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Elisabet Viladomiu: “El Banc dels Aliments se adaptará para seguir ayudando a quien lo necesite”

La entidad mira al futuro en un momento de inflexión, en el que la mayor eficiencia de las empresas reduce el desperdicio alimentario y en el que la vía habitual para acceder a alimentos ha pasado de ser los bancos a las tarjetas monedero

Un camión maniobra en el gran aparcamiento que se extiende a los pies de una nave de obra vista en la calle Motors de la Zona Franca. Una decena de personas va arriba y abajo moviendo paquetes, carreteando transpalés, preparando cajas de alimentos y pegando post-its en una pizarra hasta los topes. Trabajadores y voluntarios —sobre todo, voluntarios— mantienen activo el engranaje bien engrasado del Banc dels Aliments de Barcelona, que acumula cerca de 40 años proveyendo de alimentos a personas en situación de vulnerabilidad, a la vez que combate el desperdicio alimentario.

Viladomiu en la sede del Banc dels Aliments de Barcelona, en la Zona Franca.

La que es la sede del Banc d’Aliments de Barcelona desde hace 20 años recibe cada día una decena de entregas de alimentos, incluidos diversos tráileres. “Un día bueno son unos cinco tráilers”, explica Carmen desde la zona de recepción del almacén, junto a la directora de la entidad, Elisabet Viladomiu. El control de las llegadas y salidas queda reflejado en la aparentemente caótica pero tremendamente organizada pizarra que preside la sala junto a la zona de distribución.

Desde el almacén, salen unos 20 kilos de alimentos diarios para distribuirlos en los diversos programas que lidera el Banc dels Aliments de Barcelona para proporcionar alimentos a personas vulnerables en situaciones diversas, que llegan a la entidad a través de los servicios sociales. Algunos alimentos provienen de donaciones, y otros son subvenciones o se adquieren mediante dinero que empresas y particulares donan a la organización, explica Viladomiu. Huele a tomate; decenas de cajas se apilan al lado de la directora, que detalla cómo agricultores pueden donar sus excedentes o determinada cantidad de su producción a los bancos de alimentos y recibir a cambio un precio de la política agraria europea: “Es un mecanismo de regulación de mercado en el que el producto no se destruye ni se tira; se utiliza a través de bancos de alimentos”.

Palés de arroz en el almacén de la entidad.

Al igual que esta, son muchas las formas en las que llegan los alimentos a la nave de la Zona Franca, incluida la del Gran Recapte. Sin embargo, aunque es la faceta más conocida del Banc dels Aliments, lo que recoge la jornada no representa más de un 15% del total que dona la entidad al año. “Lo que recogemos dura unos dos o tres meses; es una parte relevante, pero es más relevante como campaña de concienciación”, reivindica Viladomiu: “El Gran Recapte es una campaña de concienciación y participación ciudadana, y es el momento en el que el Banc dels Aliments se mete en la mente de toda la ciudadanía”. Con más de 1.400 puntos de recogida de 30 cadenas distintas en Catalunya, la jornada, que empezó en un único supermercado, está más que consolidada y “asentada”.

En total, la entidad movió en el año pasado 35 millones de euros en alimentos, que se hicieron llegar a 114.000 personas. “Los alimentos no sacan a nadie de la pobreza, pero ayudan”, recalca Viladomiu, que pone sobre la mesa el proceso de transformación que afecta a estas cifras: en los últimos años, las personas atendidas por la entidad se han reducido de forma progresiva, desde las más de 140.000 de 2021. En esta reducción ha desempeñado un papel crucial el cambio de normativa europea por la que, a partir de 2024, se implantó el uso de tarjetas monedero para asegurar el acceso a la alimentación de personas vulnerables, en lugar de hacerlo a través de los bancos de alimentos. Sin embargo, con el cambio de modelo “ha habido gente que se ha quedado fuera”, resalta la directora, en un contexto en el que el 20% de la población española no puede acceder a los alimentos necesarios para mantener una dieta saludable con sus propios medios.

Almacén del Banc dels Aliments de Barcelona.

“Estamos en un momento de cambio, y la situación se debe estabilizar todavía”, agrega Viladomiu. Pero la entidad no sólo ha visto reducirse la cantidad de personas atendidas, sino también los alimentos que recibe: las empresas son cada vez más eficientes y producen lo que se consume, por lo que hay menos excedente. Y, si lo hay, a menudo buscan otros canales en los que vender los productos, aunque sea a un precio menor. La eficiencia es positiva, pero la afectación a entidades como el Banc dels Aliments no es menor. “Además, en 2020 se aprobó la ley catalana contra el desperdicio alimentario. ¿Nos preocupa recibir menos? No, porque lo tenemos asumido”, y la entidad ha potenciado otras vías, como las donaciones económicas con las que después compra alimentos.

Pero el banco trabaja para combatir el despilfarro alimentario no sólo de empresas, sino también en los hogares, a través de la concienciación. Y es que en Catalunya se tiran 288 kilos de comida cada minuto. Es el equivalente a un contenedor entero que se va a la basura, cada 60 segundos. Aunque a un ritmo lejano al ideal, “estamos mejorando”, por esta concienciación, y también por la aparición de aplicaciones y herramientas que contribuyen a frenar este desperdicio, no sólo alimentario. Y es que, cuando se tira comida a la basura, no sólo se tira alimento, sino que se desperdicia todo lo que ha sido necesario para producirlo y llevarlo hasta casa, ya sean litros de agua, espacio, transporte o otros alimentos o compuestos.

Aliments al magarzem de l’entitat.

Con este objetivo de reducir la comida que acaba en la basura y de facilitar el acceso a una alimentación saludable, el Banc d’Aliments de Barcelona se acerca a su 40 aniversario. Lo hace acompañado de 150 voluntarios y 22 trabajadores, que mantienen viva una labor que puso en marcha Jordi Peix en 1987, después de que conociera un año antes la actividad de los bancos alimentarios. Fue en un salón internacional en París, que visitó siendo entonces director general de Industrias Agrarias de la Generalitat: un pequeño stand del Banque Alimentarie le llamó la atención, y se propuso llevar la iniciativa hasta Barcelona, donde nació el primer banco alimentario a nivel estatal.

“Nos iremos adaptando a las nuevas realidades con las formas de ayuda social que se requieran en cada momento”

Desde entonces, el banco tiene como máxima ambición dejar de ser necesario; significaría que han desaparecido la pobreza y el despilfarro alimentario. “No sabemos si llegará el momento en que desaparezcan, o si irá primero lo uno o lo otro”, reflexiona Viladomiu. Y, ¿qué debería ser lo primero en desaparecer? “Nunca lo había pensado así, pero para mí, debería ser la pobreza”.

Sea como sea, y cambie como cambie la situación y las modalidades de acceso a la alimentación para personas vulnerables, “el Banc dels Aliments seguirá ayudando a las personas que lo necesiten”, garantiza Viladomiu. “Los Estados deberán desarrollar vías de ayudas, y ya lo están haciendo, y nos iremos adaptando a las nuevas realidades con las formas de ayuda social que se requieran en cada momento”. Por ahora, esa máxima ambición de desaparecer por dejar de ser necesario queda lejos; toca seguir existiendo, desde la capacidad de adaptación y desde la determinación, al pie del cañón.

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Publicado por
Anna Badia López

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