco conocida pero que es autora de un fascinante relato en que convergen pintura, música y texto, y que se encuentra decisivamente connotada por la miseria final que ella, como tantos otros inocentes, hubo de experimentar a consecuencia del régimen nacionalsocialista. Nacida en Berlín y fallecida en el campo de exterminio de Auschwitz a los veintiséis años, la suya es una obra “total”, que integra lenguajes diversos para tratar de responder a una incógnita planteada no sólo en términos de disyuntiva. ¿Vida? ¿o teatro? (Leben? Oder Theater?) lleva el subtítulo Ein autobiographisches Singspiel in 769 Bildern, traducible como “una obra de teatro con música de carácter autobiográfico, en 769 imágenes”. En ella se narran sucesos familiares con una admirable frontalidad, lo cual no impide que semejante introspección se halle asimismo afectada de ciertas lagunas.

Antes de dar paso a la acción dramática, Charlotte reconoce: “dado que me llevó un año descubrir la importancia de este trabajo singular, algunos textos y melodías, especialmente en las primeras páginas, finalmente se me fueron de las manos y deben, al igual que la aparición del trabajo en sí, guardar algo de misterio”. Lo cierto, es que la acción avanza de un modo muy natural, ilustrado mediante pinturas de colores primarios, gouaches que uno diría cercanas en espíritu al expresionismo alemán, en boga pocos lustros antes. En el Monasterio de Pedralbes no se recopilan la obra entera (formada por aquellas 769 imágenes), pero sí una selección suficiente para apreciar la obra, inevitablemente vital, que escenifica la joven artista.

Lee Miller y el surrealismo en Gran Bretaña

Fundación Joan Miró, hasta el 20 de enero

El movimiento surrealista se acostumbra a relacionar fundamentalmente con la producción cultural acontecida en Francia, o incluso Alemania. Y, sin embargo, la exposición Lee Miller y el surrealismo en Gran Bretaña, en la Fundación Miró, muestra la impronta que tuvieron artistas de todo el continente en algunos creadores de anglosajones

a través de la figura de la fotógrafa Lee Miller y de su compañero Roland Penrose. Ambos ejercieron de “embajadores de la causa surrealista”, estableciendo asimismo una relación de amistad con Joan Miró, quién -según se recuerda en la Fundación- “mantuvo un contacto permanente con la escena británica culminando, en 1964, con una exposición monográfica en la Tate Gallery”. La presente exposición, que puede visitarse hasta el 20 de enero de 2019, incluye pinturas, esculturas y fotografías de Joan Miró, Man Ray, Paul Nash, Salvador Dalí, Eileen Agar, Max Ernst, Henry Moore, Leonora Carrington, Yves Tanguy, Roland Penrose y Lee Miller, entre otros. Obras de diversa factura, con soportes muy contrastados, que coinciden en su esfuerzo por revelar ese exceso de realidad habitualmente invisible, a través de la deformación de las figuras (desfiguración que en algunos casos es sinónimo de abstracción) o la conjunción en un mismo plano de elementos discordantes, como sucede en tantas instantáneas.

UN SIGLO BREVE: COLECCIÓN MACBA

MACBA, exposición permanente

El año 1929 es capital para el arte contemporáneo, al menos en la ciudad de Barcelona. La muestra del MACBA parte explícitamente de esa fecha, en que la ciudad acogió la Exposición Universal -con pabellones tan emblemáticos e influyentes como el alemán, obra de Mies van der Rohe-, para postular una nueva concepción de la misma creatividad, alejada de los cauces tradicionalistas.

Es la fecha -recuerdan- en que Breton escribió su segundo manifiesto surrealista y se inaugura el MOMA. Estas, y otras concurrencias, constituyen un contexto -o, mejor, un determinado clima de renovación artística- que en la muestra del MACBA se despliega cronológicamente hasta nuestros días. Mediante una primera inmersión genealógica, habiendo identificado los gérmenes del desarrollo creativo, se ilustra aquellas nuevas maneras de dar forma a ideas (arquitectónicas, pictóricas, literarias…), a lo largo de un recorrido trepidante, titulado “Un siglo breve”. Se ofrece así una nueva visión de la colección permanente del MACBA, de la mano de creadores tan transgresores e inclasificables como Basquiat. Explican los organizadores: “La presentación está concebida para narrar la historia del arte moderno y contemporáneo a través de las particulares perspectivas, políticas y temas que la Colección MACBA desarrolló desde su creación”.

Picasso - Picabia. La pintura en cuestión

Fundació Mapfre, hasta el 13 de enero

“Compuesta por más de 150 piezas (pinturas y artes gráficas) y documentos de archivo (revistas, cartas y fotografías), la exposición propone analizar el diálogo que se establece entre las obras de Picasso y Picabia y muestra los vínculos reales o imaginados entre ellos”, afirma una de las notas de presentación de la exposición que la Fundación Mapfre ofrece hasta el 13 de enero de 2019.

Las múltiples influencias que son detectables en la obra de Picasso (influencias del pasado, por él mismo reconocidas, pero también tantas otras de su estricta contemporaneidad, no siempre explicitadas) hacen que aquella afirmación cobre todo el sentido. La fluctuación de su creatividad, a menudo catalogada en “periodos”, puede entenderse asimismo en paralelo a los esfuerzos de otros creadores que, cómo él, tratan de reformar los medios expresivos, sea desde un figurativismo escasamente académico o desde la ruptura frontal con cualquier reminiscencia a la representación. Francis Picabia, tan a menudo relacionado con el dadaísmo por su renuncia a desplegar un lenguaje universalmente significativo, es uno de los individuos que, desde una radicalidad que es ajena a Picasso, gravitan en el mismo universo, el de la experimentación y la incesante renovación de las pautas expresivas. Son muchas las piezas de la exposición organizada por la Fundación Mapfre que permiten tender puentes, y tantas otras parecen avanzar en direcciones antitéticas, lo cual en sí mismo no representa forzosamente un signo de incompatibilidad; bien una ocasión para pensarlos conjuntamente, desde la tensión que es inherente al genuino acto creador: “La muestra hace un recorrido por la historia del arte desde la aparición del cubismo hacia 1910, pasando por el dadaísmo en 1915 –del que Picabia es sin duda uno de sus protagonistas-, sin olvidar los años 1925-1928, cuando ambos artistas comparten el gusto por lo que hemos querido denominar ‘clasicismo monstruoso’. Finaliza con una selección de sus últimos lienzos: si Picasso vuelve incansablemente a la figura humana hasta su muerte en 1973, Picabia, cuya carrera se detiene en 1953, reduce el acto de pintar a sutiles monocromos salpicados por puntos”.

Velázquez y el siglo de oro

Caixaforum Barcelona, hasta el 3 de marzo

La maestría de Velázquez ha sido admirada por generaciones de artistas y amantes del arte en épocas diversas, hasta la actualidad. El mérito de la exposición “Velázquez y el siglo de oro” radica en el esfuerzo de contextualización,

un esfuerzo que permite apreciar sus vínculos con pintores de la península y de las regiones de Flandes o Italia, y también de otros aún más lejanos, como eran los territorios de ultramar. Así, además de las siete maravillosas pinturas de maestro sevillano, se pueden disfrutar de lienzos de nombres tan relevantes como Rubens, Tiziano, Ribera, Van Dyck, Brueghel el Viejo, Zurbarán, entre otros. “Obras de artistas internacionales -explican los organizadores- contemporáneos al pintor español ordenadas siguiendo un criterio expositivo temático que permite entender mejor la originalidad de Velázquez como narrador. Al mismo tiempo, la muestra posibilita que en cada sección se mezclen artistas de procedencias diversas, rompiendo de manera efectiva la barrera de las escuelas nacionales”.

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