Margarit

Jo vaig arribar a Madrid quan José María Aznar presumia de parlar català en la intimitat. Un bon dia li vaig preguntar, en privat i a boca de canó, quin era l’últim llibre en català que s’havia llegit. Esperava deixar-lo descol·locat, no me n’amago. Però el cert és que em va descol·locar ell a mi contestant sense ni parar a agafar aire:

Joana, de Joan Margarit.

El poemari que Joan Margarit va dedicar a la pèrdua a càmera lenta de la seva filla, greument malalta durant trenta anys… Jo no me l’havia pas llegit. El vaig anar a cercar. Em va agradar? Mentiria si digués que Margarit és el meu poeta predilecte en català. També he de dir que jo tinc poca poesia predilecta en català més enllà d’Àusias March, Verdaguer i, si molt m’apretes, Josep Carner. Martí i Pol em recomforta però em satura de seguida, que és el mateix que em passa, posem pel cas, amb Espriu i amb Papasseit. És com si a la poesia catalana li sobrés capteniment i li manqués…atreviment?

Margarit no és un poeta kamikaze però sens dubte és un poeta atrevit. Algú que gosa mostrar les seves ferides i pèrdues sense disfressa i sense fer escarafalls. Algú que gosa sortir a camp obert d’una llengua —i fins de dues— a les quals és difícil posar més bastons a les rodes. Ruixar-les més foc amic al damunt.

Cal servar molta llum a dins per a explicar, com Margarit l’explica, la seva bella història de bilingüisme a la vida real…i a la poètica. Jutgeu vosaltres mateixos les seves declaracions en una entrevista recent a El País:

Pero hablábamos antes de esa tensión entre sus dos lenguas.

Ah, sí. El caudillo llega y a mí me impone el castellano. No sé calificarlo de otra manera. Nos machacan para eso, y mis padres, preocupados. Mi padre no pertenecía al bando de los vencedores. Había luchado con los republicanos, salió a Francia y estuvo en el campo de Argelès. Volvió y lo metieron en el penal de El Dueso, en Santoña. No querían líos. Vivían acojonados. Era lo normal en aquella situación. Hablábamos catalán en casa, pero no lo pude aprender correctamente fuera. Llega un momento en que nos fuimos a vivir a Tenerife. Año 1954. Llego allí, lo más parecido al paraíso. Un mundo en el que paso los primeros años empapándome de mar, bosques y subiendo al Teide a caballo. ¿Has subido alguna vez a un volcán de más de 3.700 metros a caballo?

No, señor. 

Y en el instituto, chicos y chicas mezclados. O sea, este mundo.

Ya.

La estética, la luz, nadie hablaba de la guerra… Solo les rozó. Los primeros amores… Ahí es donde yo aprendo a fondo el castellano. Y empiezo a escribir poemas. ¿En qué lengua? En la que no cometo faltas de ortografía, porque el otro idioma no me lo habían enseñado. Voy escribiendo… Pasan 20 años y varios libros. Y, coño, no es lo que buscaba. Salen críticas buenas y malas. Pero no estoy contento. Hasta que me hago amigo de Miquel Martí i Pol y me dice: “Mi hija, a la que yo le pasé una carta tuya, perdóname, me ha preguntado que por qué no escribes los poemas en catalán”. “¿Y si es esto?”, me cuestiono yo. Porque para explicártelo no existe bibliografía. En prosa no pasa, pero no sé de ningún libro que analice bien la influencia de la lengua materna en poesía. Rilke, que escribía en alemán, había hecho poemas en francés, pero no valen nada.

¿Y ahí empieza a mezclar ambas lenguas?

Es que no me queda otra. Arranco siempre en catalán. Si no ocurre así, no sale. Me doy cuenta de esto y escribo 10 libros en catalán.

¿Aquella revelación la vive usted como una especie de euforia orgiástica…?

¡Hombre, claro! Pero, claro, empiezo a ganar premios en catalán y tengo prisa. A los 38 años llega una orgía que peca por exceso de entusiasmo. Y de esos tantos en castellano y otros 10 en catalán, ya no vale nada. Yo empiezo a considerar mi obra desde ‘Restos de aquel naufragio’. Me tiro 20 años escribiendo sin saber qué coño quiero escribir y ese es el primer libro que yo considero digno de mi obra completa. Casi tengo 40 años. Martí i Pol me dice que siga en catalán, claro. Pero ¿y qué hago con esa otra lengua que me lo había dado todo antes, la que me había ayudado a luchar y no podía abandonar? ¡Me entró una tristeza tan grande! Pues las mezclo. Las dos. Cumplo con las dos. Ya está. Total, que me he convertido en un raro poeta al que desde ambos lados miran con sospecha.

Segurament la poesia és això mateix: la poesia és ser així. Per això és un orgull que ser així pugui merèixer el guardó més alt de les lletres espanyoles, el Premio Cervantes, i que un rei i una reina agafin els patracols per anar a retre homenatge a un poeta, i no a l’inrevés. A la platja de Barcino, prop del mar…