El Bar del Post

Bego Arretxe: Hervir por vivir

“Estudié Filosofía porque siempre he tenido más preguntas que respuestas, pero la verdad es que la filosofía la utilicé en las barras de bar y enseguida empecé a trabajar en el ámbito de la gestión sociocultural”. Bego Arretxe ríe sonoramente mientras, acodada a la barra, sorbe el primer trago de cerveza, “la única bebida alcohólica que me gusta, aparte el ocasional trago de tequila o de mezcal, reminiscentes de mi etapa en México”.

La tarde se pone interesante en el Bar, encarando la recta final de su última hora antes de dar paso a la noche. Borderline, de sus adorados Thin Lizzy, suena de fondo. “Es la banda de mi vida, y la que recorre la trama del libro”, explica a propósito de No creas una palabra (Catedral), novela de debut que recorre la memoria silenciada de una Barcelona a punto de sucumbir bajo el sueño olímpico. La cara B de una ciudad antiautoritaria y voraginosa, llena de entusiasmos prohibidos, sueños perdidos y R&R galopante. El retrato de una generación “que tenía todos los números para quedarse en el camino, por eso me considero una superviviente”. Y recuerda a todos los que no salieron de aquellos días excitantes, vitales, aunque devastadores: “Sida, sobredosis… como dice Edorta Arostegui de los Flying Rebollos, una época en la que hervíamos por vivir, y también moríamos’”.

Bego Arretxe sigue instalada en ese hervor por una vida que es incapaz de concebir “sin leer, sin música y, ahora ya, sin escribir”. Consultora y formadora para organizaciones socioculturales, tiene tiempo para liderar su propio taller de creación literaria. “Mi madre era muy lectora y mis hermanos y yo hemos salido igual. De hecho, de pequeña escribía ya cuentos y estos, como la lectura, eran mi refugio, las letras eran mi casa”.

Orgullosa tía de cuatro sobrinos y de considerarse “buena gente, buena persona”, ahora, además de las presentaciones de su libro, está trabajando en una nueva novela que, como la recién publicada, lleva mucho tiempo rondándole. “De hecho, estuve cinco años con No creas una palabra, pero la idea ya la venía madurando desde que estuve en Veracruz”.

Su casa también estaba al otro lado del océano

En 2006, harta de su trabajo coordinando centros cívicos, “y dándome cuenta de que estaba haciendo más por la defensa de lo público desde una empresa privada de lo que hacían los propios entes públicos”, la parroquiana se marchó a Chiapas. Ahí trabajó para una asociación que daba apoyo a personas injustamente presas. “Me siento orgullosa de haber dado apoyo a toda aquella gente olvidada, a la que nadie hacía caso, que a menudo no tenían a nadie en el mundo”.

De ahí saltó a un centro de Derechos Humanos, permaneciendo en San Cristóbal de las Casas durante cinco años, “que es como morir, porque te das cuenta de que en tu ciudad la vida sigue sin ti, que nadie te necesita, pero a la vez te da una libertad enorme, porque te libera de una imagen que te habías creado de ti y que ya no te sostiene”. Ahí es donde también se produjo un reencuentro con aquella casa que, para ella, era el hecho de escribir. “Me apunté a un taller de escritura y de repente volvía a sentirme arropada por aquella sensación de hogar que te dan las letras. Y me di cuenta de que aquello era lo que realmente me gustaba. ¡Lo que realmente quería hacer en la vida!”.

Bego Arretxe ha publicado recientemente ‘No creas una palabra’.

Bego Arretxe volvió brevemente a Barcelona en 2011, “en plena crisis, con la idea de trabajar como autónoma, pero la situación era muy difícil, y me volví a México”. Estuvo dos años trabajando en un departamento de proyectos socioculturales en la Universidad Veracruzana. Ahí la novela empezó a cobrar forma, “pero no me puse con ella hasta 2018, cuando ya llevaba cinco años en Barcelona, y la empecé a escribir mientras cursaba el campus literario de Lolita Bosch”. Ahí dio forma a las primeras ochenta páginas, “el resto ya lo acabé por mi cuenta, pensando que ahí ya sólo debía prevalecer mi criterio”.

Ciudad avergonzada

Para la escritora Bego Arretxe, y tal y como se desprende de las páginas de su novela, hay un antes y un después de 1992 para Barcelona. “La historia oficial se ha encargado de avergonzar aquella ciudad que desde luego no era perfecta, tenía sus muchos defectos, pero era para sus habitantes, era para los ciudadanos, mientras que ahora es para los inversores y para los turistas. Una ciudad que se está uniformizando muchísimo, llena de franquicias como las de cualquier otra urbe, donde es imposible caminar por el centro de lo masificado que está por el turismo y donde los barceloneses están abocados a vivir una vida de nómadas y mudarse de piso cada tres años, por culpa de las subidas de los alquileres”.

De todo esto confiesa que huyó hace un año, para marcharse a vivir a Cunit, “porque ya no la reconozco como una ciudad diversa, creativa, de mil capas”, explica, “aunque de ella me siguen enamorando su luz primaveral y sus terrazas de barrio”. Y echa un vistazo a la terraza del Bar, para terminarse la cerveza y fumar el cigarrillo que se acaba de liar “con Manitou orgánico, eso sí, que así parece que me envenena menos”, ríe.

— Si después del cigarrillo vas a tomar algo más, podrías acompañarlo con algo de comer. Tenemos de todo y riquísimo: tapas, raciones, carta, bocatas, menú…

Algo brilla con fulgor en la mirada rápida y viva de Bego Arretxe. “No he encontrado absolutamente nada, ningún tipo de comida en el mundo, que no me guste, así que dime tú qué me recomiendas”, replica.

— De entrada, que tengas dos estómagos.

Y la escritora vuelve a reír con ganas, mientras las notas de Running back de Thin Lizzy acompasan el momento y entonces sabe que le queda un buen rato, aún, aquí en el Bar.

Bego Arretxe defiende la Barcelona preolímpica.
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Publicado por
Alberto Valle

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