Es hora de indultar a Cerdà

Barcelona no puede seguir ignorando al ingeniero que creó el Eixample mientras el mundo lo admira

El alcalde Jaume Collboni descubrió el pasado 20 de enero una placa en la fachada del número 49 de la calle Bruc. La placa recuerda que allí vivió Ildefons Cerdà, padre del Eixample. Fue una iniciativa de los cronistas Lluís Permanyer y Carles Cols, apoyada por el Col·legi d’Enginyers de Camins, Canals i Ports de Catalunya. Es una buena noticia que debe ser el inicio del reconocimiento que desde hace más de siglo y medio se niega a este urbanista, alabado en todo el mundo por su diseño de un Eixample en cuadrícula, pero repudiado en Barcelona.

A mediados del siglo XIX, Barcelona se preparaba para derribar las murallas que le impedían crecer y se abría el camino para urbanizar todo el espacio entre la capital y Gràcia y entre Sants y Sant Andreu, una vasta extensión de terreno en el que hasta entonces estaba prohibido edificar por razones militares. En 1855, el Ministerio de Fomento encargó al ingeniero Ildefons Cerdà que levantara el plano topográfico de esta zona.

Es entonces cuando Cerdà empieza a dar forma al que será su proyecto de Eixample. El ingeniero concibe un tramado urbano en forma de cuadrícula que le permite aplicar sus principios higienistas, racionales e igualitarios para la nueva ciudad. La Barcelona que había estado sometida al corsé de las murallas no era apta para aplicar los avances del progreso. La máquina de vapor aplicada a la industria y a la movilidad necesitaba espacios que el tramado denso de la Barcelona histórica no podía proporcionar.

Paralelamente, el Ayuntamiento convocó en abril de 1859 un concurso público para el Eixample. A la burguesía barcelonesa no le gusta lo que iba conociendo del plan de Cerdà. La visión del ingeniero choca con las preferencias de una clase dominante que ve con recelo su concepción antijerárquica e igualitaria. Preferían apuestas más acordes con los ensanches de París y Washington.

El proyecto ganador del concurso municipal fue el del arquitecto Antoni Rovira i Trias, que diseñó un ensanche en forma de malla circular que crecía radialmente a partir de la ciudad amurallada. Pero desde el Ministerio se impuso por decreto la solución de Cerdà. La burguesía barcelonesa intentó boicotear el plan, contra el que también se rebelaron los arquitectos, que consideraron una afrenta que se confiara el desarrollo urbanístico a un ingeniero.

Esta es la razón que ha impedido hasta hoy el reconocimiento a Cerdà por parte de Barcelona, cuando es referencia en el urbanismo mundial. Una de las razones del prestigio internacional de la capital catalana viene precisamente del Eixample y su trama. La imposición desde Madrid disgustó mucho. Si bien hoy, visto con perspectiva histórica, las bondades del Eixample de Cerdà avalarían la decisión del Ministerio, es también cierto que la imposición desde el Gobierno central contaría sin duda con razones de control de una ciudad dada a las sublevaciones.

La nueva placa en memoria de Ildefons Cerdà en la calle Bruc.

El diseño en cuadrícula gusta a los militares, que, una vez perdido el dominio a través de la muralla, contaba que el diseño de calles amplias que se cruzan con regularidad perpendicular sería más fácil de ocupar por las tropas en caso de necesidad. Era la época en la que aún resonaban las palabras de Espartero de que Barcelona debía ser bombardeada cada 50 años por el bien de España.

Cerdà no tiene ningún monumento en Barcelona. Ni siquiera se le dio su nombre a una de las calles del Eixample, que sí recibió el ganador del concurso municipal. Rovira i Trias da nombre a una plaza en Gràcia que preside una estatua del arquitecto sentado en un banco y a sus pies su proyecto fallido de Eixample. Cerdà no tuvo una plaza hasta 1960, lejos de la trama del Eixample, ya en la Zona Franca y que en realidad es un nudo viario sin vida ciudadana.

No podemos seguir ignorando a este ingeniero que nos dio con su Eixample una de nuestras señas de identidad urbanística

A finales del siglo XIX, después de su muerte en 1876, se planteó levantar por primera vez un monumento al ingeniero, pero las autoridades lo impidieron. Más recientemente hubo un proyecto de monumento en la propia plaza Cerdà diseñado por Javier Mariscal. También naufragó, y en 2023, la exalcaldesa Ada Colau anunció un concurso para erigir uno en la plaza de las Glòries, pero por el momento se quedó solo en anuncio.

Ya sería hora de superar el pasado, indultar y reconocer el genio de Cerdà. No podemos seguir ignorando a este ingeniero que nos dio con su Eixample una de nuestras señas de identidad urbanística mientras el mundo lo admira.

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Xavi Casinos

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