La cabalgata vuelve a llenar de ilusión las calles de Barcelona

Sus Majestades desfilan por la ciudad con más ganas que nunca, después de que la pandemia evitara que la comitiva real lo pudiera hacer hace un año

Los niños son siempre los que mejor ven la cabalgata de Barcelona. Por muchos motivos, pero uno de ellos es que tienen la suerte de poderse subir a los hombros de sus padres y verlo todo más claro, más aún en un año como este, en el que las calles de la ciudad han visto como pequeños y mayores volvían a ocuparlas con muchas ganas para saludar a los Reyes Magos. No solo han servido los hombros, sino que escaleras, taburetes y sillas han invadido las aceras para intentar no perderse ni un detalle.

Los que tenían la altura suficiente han sido los primeros en avisar de la llegada de sus Majestades de Oriente, con las fuerzas acumuladas durante las dos Navidades que llevaban esperando para ello, después de que la pandemia obligara a posponer la cabalgata el año pasado. “Ahí vienen”, se empezaba a oír, aunque el más efectivo para dar el aviso ha sido: “Ya se ve a los coches de policía”.

Como se tenía que hacer notar que la ciudad había echado de menos a Melchor, Gaspar y Baltasar, la cabalgata de Barcelona ha estrenado una nueva carroza, la carroza Barcelona, que a ritmo de baile y fiesta ha sido la encargada de abrir la comitiva real, bajo la dirección artística de Marta Almirall y Barbarana Pons. Las celebraciones que han hecho los barceloneses en las Navidades pandémicas han sido las homenajeadas, así como las terrazas de la ciudad, sin referencias a los bloques de hormigón que tanta animadversión han generado ni las plataformas modulares que vendrán.

Sin más demora, han pasado los carteros, buscando las cartas de aquellos niños que siempre esperan al último momento para pedir sus regalos. Grandes artilugios han sido los encargados de recoger las misivas, evitando roces de manos y guardando en sus sacos los deseos de tantos. La sorpresa ha llegado cuando ha aparecido el gigante Olmut, hecho con las cartas que años atrás los pequeños de la ciudad hicieron llegar a sus Majestades. Con una presencia impotente, el nuevo miembro de la comitiva real ha precedido a aquellos chupetes que se han despedido de sus amos ya un poco más mayores.

Olmut, el nuevo participante de la comitiva real.

Si la llegada de Olmut ha sido una novedad para los asistentes a la cabalgata de Barcelona, que se han puesto a pensar cuál de sus cartas ha pasado a ser un gigante del todo entrañable, la carroza estrellada ha vuelto a alegrar a los barceloneses, muchos de los cuales no dudan en escogerla como su preferida. Las caras se han iluminado al ver cómo la gran estrella se ha hecho aún más grande, añadiendo una larga cola. Con este giro de guion, está claro, que ya no hay quien pueda llegar a querer competir en popularidad con esta carroza.

A pesar de que la estrella sabe que siempre gusta y deslumbra a su paso, también es consciente de su efimeridad, puesto que la siguen los Reyes Magos, que siempre se llevan los vítores más efusivos. La euforia se ha desatado cuando han llegado sus Majestades, con todos los niños reclamando ser vistos y gritando los regalos que habían pedido, por si la carta se había extraviado. 

Para sorpresa de muchos, este año no ha habido que guardar energías para saludar con más ahínco al Rey preferido de cada uno porque, con la voluntad de enseñar a los más pequeños que no hay nada como compartir, se han montado los tres en la misma carroza. Igual el mensaje, por muy noble que sea, ha costado de entender, por lo que, sus Majestades, conscientes de ello, han estrenado nuevos vestidos, encargados a la diseñadora barcelonesa Raquel Bonillo, para garantizar que su enseñanza calaba.

La gran estrella que guía a los Reyes Magos ha ganado este año una nueva cola, consolidando aún más su puesto como carroza preferida.

Muchos de los asistentes han sido los que se han dado cuenta de que esos trajes estaban recién estrenados, aplaudiendo la exuberancia de sus colores y la elegancia de sus formas. Tanto les han gustado que han preferido irse a casa, pensando que ya nada superaría lo visto. Otros asistentes han detectado que algunas carrozas, con regalos a rebosar, eran autobuses históricos de TMB y se han acordado de que este año el operador de transporte celebra su centenario y que ha querido empezarlo rindiendo honores a sus Majestades. También hay quien ha visto que había menos integrantes en la comitiva real, a sabiendas de que así los pajes han podido ganar espacio para ejecutar sus coreografías, siempre pensando en que más vale distancia y que corra el aire porque la pandemia es peor, incluso, que el carbón.

Con la voluntad de enseñar a los más pequeños que no hay nada como compartir, los Reyes Magos se han montado en la misma carroza

Y, sin duda, todos los asistentes han lamentado la ausencia de los grandes protagonistas de la cabalgata… Los caramelos…. Después de los Reyes Magos, claro está. Este año las escaleras no han servido para ser quien coge más caramelos ni ha hecho falta cargar grandes bolsas en las que guardar el botín. Tampoco se han visto esas peleas por los suelos, en las que muchas manos se mueven a una velocidad envidiable para coleccionar caramelos y en las que, incluso, participan hasta los que ya hace tiempo que dejaron de ser niños. Los hoy nostálgicos de los caramelos han entendido perfectamente que esas disputas por ser quien colecciona más siempre llevan al contacto con otros asistentes, lo que rompería con las burbujas de convivencia que los Reyes han pedido respetar, y que, si alguno se hubiera llevado un caramelo a la boca, se hubiera bajado la mascarilla, lo que está claro que hubiera disgustado aún más a sus Majestades.

Todos los regalos que han pedido los niños de Barcelona han cerrado la cabalgata… Sin olvidar la carroza del carbón, recién renovada, pero igual de temible. De manera unánime, el público ha coreado su canción, muy probablemente para espantar a la mala suerte y esperar con todas sus fuerzas haberse portado suficientemente bien para que, debajo del árbol, no haya esa sorpresa que tanto asusta. Muy probablemente, todo ese carbón que ha desfilado por la ciudad ha debido ir a parar a otro lugar, porque, esta mañana, solo se han visto sonrisas, y muchos nervios, en las caras de todo el mundo cuando ha despertado.

La nueva carroza del carbón, temida y, a la vez, querida.
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Publicado por
Cristina Martín Valbuena

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