Angostura

Cenicienta en el Turó Parc

“Sí, mijita, Podemos hablar, estoy Paseando a los perros”, dice la chica. En una mano, la izquierda, sujeta la correa. En la otra, el teléfono, en modo manos libres. A esta hora, las doce del mediodía, por el Turó Parc, hay muchas empleadas de hogar que pasean perros. Todas llevan pantalón blanco y bata corta: un uniforme más informal que el delantal de puntillas, la cofia y la falda negra de las criadas de antes. Seguro que todas ellas han tenido que ir a probárselo en una de estas tiendas de “vestuario para el trabajo”.

Los dos perros tiran de la correa y ella, de vez en cuando los regaña. “Falstaff, Miranda ¡párense, ya!”. Tienen nombres bien pensados, con referentes literarios, la mayoría de perros de esta zona. No me sorprendería encontrar un Bulldog llamado Bartleby, una Yorkshire bautizada como Molly Bloom y una Beagle que respondiera al nombre de Annie Wilkes. La chica se sienta en un banco. Se acerca el teléfono a la boca y murmura, triste: “No, mijita, las discotecas están cerradas acá, por la pandemia, no se puede ir al baile”. Suspira.

Muy despacio, acompañada de una criada vestida o menos como ella, se acerca una abuela, que utiliza andador. Y entonces veo la escena. Pero tal vez sólo la veo yo. Se detiene ante ella y le dice: “¿Quieres ir al baile? Irás al baile”. Saca de la bolsa una baguette, la sacude, y, de repente, los dos perros se transforman en chóferes y el andador en limusina. Vuelve a sacudir la baguette mágica y la chica ya no va vestida de criada. Ahora lleva unos vaqueros rotos y ajustados, unos tacones rojos y una camiseta escotada.

“Irás al baile”, le dice, “pero recuerda que hay toque de queda a las once. A las once no puedes estar en la calle haciendo botellón, tienes que estar en la casa donde pernoctas de lunes a viernes, porque si no, este outfit que te he creado se transformará en el uniforme que llevabas y estos estilettos rojos pumps love con glitter, que en la tienda Jimmy Choo del Paseo de Gracia, por cierto, te costarían 550 euros (ahora no hay tiempo de ir a La Roca Village de rebajas) se transformarán de nuevo en unas crocs. Recuerda mantener la distancia de seguridad”.

La chica sube a la limusina, que la conduce a Luz de Gas. Allí es la sensación de la pista. Hace perreo con un chico vestido de azul hasta que, de repente, le suena la alarma del móvil. ¡Las once! ¡Toque de queda! Huye tan deprisa que se le cae la mascarilla. El chico vestido de azul la recoge. Irá al Turó Parc a preguntar a todas las muchachas que pasean perros quien es la propietaria, hasta que la encuentre. Está enamorado.

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Publicado por
Empar Moliner

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