Creatividad

Chris Ware, una geometría de la existencia

El CCCB presenta hasta noviembre 'Chris Ware. Dibujar es pensar', una exposición sobre uno de los autores más innovadores del cómic contemporáneo. Con un estilo inconfundible, su obra aúna la ambición de un ensayista y el gusto por la tragicomedia, con la síntesis de toda la tradición del cómic norteamericano.

Chris Ware está considerado un autor de época. Heredero de la estética posmoderna iniciada por Art Spiegelman o Françoise Mouly, sobre todo por sus trabajos en la revista RAW, Ware explora todo el potencial expresivo del cómic, la ambición narrativa de un gran novelista, y la visión del mundo de un ensayista preocupado por el humanismo, y los movimientos y relaciones que afectan al alma.

Nacido en Omaha, Nebraska, en 1967, él mismo se considera un escritor en viñetas, que no dibujante, desde niño. Comparado por la prensa especializada con autores de la talla de Nabokov o Tolstói, Ware ha digerido e interiorizado todo el lenguaje clásico y la tradición narrativa de la historia del cómic, en especial, la del cómic norteamericano. Su universo es emotivo, reflexivo, por momentos, absurdo y cínico, a medio camino entre la comedia y la tragedia; sus obras abordan temas como el racismo, el abandono, la soledad, el consumismo y las consecuencias de un sistema capitalista y sus políticas en la vida cotidiana.

Amante de los edificios viejos, y crítico con el formalismo más arraigado de la arquitectura moderna, el autor profundiza en las similitudes entre la construcción de un edificio y el diseño de una página, así como la articulación del relato y la proyección temporal de los hechos a narrar. Se establece, de este modo, un determinado orden de lectura en distintos soportes tales como carteles publicitarios, periódicos de grandes dimensiones, comic-books, tiras cómicas, tableros de juego, mapas, etc.

Chris Ware es uno de los autores más innovadores y expresivos del cómic actual. Sus viñetas abordan la existencia humana con una profundidad inusual en el medio. Por momentos, no parece un viñetista; su modo de pensar y sus extensos textos irónicos de publicidad, se asemejan al discurso de un ensayista crítico con la sociedad de consumo.

Conocido por obras como Jimmy Corrigan, el chico más listo del mundo y Fabricar Historias, Ware muestra una empatía incondicional con sus personajes y una fuerte convicción moral. En su obra existe una postura más humanista que política, pese a protagonizar las portadas de la revista The New Yorker ofreciendo un punto de vista polarizado, poblado de soledades, con la desolación de la era pospandémica, y con un evidente desgaste entorno a las relaciones personales y la comunicación, también en torno a las nuevas tecnologías, a lo largo y ancho del territorio norteamericano.

Para Chris Ware, dibujar es pensar, porque él estructura su pensamiento de un modo complejo, con matices y ambigüedades. Bajo su lápiz, el cómic se torna un medio perfecto para establecer patrones, ritmos y estructuras que funcionan en el imaginario privado del autor. Dibujar es pensar, porque el dibujo nos conecta con el pensamiento y la memoria.

El artista Chris Ware. © Pere Virgili

Ware hace suya la definición de Goethe según la cual la arquitectura es “música congelada”, una expresión que le sirve de excusa estética para detener las acciones, retomar un tiempo expresivo, mucho más cercano al tiempo cinematográfico, y jugar con él, dilatándolo o acortándolo, a través de la repetición de viñetas, la constricción de las celdas, la concatenación de las mismas y creando un ritmo, una cadencia que trocea las acciones en porciones perfectas.

Partiendo de referentes clásicos del cómic, en especial de los años 30, se puede decir que usa un estilo clásico para contar algo moderno. En esa vuelta a los orígenes, a través de formas y figuras simples, deudoras de la tira cómica, consigue transmitir una libertad narrativa y formal que neutraliza ese clasicismo, casi por completo. Sus cómics activan a mirada del lector, fusionando diseño, tipografía y arquitectura, dotando la página de musicalidad y ritmo que se tornan una verdadera resistencia ética por parte del artesano, el propio autor, frente a un mundo en constante transformación, y con el inevitable fantasma de la digitalización siempre presente.

La obra ‘Book of Life’ de Chris Ware, de 2022.

Chris Ware está fuertemente influenciado por la arquitectura, concretamente la de Chicago, la ciudad donde reside, la música Ragtime y autores como Crumb, el Polly and her pals de Cliff Sterrett, los bocetos de Frank King, en especial, Gasoline Alley, los dibujos Krazy Kat de George Herriman y Historie d’Albert de Rodolphe Töpffer, considerado el padre del cómic por su pionera creación de libros satíricos ilustrados a mediados del siglo XIX.

Sus páginas proyectan pisos y departamentos, escaleras de incendios, salidas de emergencia y ascensores. Las viñetas se construyen como edificios que contienen emociones y encajan a los personajes en una especie de caja de cerillas de la que no pueden escapar.

Ware da tanta importancia a los entornos como a los objetos, personajes, pensamientos y emociones. Despliega, así, una reflexión que intenta siempre capturar las sutilezas y la complejidad de toda su existencia. Mediante figuras geométricas planas, círculos, cuadrados, rectángulos y triángulos, el autor nos muestra una jerarquía de figuras canónicas de un sistema sólido, inamovible, constante, repetitivo e inevitable, la monotonía de un sistema capitalista que fabrica en cadena.

Sus personajes destilan una cierta tristeza. Existe un pesimismo filosófico y un humor como vía de escape a ese mundo repetitivo y unificado. Hay rutina, emoción, nostalgia, alienación y soledad. Su estilo asfixia a sus figuras en las viñetas, las aplasta, las atrapa irremediablemente, y las suma en la rutina repetitiva. El mismo autor repite los patrones y se pone él mismo en el acto de la repetición, como si él también fuese parte de esa cadena de producción de tiras.

‘Building Stories; Daughter’, de Chris Ware.

Detiene el tiempo en las mismas dando tiempo al lector para empatizar con los personajes, pensar y sentir como ellos. Sus viñetas, secuenciales e interminables, recuerdan a las diapositivas y a los fotogramas de cine, a las imágenes de los zoótropos y a los orígenes del séptimo arte.

Ware construye las páginas como constelaciones de imágenes, mapas mentales que aúnan conceptos de forma no lineal, pero sí orgánica, como si fuesen ramas de un árbol, en el caso de Jimmy Corrigan (2000), genealógico. En esta obra, Ware reflexiona sobre su propia biografía y el abandono de su padre, estableciendo complejos flashbacks que construyen un mapa emocional complejo y que funciona mejor y es más expresivo que un diario o un álbum de fotos. En Rusty Brown (2009), los copos de nieve, que crecen simétricos, son la perfecta metáfora de la construcción de sus viñetas. Líneas rectas que crecen desde el centro, formando perfectas figuras geométricas que nacen de la misma naturaleza.

Sobrecubierta de ‘Jimmy Corrigan, the smartest kid on earth’ de Chris Ware.

En Quimby the mouse, el autor hace un claro homenaje a las tiras clásicas de Herriman y a la música y el cine del slapstick. Crueldad y ternura se muestran en un efectivo blanco y negro que establece una cierta oscuridad exterior que contamina las acciones, a veces también oscuras, de sus personajes.

En el proyecto Pedantry & Pedagogy (2018), Ware está a un paso directo de la abstracción. Sus ratones de colores, que juegan, una vez más, con el imaginario colectivo de Disney o de la Warner, muestran una suerte de cubismo, con desplegables de edificios, en los que vemos su interior en capas o viñetas, como si de figuras de papel recortables se trataran. La total liberación de narrativa, de perspectiva, de formas y de orden de lectura, propone una experiencia inspirada en sus años de profesor en Chicago y en 2001: Una odisea del espacio de Kubrick, donde pretende dejar al lector con la incertidumbre de una experiencia no lineal y no conclusa.

Elementos del comic animado ‘Quimby the Mouse’, de 2009.

Permeable a las injusticias, Ware cambia su estilo durante la pandemia, con las portadas de The New Yorker, donde propone un trazo menos organizado, menos rectilíneo, más enfocado a la fotografía, y sin tanto simbolismo ni figuras geométricas. Parte de imágenes de ciudades vacías y elementos sin uso ni significado: semáforos que alumbran calles vacías, cámaras de tráfico que nos vigilan, mascarillas desechadas en cualquier lugar… Elementos que dejan testimonio del paso de la humanidad por la tragedia.

Comisariada por Jordi Costa, jefe de exposiciones del CCCB, la muestra hace un recorrido cronológico de la obra de Chris Ware a través de piezas originales, cortometrajes, vídeos, objetos, figuras hechas por el autor y libros, enfatizando una de las mayores particularidades de este autor tan especial, su innovador, original y personal lenguaje.

La exposición se podrá ver hasta noviembre en el CCCB. © Alice Brazzit

La exposición es una adaptación ampliada de Building Chris Ware, presentada en el Festival Internacional de Cómic de Angoulema (2022) y de carácter itinerante. La muestra se completa con una programación de actividades paralelas, como la participación de Ware en la próxima edición de la Bienal de Literatura Kosmopolis en octubre, el espacio Construimos una historieta de Barcelona, coordinado por la escuela de cómic La Gossa, y el taller Pensar en imágenes, con los dibujantes Cristina Daura, Nadia Hafid, Sergi Puyol y Marc Torices.

Producida por el CCCB, Ficomic y Galerie Martel, se podrá visitar hasta el 9 de noviembre. Con esta muestra, el centro vuelve al mundo del cómic después de Constelación Gráfica (2022-23), reivindicando, otra vez, el cómic como uno de los lenguajes más primordiales de la cultura contemporánea.

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Publicado por
Gerard Moliné

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